Trump ante el COVID-19, más que incompetente

Politicón
/ 13 septiembre 2020

Revelaciones del nuevo libro Rage, de Bob Woodward, dejan claro que el Mandatario desestimó a propósito la pandemia

La mayoría de los casos en los que los automóviles matan a los peatones seguramente reflejan negligencia: los conductores estaban demasiado ocupados hablando por el celular o pensando en sus partidos de golf como para darse cuenta de que un anciano cruzaba la calle delante de ellos. Un puñado son actos de homicidio, como cuando un hombre mató a una mujer al dirigir su auto directamente contra los manifestantes en un mitin neonazi en Charlottesville, Virginia.

Sin embargo, los conductores a veces terminan matando a otras personas porque incurrieron en un comportamiento claramente peligroso, como conducir muy por encima del límite de velocidad y pasarse varios semáforos en rojo. Las muertes resultantes no se consideran un asesinato. Pero pueden considerarse un homicidio involuntario, que es cuando una persona no tenía la intención específica de matar a alguien, pero sus acciones irresponsables acabaron por quitarle la vida de cualquier modo.

Hasta esta semana pensaba que el manejo desastroso del COVID-19 por parte del presidente Donald Trump era simplemente negligencia, incluso si esa negligencia era intencionada; es decir, que no entendía la gravedad de la amenaza porque no quería oír hablar de ella y se negó a tomar medidas que podrían haber salvado miles de vidas estadounidenses porque implementar políticas efectivas no es lo suyo.

No obstante, estaba equivocado. Según el nuevo libro de Bob Woodward, “Rage”, no es que Trump no supiera; a principios de febrero sabía que el COVID-19 era mortal y que se transmitía por vía aérea. Y no estamos hablando de recuerdos que se contraponen: Woodward tiene una grabación de Trump. Sin embargo, el mandatario siguió celebrando grandes mítines en interiores, menospreciando las medidas de precaución y presionando a los estados para que reabrieran la economía a pesar del riesgo de infección.

Y sigue haciendo esas mismas cosas, incluso ahora.

En otras palabras, una gran fracción de los más de 200.000 estadounidenses que seguramente morirán de COVID-19 para el día de las elecciones habrán sido víctimas de algo mucho peor que mera negligencia.

Hay que decirlo claramente: si un ciudadano particular hubiera hecho lo que ahora sabemos que hizo Trump sin duda estaría en serios problemas jurídicos. Por ejemplo, pensemos en las demandas que probablemente se interpongan contra el director ejecutivo de una empresa que sabía que el lugar de trabajo de su compañía era peligroso pero que mintió sobre ello, se negó a tomar medidas y amenazó a los trabajadores con despedirlos si no se presentaban a laborar.

$!Trump ante el COVID-19, más que incompetente

Ahora bien, Trump no se enfrentará a una rendición de cuentas comparable, en parte por el cargo que ocupa, en parte porque el partido que dirige es pusilánime y no lo hará responsable de nada. Pero dejemos de lado el hecho de que tenía conocimiento por un momento, ¿de acuerdo? La enormidad de la mala conducta de Trump debería ser la historia principal aquí, no la especulación sobre si enfrentará alguna consecuencia.

¿Hay alguna excusa para las acciones de Trump? Un argumento que a veces se escucha es que, una vez que se ajusta a la población, se encuentra que algunos países europeos han perdido casi a tanta gente por el COVID-19 como el Estados Unidos de Trump, aunque nuestra reciente tasa de nuevas muertes es mucho más alta, por lo que pronto nos alejaremos del pelotón.

Sin embargo, cuando las acciones de un ciudadano ordinario ocasionan la muerte de otra persona, tanto las circunstancias como la motivación importan.

De los demás países con altas tasas de mortalidad, Italia fue la primera nación occidental en tener un brote importante y hubo muchas muertes antes incluso de que los expertos comprendieran en su totalidad lo que había que hacer.

Suecia y el Reino Unido sufrieron mucho porque en un principio confiaron en la doctrina de la “inmunidad de grupo” para resolver la pandemia. Esta fue una política terrible, que el Reino Unido acabó por abandonar. De manera oficial, Suecia nunca cambió su política, aunque en la práctica terminó recurriendo al distanciamiento social generalizado.

No obstante, hay una gran diferencia entre los errores, aunque sean mortales, y el engaño deliberado. Solo en Estados Unidos el jefe de Estado sabía que estaba tranquilizando a la gente sobre una enfermedad que él sabía no solo que era mortal sino además de fácil propagación.

Trump justificó su ocultamiento de los peligros del COVID-19 como un deseo de evitar el “pánico”. Eso es mucho decir de un tipo que comenzó su presidencia con advertencias sobre la “carnicería estadounidense” y que actualmente está tratando de aterrorizar a los suburbios con visiones de hordas desbocadas de antifascistas. Pero, ¿exactamente cuáles eran los peligros del pánico que le preocupaban?

Después de todo, decir la verdad sobre el coronavirus no habría sido como gritar “¡Fuego!” en un teatro lleno de gente. Lo único que el temor hubiera motivado a hacer a la gente habría sido quedarse en casa cuando fuera posible, evitar las aglomeraciones, lavarse las manos, entre otras cosas. Y todas estas acciones eran algo que la gente debería haber estado haciendo. De hecho, una vez que la gente comenzó a “entrar en pánico” en lugares como Nueva York, las tasas de infección bajaron mucho.

Por supuesto, todos tenemos una idea bastante buena de lo que Trump estaba diciendo en realidad: a lo largo de esta crisis, fuentes fidedignas han informado que quería restarle importancia a la crisis por miedo a que las malas noticias pudieran dañar su amado mercado de valores. Es decir, sintió que necesitaba sacrificar miles de vidas estadounidenses para apuntalar el Dow.

Resulta que estaba equivocado: las acciones se han mantenido altas a pesar del creciente número de muertes. Pero el hecho de que se equivocara sobre lo que había que sacrificar no altera el hecho de que su voluntad de hacer ese sacrificio fuera totalmente inmoral.

El resultado final es que está mal decir que Trump manejó mal el COVID-19, que su respuesta fue incompetente. No, no lo fue; fue inmoral, rayando en lo criminal. c.2020 The New York Times Company

$!Trump ante el COVID-19, más que incompetente

CUATRO CLAVES DE ‘RAGE’, EL LIBRO QUE LO DESNUDA

AISHVARYA KAVI

Bob Woodward realizó 18 entrevistas con el presidente para el libro, que saldrá a la venta la próxima semana. Trump también permitió que Woodward tuviese acceso a altos funcionarios dentro de la Casa Blanca, lo cual revelaría el funcionamiento interno del presidente y su gobierno.

MINIMIZÓ RIESGOS   DEL CORONAVIRUS

A pesar de saber que el virus era “mortal” y altamente contagioso, en repetidas ocasiones, Trump dijo públicamente lo contrario e insistió en que el virus desaparecería pronto.

“Siempre quise restarle importancia”, le dijo Trump a Woodward el 19 de marzo. “Todavía me gusta restarle importancia, porque no quiero generar pánico”.

DENIGRÓ A LAS FUERZAS ARMADAS

Woodward cita una conversación de 2017 entre Trump y su asesor comercial, Peter Navarro, en la que el mandatario denigró a los altos funcionarios militares.

“Les importan más sus alianzas que los acuerdos comerciales”, aseguró el presidente.

Y en una conversación con Woodward, Trump llamó “idiotas” a los militares de su país por el alto costo que pagaron para proteger a Corea del Sur. Woodward escribió que le sorprendió cuando, en referencia al país asiático, el mandatario dijo: “Lo estamos defendiendo, estamos permitiendo que exista”.

NO EXPRESÓ EMPATÍA CON EL DOLOR DE COMUNIDAD AFRO

Woodward señaló que tanto él como Trump eran hombres “blancos privilegiados” y le preguntó al presidente si estaba trabajando para “entender la rabia y el dolor que sienten, particularmente, los afroestadounidenses en este país”.

Trump le contestó que no y añadió: “Así que te creíste todo ese cuento, ¿no? Solo escúchate. Vaya. No, no siento nada de eso”.

SU RELACIÓN CON NORCOREA Y RUSIA

Trump le proporcionó a Woodward detalles acerca de la correspondencia que mantiene con el líder norcoreano, Kim Jong-un, en la que los dos hombres se adulan mutuamente. Kim escribió en una de las cartas que su relación con Trump era como una “película de fantasía”.

Al describir su simpatía por Kim, Trump aseguró: “Tú conoces a una mujer. En un segundo, sabes si va a pasar algo o no”.

Trump también se quejó de las múltiples investigaciones en torno a los vínculos entre su campaña y Rusia, y dijo que perjudicaban sus habilidades como presidente y su relación con el mandatario ruso, Vladimir Putin.

“En una reunión, Putin me dijo: ‘Es una lástima, porque yo sé lo difícil que es para ti llegar a un acuerdo con nosotros’. Le respondí: ‘Tienes razón’”, relató Trump. c.2020 The New York Times Company

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM