Olafur Eliasson lleva al laberinto de Versalles las claves del reflejo
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Las obras no se ofrecen de inmediato al visitante, sino que requieren ser buscadas con atención especial y emplear en ello no menos de dos horas, sin detenerse en exceso ante cada una de ellas.
El reflejo -del lugar, del instante y de la persona que contempla una obra de arte- será hasta el próximo octubre un elemento protagonista del proyecto creado por Olafur Eliasson para el Dominio de Versalles, que hoy presentó a la prensa su nuevo diálogo entre arte pasado y presente.
El artista danés de origen islandés nacido en 1967, uno de los más internacionales de su generación, sucede así en el puesto de invitado especial de palacio a su colega británico de origen indio Anish Kappor, cuyo controvertido paso por Versalles, de junio a noviembre de 2015, llegó a ser objeto de ataques ultras.
Con Eliasson, la poesía a veces inquietante del espejo y de los elementos, la luz y el agua en particular, dominan el discurso de las ocho instalaciones monumentales que diseminó en lugares a veces recónditos del dominio, donde podrán verse hasta el 30 de octubre.
Las obras no se ofrecen de inmediato al visitante, sino que requieren ser buscadas con atención especial y emplear en ello no menos de dos horas, sin detenerse en exceso ante cada una de ellas.
Contemplarlas más en profundidad será también cuestión de tiempo, algo que el artista dijo haber invertido en cantidad durante varios meses, antes de hacerse con el laberíntico lugar y sentirse cómodo en él para poder crear su propuesta.
El resultado es un diálogo profundo con el sitio, pero también con la actualidad y la situación ecológica planetaria que tanto interesa a Eliasson, quien evocó entre otras su experiencia de las lluvias e inundaciones que la semana pasada recrudecieron a su paso por Versalles y que todavía asolan parte de Francia.
Tras su encuentro con el enorme palacio construido para Luis XIV entre los siglos XVII y XVIII, sus famosos salones reales, jardines y bosquecillos, o el célebre gran canal que los culmina, el artista quiso plantear una nueva manera de ver Versalles y de verse a uno mismo.
"Mi objetivo, dijo en la multitudinaria rueda de prensa convocada en el Salón de las Cruzadas, es "recolocar al visitante en la postura de recomponer la instantaneidad de la experiencia artística".
Jugó para ello ante todo con la luz y con espejos de dimensiones varias, de la monumental a la mínima, en las cinco piezas pensadas para el interior del palacio; mientras que al aire libre se entregó a los elementos, en particular al agua, trabajada en tres estados -líquido, gaseoso y helado- en otras tantas instalaciones.
Las reflexión sobre el líquido elemento se convirtió en una vertiginosa y estrecha cascada, "increíblemente grande" en palabras suyas, apoyada en una visible grúa "del mismo color" que la escultura vecina, razón por lo que la dijo haberla preferido a los andamios que suele utilizar en ese tipo de creaciones.
El "Bosquecillo de la Estrella" lo dedicó a la evaporación, para ofrecer al visitante una especie de nube donde perderse y fabricar sus propias nuevas perspectivas; mientras que con el agua helada llevó a Versalles un generoso rastro milenario en forma de polvo de roca glacial, procedente de la isla danesa de Groenlandia.
Ese lodo azulado y verdoso sorprendía por su consistencia y su valiosa composición, abono perfecto fruto de siglos de gélido arrastre, pero también por el estanque elegido para exponerlo, en lugar del agua, en el centro del escultural "Bosquet de la Colonnade", protegido por una muralla de columnas neoclásicas.
El muy ecologista Eliasson recordó, al respecto, que la riqueza liberada por el deshielo provocado por el cambio climático podría tomarse como la buena cara de ese inquietante fenómeno, y plantear una visión portadora de optimismo, además de invitar "a reconsiderar qué hacemos, cómo lo hacemos y sus consecuencias".
Para la presidenta del establecimiento público del Palacio de Versalles, Catherine Pégard, esta nueva intervención contemporánea permite descubrir "los misterios ocultos tras las apariencias engañosas", y hacer "una visita diferente" de este "laberinto de secretos", pues, "como diría Eliasson: 'Versalles nos mira'", resumió.