Coahuila: Trastornos emocionales ‘alimentan’ la obesidad
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Las personas que sufren de emociones como tristeza, angustia, ansiedad o incluso felicidad, recurren a la comida no por necesidad fisiológica, sino para mitigar o reforzar esos sentimientos
México se encuentra entre los países más afectados por la obesidad a nivel mundial, ocupando el quinto lugar en incidencia de esta enfermedad. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2022 revela que más de 50 millones de mexicanos padecen obesidad.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), casi uno de cada tres adultos en México tiene obesidad, situando al País entre las naciones con las tasas más altas a nivel global. Esta alarmante realidad resalta la urgente necesidad de abordar la obesidad como una crisis de salud pública.
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En 2022, Coahuila se ubicó en el tercer lugar del top 3 de los estados del norte del País con más casos de obesidad. La entidad que le antecede es Baja California, que se colocó en el segundo lugar con un total de 17 mil 222 casos registrados de los que 6 mil 330 eran hombres y 10 mil 892 mujeres; en 2021 se tuvieron apenas 9 mil 491 atenciones por la misma causa.
El Dr. Fernando Barba, internista en la clínica de obesidad, nutrición y metabolismo del Centro Médico ABC, subraya la estrecha relación entre el hambre emocional y la obesidad. “Aproximadamente el 60 por ciento de los pacientes con obesidad también sufren de trastornos depresivos y de ansiedad”, afirma Barba, enfatizando la complejidad del problema y la necesidad de un enfoque multidisciplinario.
La Federación Mundial de la Obesidad reporta que México ha experimentado un aumento preocupante en los niveles de sobrepeso y obesidad en las últimas décadas, con una prevalencia del 72.4 por ciento en la población mayor de 20 años. El hambre emocional se ha identificado como un factor psicológico crítico que contribuye significativamente a este problema. Las personas, al enfrentar emociones como tristeza, angustia, ansiedad o incluso felicidad, recurren a la comida no por necesidad fisiológica, sino para mitigar o reforzar esos sentimientos, lo que puede derivar en graves problemas de conducta alimentaria.
La obesidad, una enfermedad crónica, predispone a las personas a diversas patologías como diabetes e hipertensión arterial, incrementando también el riesgo de mortalidad. “Es fundamental tratar la parte emocional de cada paciente”, subraya el Dr. Barba. “El estado completo de salud y bienestar incluye la parte emocional. Además, debemos atender las expectativas de los pacientes y adaptarlas para mantener su motivación”.
La relación entre emociones y alimentación es compleja. Las alteraciones hormonales, psicológicas y mecánicas derivadas del hambre emocional requieren la intervención de especialistas para ser tratadas eficazmente. “Simplificar la obesidad como un problema meramente relacionado con el exceso de peso limita significativamente las opciones de tratamiento”, advierte el Dr. Barba. “Si la evaluación de esta condición se centra únicamente en el tamaño y peso corporal, la comprensión de la enfermedad queda enormemente restringida”.
Para abordar la obesidad y el hambre emocional de manera efectiva, se requiere una estrategia integral que considere tanto los aspectos físicos como emocionales involucrados. El consumo excesivo de alimentos, independientemente de las emociones que lo motiven, tiene consecuencias negativas para la salud. Es esencial buscar la asistencia de profesionales especializados para un enfoque multidisciplinario que pueda generar mejoras sustanciales en la salud y el bienestar general de las personas.