Violencia de género: ¿se está haciendo algo al respecto?
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Uno de los graves problemas de la sociedad global es la prevalencia de una altísima incidencia de casos de violencia de género, específicamente de violencia en contra de las mujeres. El fenómeno ha sido largamente diagnosticado, pese a lo cual nada –o casi nada– se ha avanzado en su combate.
Las cifras a nivel global son alarmantes: una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual; casi 750 millones de mujeres y niñas se casaron antes de cumplir 18 años; el 71 por ciento de las víctimas de trata son mujeres y niñas; una de cada 2 de mujeres asesinadas en 2017 fue victimada por su compañero sentimental o un miembro de su familia, de acuerdo con la ONU.
México no es ajeno, por desgracia, al fenómeno de la violencia en contra de las mujeres y Coahuila, en particular, tampoco.
De acuerdo con cifras difundidas por el Inegi, de los 46.5 millones de mujeres mayores de 15 años que habitan en el País, al menos 30.7 millones han sido víctimas de alguna forma de violencia. Es decir, una de cada dos mexicanas la ha padecido.
Coahuila, en este contexto, se ubica ligeramente por encima de la media, pues aquí, de acuerdo con el Inegi, 66.3 por ciento de las mujeres han sido víctimas de algún episodio de agresión.
Se trata, a no dudarlo, de cifras alarmantes que deberían encender todas las luces de alerta de la sociedad y convocarnos, en las vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer –que se celebrará el próximo lunes–, a reflexionar seriamente respecto de lo que podemos –y debemos hacer– para combatir este flagelo.
La violencia contra las mujeres –en todas sus modalidades– ha sido largamente normalizada en sociedades como la nuestra, al grado de que en muchos casos no solamente no se la condena, sino que se le justifica.
Y aunque –al menos en apariencia– se ha generado una “mayor conciencia” respecto de la necesidad de brindar un trato igualitario –es decir, digno– a las mujeres, los estudios dicen claramente que la conducta tiene fuertes raíces en nuestra cultura y por ello persiste.
Justamente por eso, aun con la existencia de múltiples programas gubernamentales teóricamente diseñados e implementados con el propósito de modificar los patrones socioculturales que prohíjan el trato desigual, las cifras se mantienen y millones de mujeres siguen sufriendo cotidianamente alguna forma de violencia en sus hogares, en sus familias y en sus empleos.
Todos estamos llamados a hacer algo para enfrentar este fenómeno y combatirlo con eficacia. Y esto es así porque no se trata de una conducta que pueda erradicarse simplemente porque el sector público diseñe programas para educar y promover la cultura del respeto mutuo.
Un primer buen paso que todos podemos dar es la condena de la violencia. Si todos condenamos a quienes la ejercen, en lugar de celebrarlos o voltear a ver hacia otro lado, sin duda estaremos contribuyendo a que la cultura de la violencia sea sustituida por la del respeto y la igualdad.