Doña María de la Luz de la Peña, ‘La Güerita’ de Catón
¡Bendita casualidad! Así conoció don Armando Fuentes Aguirre a su “Güerita”
No la conocí, más que de vista y un poco de oídas, por las anécdotas que de oídas le oí contar a don Armando Fuentes Aguirre.
De tales bellas anécdotas guardo en mi corta memoria la del día dichoso en que “La Güerita”, doña María de la Luz de la Peña de Fuentes, y don Armando se conocieron.
A don Armando, bendita casualidad, bendito accidente, se le había descompuesto su coche, un coche pasado de moda, y tuvo entonces, como un ciudadano de pie que ir a pie para tomar un camión, rumbo a su trabajo en un periódico local.
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Cuando bajó del colectivo se encontró de pronto con aquella presencia.
Era una bella mujer espigada, delgadita de al tiro, de piel blanca como la leche, larga y dorada tranza que la caía como una cascada sobre la fina cintura.
Que si la podía acompañar, le preguntó don Armando, y ella dijo que sí, con un sí de alguien a quien le ofrecen un porvenir de oro y plata en bandeja de plata.
“Sí”, dijo despreocupada, sencilla, sin prejuicios.
“Pero para toda la vida, eh”, le advirtió don Armando y “La Güerita“, se rió con una risa cándida.
Al poco poco tiempo después se pusieron de novios y luego, al poco, poco tiempo después de esposos.
Porque para eso del matrimonio, dice don Armando, no hay que pensarla dos veces.
De la vida de casados de don Armando y “La Güerita”, conozco muy poco, se podría decir que nada...
Solo que “La Güerita”, desde el primer momento, se convirtió en la adoración de los padres de don Armando.
De “La Güerita”, supe muy poco, se podría decir que nada.
Solo, otra vez, una anécdota suelta: la de cuando don Armado logró el sueño, con ayuda de “La Güerita”, que le ayudaba en todos sus sueños, de fundar Radio Concierto, el sueño de don Armando.
Ya luego me platicaba en una entrevista don Armando la de problemas que tenía que enfrentar para solventar la nómina de los trabajadores de la estación.
Y entonces “La Güerita” dijo con una ironía divertida y sabía “ahora tu sueño, te está quitando el sueño”.
Don Armando rió con una risa de divertida resignación.
Después en otra entrevista que le hice a don Armando para un Círculo de Oro, un diciembre, me enteré de la loable y callada labor social de “La Güerita”.
Ella y nada más que ella había sido la artífice de un comedor infantil en el ejido Potrero de Ábrego”, el comedor “Jesús María”, que dicho, sea de paso, don Armando sostiene con saliva.
O sea con el dinero que saca de gastar sálica dictando conferencias.
El comedor “Jesús María”, bautizado así por “La Güerita”, en honor a sus padres los suegros de don Armando.
“En todo esto estoy saludando con sombrero ajeno, porque el verdadero mérito corresponde a mi esposa. Yo soy el que da la idea y ella es la que trabaja para llevarla a cabo...”, dijo don Armado durante la charla.
A “La Güerita” no la conocí, la vi muy poco, si acaso cuando acompañaba a don Armando a las ceremonias de entrega del Premio de Periodismo Cultural de la UAdeC, que lleva el nombre de don Armando.
Una que otra vez la vi en casa de don Armando, alta, gallarda, amable, una señora, me saludaba y me hacía pasar a su sala.
Las más de las veces escuché su voz sobrada de cortesía al teléfono, cuando llamaba yo a don Armando con alguna molestia editorial.
“Bueno, ¿sí?, quién llama, ah sí señor Peña, ahora mismo le paso a mi esposo”.
No la conocí, se podría decir que muy poco, nada, pero esa voz al teléfono la guardo con ahínco.
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