¿Qué quiso decir Nietzsche con: “Dios ha muerto”?
La frase del filósofo alemán que hasta nuestros días genera la discordia en muchos creyentes, y que a la vez ha inspirado un discurso religioso más elocuente, tiene un mensaje simbólico que cambió para siempre a Europa y su relación con la teología
Con La ciencia jovial que publicó Friedrich Nietzsche en 1882, se originó una frase que repetiría también en su próximo libro, “Así habló Zarathustra” refiriéndose a Yahvé/Jehová el único dios para los cristianos europeos. Nietzsche veía en esto algo importante de lo que se debía escribir.
¿Qué significa “Dios ha muerto”?
Friedrich había crecido en una familia protestante, con su padre siendo un pastor luterano. El filósofo siempre se mostró interesado en la función del hombre con Dios, y qué era aquello que formaba a este “Dios”. Qué era, Quién era. La influencia de Arthur Schopenhauer y Albert Lange lo motivó a perseguir su pensamiento filosófico, alejándose por primera vez de la teología y filología.
“¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: «¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!». Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron la risa. [...] El loco se encaró con ellos, y clavándoles la mirada, exclamó: ¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la Tierra de la órbita del sol? [...] ¿No caemos sin cesar? ¿No caemos hacia adelante, hacia atrás, en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío [...]? ¿No hace más frío? ¿No veis de continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? [...] ¡Dios ha muerto! [...] ¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos nosotros, asesinos entre los asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? [...] La enormidad de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros?”
“La ciencia jovial”, 1882
En este texto se puede observar que existe una pregunta al principio. Una pregunta que tiene tanto el autor como, probablemente la tiene el lector: ¿Dónde está Dios? Después se nos presenta un escenario donde un conjunto de personas aceptan una resolución negativa hacia la pregunta. Esta gente no cree en Dios, y por tanto nos lleva a concluir que “ellos” son responsables de que Dios no pueda ser hallado.
“Ellos”, según Nietzsche, representaba Europa a finales del siglo XIX. El avance de la ciencia y la Ilustración llevada a cabo por pensadores como Voltaire, Karl Marx y el mismo Schopenhauer, volvía a la teología algo del pasado. Algo impráctico e irrelevante en aquellos tiempos modernos.
Sin embargo, la imagen de Dios ocupaba un lugar en las mentes de los europeos. Una imagen que representaba la moralidad y la razón de ser de los seres humanos. Y este lugar debería ser ocupado, reflexionó Nietzsche, por algo más que un hombre: Übermench (superhombre). Es el “superhombre” el que viene a remplazar a Dios. Sus valores e ideas serán las que guiarán al hombre de ahora en adelante. ¿Simple de entender, no?
Para los lectores que aún no pueden entender a Nietzsche después de estudios, artículos, novelas o discursos, imaginen lo siguiente:
A una persona le prometen algo grandioso en su vida (podría ser un auto, una pareja) que él debe encontrar (los padres de Nietzsche le hablaron sobre Dios y su importancia). Ésta persona busca en distintos lugares, pero no encuentra dicha cosa prometida. De hecho, mientras más busca, la persona se siente más alienada de aquella cosa maravillosa que le fue prometida (sus estudios en letras y pensamientos fueron alejando al autor de sus creencias religiosas). Ahora, la persona concluye que dicha cosa grandiosa jamás existió (“Dios ha muerto”) desde el principio. Su búsqueda fue inútil y existe ahora un vacío en su interior que la cosa prometida no podrá llenar, porque simplemente no existe.
Ateo enloquecido, o gran pensador, Nietzsche sigue impulsando nuevas ideas y pensamientos en la mente humana.
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