Refunda Artur Mas su partido en Cataluña

Internacional
/ 8 julio 2016

Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) ha vivido un ocaso en paralelo al avance del proceso secesionista que Mas puso en marcha en la región.

Artur Mas se vio obligado en enero a ceder las riendas del proceso de secesión que había abierto él mismo en Cataluña. Abatido por un partido antisistema que exigió su cabeza para prestar sus pocos pero decisivos diputados a la investidura de un nuevo jefe de Gobierno catalán, se retiró a segundo plano.

Desde entonces, el "mesías independentista" de la región del noreste de España, como tantas veces le han apodado prensa y analistas, se ha dedicado a ver cómo revivir al partido del que es presidente desde 2012 y en el que milita desde 1982.

Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) ha vivido un ocaso en paralelo al avance del proceso secesionista que Mas puso en marcha en la región. Desde hoy celebra un congreso de refundación en Barcelona en un intento de limpiarse y remontar electoralmente.

Se cambia el nombre y se remodelan estructuras. Muere CDC, nace un partido nuevo. Mas habla de renovación, pero pretende seguir pilotando la nueva formación.

Las aspiraciones separatistas de un tecnócrata que hace unos años aún consideraba el secesionismo algo "anticuado, oxidado" y la corrupción en torno a Jordi Pujol, presidente del Gobierno catalán desde 1980 hasta 2003 y padre político de Mas, fueron socavando a un partido hasta entonces referencia de la burguesía catalana.

La deriva separatista de Mas, que ocupó la jefatura del Gobierno regional de diciembre de 2010 a enero 2016, se llevó por delante la alianza Convergència i Unió (CiU). Con ella, su formación y Unió Democràtica de Catalunya se presentaron juntas a las elecciones -y gobernaron la mayor parte del tiempo- desde 1980 hasta 2015.

Los escándalos de Pujol y su familia destrozaron la reputación del partido. El fundador de Convergència confesó hace dos años que tuvo durante décadas una fortuna oculta al fisco. Las sospecha es que la montara cobrando comisiones ilegales desde el Ejecutivo. Su mujer y sus hijos están salpicados en varios casos de presunta corrupción.

Pujol eligió a Mas como delfín en 2001. Y aunque se alejó del ex presidente cuando saltó el escándalo, sobre él ha planeado la duda de cómo no supo nada de lo que hacía su mentor cuando era consejero de Economía y Finanzas y su mano derecha en el Ejecutivo.

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Artur Mas, de hoy 60 años, se vio a sí mismo en las últimas elecciones regionales de Cataluña como cabeza de un Gobierno de concertación que debía sentar las bases para proclamar la secesión en un plazo máximo de año y medio.

Pero no lo quiso la CUP, el partido secesionista pero también antisistema que exigió su cabeza tras las últimas elecciones regionales en Cataluña. En ellas Mas fue el candidato de Junts Pel Sí, la alianza electoral entre CiU y los izquierdistas secesionistas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Sus recortes frente a la crisis económica -uno de los elementos que alimentaron el independentismo en la región- le habían valido el sobrenombre de "Artur Manostijeras" y los anticapitalistas no lo querían ni en pintura. Dio entonces el paso atrás y eligió a Carles Puigdemont, hasta entonces alcalde de Girona, para sucederlo en el Palau de la Generalitat, en Barcelona.

Puigdemont será uno de los pesos pesados que no estará en la nueva dirección ejecutiva que propone Mas para el partido, de máximo 12 miembros y por debajo de un tándem formado por él como presidente y la actual portavoz del Gobierno catalán, Neus Munté, como vicepresidenta. A finales de este mes habrá elecciones primarias para elegir a ese tándem presidencial y a la ejecutiva.

Munté es su apuesta para un cargo que será básicamente la preparación para la sucesión. Cuándo se producirá está, sin embargo, es una incógnita. El propio Mas alimenta las especulaciones sobre su permanencia. "No pongo límites (en la presidencia de la nueva formación) porque no tengo ninguna aspiración política", aseguró hace unos días.

El líder catalán tiene aún pendiente saber si será juzgado o no por el referéndum simbólico que celebró en noviembre de 2014 pese a haber sido prohibido por el Tribunal Constitucional. El juez instructor lo ha mandado de facto al banquillo, pero aún debe decidirse el recurso que ha presentado.

No le amenaza pena de cárcel, pero sobre él pende la posibilidad de una inhabilitación para cargo público. Verlo sentado en el banquillo, admiten a dpa fuentes secesionistas cercanas al Gobierno catalán, podría avivar el sentimiento independentista.

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