'A ti, el único aliento de mi vida'... la bella y trágica historia de amor en tiempos de Revolución entre Maruca y José María Pino Suárez
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Son muchas las historias que se cuentan sobre la Revolución Mexicana, pero esta es una historia de amor que terminó en tragedia
"Vuele a ti mi más alto pensamiento,
llegue hasta ti mi trova más sentida,
a ti, el único aliento de mi vida,
a ti, de mi ilusión primer aliento"
José María Pino Suárez a Maruca
Maruca fue la musa que inspiró la sensible y romántica pluma del abogado tabasqueño José María Pino Suárez para escribir este verso. Ella fue María Casimira Cámara Vales a quien le toco vivir la revolución mexicana muy de cerca y aunque no figuró entre el género femenino que participó como periodista denunciando el régimen de Porfirio Díaz como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, o como Dolores Jiménez, fundadora de un club antirreeleccionista, doña Maruca fue cálido y fuerte apoyo de su esposo Pepe, el vicepresidente Pino Suárez que murió asesinado junto con Madero la noche del 22 de febrero de 1913.
Maruca y Pepe compartieron 17 años de vida matrimonial de cuya unión nacieron 6 hijos. Ella nació en la blanca Mérida un 4 de marzo de 1877, formaba parte de un grupo de 14 hermanos, entre los cuales destacaba Nicolás, quien luego de estudiar medicina en Alemania, estableció en Yucatán el primer consultorio para niños y a fines de diciembre de 1911 alcanzó la gubernatura de su estado.
Maruca contaba con 16 años cuando llegó la temporada de carnaval en Mérida y ahí conoció a don José María Pino Suárez. El noviazgo duro tres años que fueron acompañados por las serenatas y poemas que el joven enamorado le escribía y dedicaba a su tierna novia. La tan ansiada unión matrimonial se hizo realidad un 19 de marzo de 1896. Los primeros años de la joven pareja fueron tranquilos pero terminaron cuando Pino Suárez comenzó a ser perseguido por la policía porfirista y tuvo que huir en varias ocasiones porque además de utilizar la pluma para escribir románticos versos, también la empleó para denunciar, en su periódico El Peninsular, las injusticias que se cometían en las haciendas henequeneras yucatecas.
A partir de entonces, la suerte del matrimonio estuvo atada a los avatares de la política. En 1909 Francisco I. Madero visitó Mérida y Pino Suárez se sumó al antirreeleccionismo. Su férrea oposición al régimen local y federal lo obligó a dejar Yucatán para refugiarse en Tabasco a donde le siguió su fiel esposa. Perseguido por los esbirros de la dictadura, Pino Suárez y su esposa continuaron su peregrinar: marcharon a Guatemala y de ahí a Belice donde se embarcaron hacia los Estados Unidos para unirse a Madero. Cuando la revolución maderista triunfó doña Maruca, sus hijos y su esposo se reunieron en Yucatán y más tarde, en noviembre de 1911, se trasladaron a la ciudad de México para que Pino Suárez asumiera el cargo de vicepresidente de la República.
Por algunos meses volvió la calma a la vida familiar de doña Maruca, pero pronto se vio interrumpida cuando en febrero de 1913, en plena capital de la república, estalló la Decena Trágica. Pino Suárez decidió permanecer al lado del presidente Madero hasta el último momento y no prestó oídos a las súplicas de su angustiada esposa que le pidió que huyeran. La última vez que doña Maruca vio y habló con su esposo fue el 20 de febrero cuando ya estaba preso en la intendencia Palacio Nacional junto con Madero. Un día antes, ambos hombres habían renunciado a la presidencia y vicepresidencia del país.
Con gran preocupación y asolada por terribles dudas sobre el futuro de Pino Suárez, doña Maruca intentó verlo de nuevo pero ya no fue posible. Sin embargo, una luz de esperanza se abrió para ella cuando se difundió la versión de que su esposo y el depuesto presidente Madero serían llevados a Cuba. Sin pensarlo dos veces, doña Maruca tomó a sus hijos y se fue a la estación del ferrocarril para esperar la llegada de su compañero caído en desgracia. Las familias Madero y Pino Suárez esperaron en vano dos noches enteras. En la mañana del 23 de febrero, doña Maruca se enteró que su esposo había sido brutalmente asesinado por órdenes de Victoriano Huerta.
La violencia de la contrarrevolución dejó viuda a doña Maruca y huérfanos a 6 hijos entre los que estaba una pequeñita de escasos tres meses de vida. Tan grande fue el dolor de la mujer que no tuvo fuerzas para asistir al entierro. El penoso momento lo presenció su hijo Alfredo, de tan sólo 14 años de edad. La viuda de Pino Suárez quedó sola y en la ruina pues tuvo que regresar la casa, el automóvil, los muebles y dos vestidos de su hija María que le acababan de entregar. Sin ningún motivo que los atara a la ciudad de México, doña Maruca y sus hijos regresaron a Yucatán. Con el tiempo logró sobreponerse a la tragedia y dedicó el resto de su vida a sacar adelante a su familia. Cuando Venustiano Carranza llegó al poder se preocupó por las viudas de la revolución y doña Maruca recibió una pensión de 700 pesos. El 7 de octubre de 1969, a la edad de 92 años, doña María Cámara Vales viuda de Pino Suárez recibió la Medalla Belisario Domínguez.
La traición a Madero y Pino Suárez El asesinato del ex presidente de México Francisco I. Madero, y del vicepresidente José María Pino Suárez ocurrió el 22 de febrero de 1913. Hace 105 años. Fue perpetrado por orden de Victoriano Huerta, comandante de las Fuerzas Armadas, quien los traicionó y dio un golpe de Estado para tomar el poder.
El hecho trágico puso punto final a la muy sangrienta revuelta conocida como la Decena Trágica, iniciada el 9 de febrero de 1913 y culminada precisamente ese 22 de febrero con los magnicidios.
Los hechos
El 18 de febrero, el general Aureliano Blanquet, encargado de la defensa del Palacio Nacional, recibió la orden de Huerta de aprehender a Madero y Pino Suárez al tiempo que Gustavo A. Madero, hermano del presidente, era también detenido.
El 19 de febrero. Gustavo A. Madero fue torturado y asesinado, y Madero y Pino Suárez fueron forzados a renunciar. Pedro Lascuráin asumió interinamente la presidencia y nombró a Huerta secretario de Gobernación, a los 45 minutos renunció y Huerta asumió el mandato.
Huerta recibió el apoyo de algunos militares leales al régimen porfirista y el de Henry Lane Wilson, embajador estadunidense en México, quien tuvo una buena relación con Porfirio Díaz.
Una de las primeras medidas de Huerta fue ordenar el asesinato de Madero y Pino Suárez, quienes se mantenían animados pensando que serían llevados Cuba, pero tras conocer la muerte de su hermano, Madero perdió toda esperanza.
La noche trágica A las 10:00 de la noche del 22 de febrero de 1913, cuando se disponían a dormir, Madero y Pino Suárez fueron interrumpidos por el coronel Joaquín Chicarro, quien les informó que serían trasladados a la penitenciaria.
Sabiendo que el final estaba cerca, Madero se despidió de Felipe Ángeles con un “adiós mi general, nunca volveré a verlo”. Cerca de las 11:00 de la noche, Madero fue subido a un automóvil Protos y Pino Suárez en un Peerless o un Packard (persiste la duda).
Fueron trasladados al Palacio de Lecumberri, a su llegada se le indicó al grupo que debía entrar por la puerta trasera. Madero le dijo al mayor Francisco Cárdenas que no había ninguna puerta trasera. Los automóviles se detuvieron, Cárdenas obligó a bajar a Madero y en cuanto éste puso un pie en tierra Cárdenas le disparó en la cabeza. Madero murió instantáneamente.
Pino Suárez también fue obligado a bajar de su auto, al bajar el teniente Rafael Pimienta le disparó, pero al ver el fin de Madero, Pino Suárez trató de huir ya herido por el primer balazo y gritando “¡Socorro, me asesinan!”.
El teniente Pimienta y los soldados que lo acompañaban le dispararon inmediatamente y en grupo. En total Madero recibió 2 disparos en la cabeza, Pino Suárez recibió 13, también en la cabeza.
La muerte del presidente y su vicepresidente nunca fue manejada como un “asesinato” por los periódicos nacionales. La versión oficial del suceso fue: “Al llegar al tramo final del camino a la penitenciaría, fueron atacados por un grupo armado, en medio del ataque los prisioneros trataron de huir por lo cual resultaron muertos”. Debieron pasar varios años para que se difundiera la versión real, pues también se disparó contra los automóviles para confirmar la versión oficial de los hechos.
Madero y Pino Suárez fueron inmediatamente enterrados en la parte trasera de la Penitenciaría de Lecumberri, lo cual enfureció a Huerta, quien ordenó exhumarlos y trasladarlos al anfiteatro para poder respetar la versión oficial.
Tiempo después del asesinato se realizó la autopsia del cadáver de Madero. Según ésta, “la bala interesó todos los órganos correspondientes de la región, fracturó la escama del hueso occipital y base del cráneo”. La segunda bala “recorrió una trayectoria paralela”. La autopsia también concluyó que Madero “no habría podido llegar a la vejez, debido a su hipertensión”.
El 24 de febrero se conoció el final de estos funcionarios; conforme avanzó el día, las personas comenzaron a reunirse en la zona donde se encontraban los cadáveres. “Se escuchaban lamentos y plegarias, la gente lloraba”.
Poco después de las 10:00 de la mañana llegó al anfiteatro la carroza fúnebre, los restos fueron retirados en un elegante ataúd. Se inició una pequeña manifestación que fue rápidamente reprimida por la policía. El pueblo se estremeció ante la noticia, la devoción los llevó a convertir a Madero en un mártir, el sepelio reunió a más de 2 mil personas.
El cortejo fúnebre se dirigió al Panteón Francés de La Piedad, donde ya los esperaba la familia Madero. La condición del entierro fue que debía ser rápido y sin abrir el ataúd.
Los asesinos y cómplices Tras el asesinato, el embajador estadunidense Henry Lane Wilson fue destituido de su cargo por supuesta complicidad. Falleció el 22 de diciembre de 1932.
Victoriano Huerta, tras su renuncia, huyó del país hacia España, donde pasó algún tiempo. Huerta era alcohólico desde antes del asesinato de Madero y Pino Suárez y tras su traición se entregó aún más a la bebida. Finalmente, con la salud dañada por el alcohol, falleció el 13 de enero de 1916 en El Paso, debido a una cirrosis hepática.
Aureliano Blanquet, tras la caída del régimen de Huerta, se refugió en Cuba. Regresó en 1918 para apoyar las revueltas de Félix Díaz. Sin embargo, fue perseguido por las fuerzas del general Guadalupe Sánchez y falleció el 15 de abril de 1918 tras caer de la Barranca de Chavaxtla, en Veracruz; recibió un tiro de gracia y fue decapitado.
Francisco Cárdenas, asesino directo de Madero, huyó del país para refugiarse en Guatemala. Luego de solicitar su extradición, fue detenido por la policía de ese país. El 29 de noviembre de 1920 se suicidó.
Con información de Wikimexico y Milenio