El hombre que cayó 13 metros en el Teatro de la Ciudad de Saltillo y sobrevivió
Un teatro lleno, un mal paso y un milagro. ¿Cómo se sobrevive a una caída mortal?
Después de unos segundos se pudo ver con claridad. El extintor que un alumno llevó corriendo hasta la tercera butaca de la fila B, no serviría de nada.
No había humo, nada se quemaba. Aquello era polvo de un plafón desplomado.
Juan Carlos Guerra cayó de frente al escenario, como si intencionalmente se hubiera sentado a ver la Revista Musical.
El sábado 22 de abril de 1989, en la función de las 18:00 horas, Juan Carlos protagonizó un acto que no formaba parte del show presentado por el Tecnológico de Monterrey Campus Saltillo: convertirse en un proyectil humano.
Su rol era tocar las percusiones sólo en el inicio y al cierre del evento. Por eso, tener más de una hora libre, le permitió aventurarse a explorar el Teatro de la Ciudad Fernando Soler.
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Tenía 18 años, y a tres amigos manipulando las luces del escenario desde el techo falso del inmueble. ¿Qué lo detenía para ir con ellos?
LA SUBIDA
Juan Carlos acabó su primera intervención (que sería la única), tomó su mochila y se encaminó a una escalera metálica ubicada al fondo del teatro. Nunca había subido, pero durante los ensayos vio cómo sus amigos se iban por ahí.
La escalera debía treparse, su verticalidad obligaba a escalar cada peldaño usando todas las extremidades. Inevitablemente, volteó hacia abajo. “Qué alto está esto”, pensó.
Estando en la cima caminó por una plataforma de metal que tenía un barandal del mismo material.
Había poca luz, pero entre las sombras vislumbró a David Villarreal, José De Nigris y Alberto Del Bosque, los amigos con los que planeaba reunirse en las alturas.
Lograrlo era más complejo de lo que parecía. El barandal guía se acabó. El camino no estaba claro, podía verlos, pero no estaba seguro de cómo llegar hasta ellos.
LA PAUSA
Mientras resolvía cómo seguir avanzando en la oscuridad, Juan Carlos aprovechó un hueco con vista privilegiada hacia abajo. Podía ver a su novia en escena.
Luisa Castilla, con quien recién cumplía un año de noviazgo, integró el grupo de bailarinas que en ese momento presentó “Take me to your heart” de Rick Astley.
Juan Carlos sacó su cámara de vídeo y grabó instantes que consideró serían memorables. Aunque no tanto como el que estaba próximo a ocurrir.
Después de la filmación empacó la cámara y volvió al dilema: ¿cómo llegar hasta sus amigos? Estando a pocos metros decidió rodear el barandal en búsqueda del camino.
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TODO LO QUE SUBE... BAJA
Juan Carlos puso sus pies en lo que parecía ser el piso y se soltó del barandal. El suelo, que en realidad era un plafón, se deshizo.
Lo siguiente fueron 13 metros en caída libre. Milésimas de segundo. El aterrizaje, en una butaca vacía.
Detrás de él, pedacería. Se sacudió el polvo de la cabeza, bajó el colchón del asiento y medio se acomodó.
“Qué oso, qué acabo de hacer”: el primer pensamiento de Juan Carlos. En ese momento, el dolor era más en el orgullo que en el cuerpo.
Estuvo a centímetros de caer sobre una niña de 10 años, Marcela Valdés, quien hoy no recuerda el hecho. Pero su padre sí.
Jesús Valdés Cook asistió al evento como profesor invitado, ejerció en el ITESM desde 1987 hasta 2017. “Fue una cosa rápida, no nos dimos cuenta. Sólo vi que cayó a un lado de mi hija”, comentó.
Cuando el polvo invadió el área hubo quienes pensaron que era humo escenográfico. Otros murmuraron que se trataba de un conato de incendio. Por eso, desde el escenario, Luisa vio a su compañero correr con el extintor.
Frente a la incertidumbre los bailarines intentaron seguir en lo suyo. Segundos después, la banda en vivo se descompuso. Uno a uno los músicos confusos dejaron de tocar.
Fue imposible continuar una vez que se encendieron las luces en el sector del público. El bullicio evidenció que algo grave había ocurrido.
“Le pregunté a Juan Carlos si tenía algo y me dijo que no”, recordó el profesor Jesús. Su hija también se encontraba bien, sin lesiones.
El entonces director del ITESM, Salvador Garza Boardman, también se acercó al joven: “¿se te cayó el techo?”. “No, yo me caí del techo”, le respondió.
Luego de ponerse pálido, Salvador lanzó otra pregunta clave: “¿te puedes parar?”. “Sí”, pero las piernas de Juan Carlos dictaron otra cosa.
“Imagínate el oso, yo estaba muerto de vergüenza. Con el teatro lleno hago yo un showcito y la obra detenida”, recuerda Juan Carlos como su máxima preocupación en ese momento.
Conforme se corrió la versión de lo ocurrido entre voces se escuchó: “¡milagro!”.
Parecía increíble que el joven tuviera el tino para caer en la única butaca vacía del teatro que acogió a más de mil 400 personas.
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Y además, que las consecuencias no fueran mortales. No sólo por él, ¿qué hubiera pasado si Juan Carlos caía encima de alguien?
“Lo que me hubiera dolido es si yo le hubiera causado daños a alguien más, y más a una niña”, reflexiona Juan Carlos actualmente.
Llegó la Cruz Roja. A la distancia Luisa vio cómo llevaban a su novio en camilla. Después sólo escuchó las sirenas.
EL SHOW CONTINUÓ
Una vez que Juan Carlos dejó el lugar, se reanudó el evento en el que participaron cerca de 65 personas bajo la dirección y producción de David Trillo.
Estaban pactadas tres funciones, dos el sábado y una el domingo. Se presentaron sencillos como “Metal”, “Ingrato amor”, “Manía de tu amor”, “Luz de luna” “16 toneladas” y “Hombres al borde de un ataque de celos”.
Tras la caída, Luisa, en la duela, bailó con una lágrima en la mejilla y la mente en Juan Carlos. Ya asegurados los aplausos, la angustiada novia aún tardó en saber sobre la condición de salud de Juan Carlos.
La comunicación no era como ahora, ni imaginar el uso y facilidades de WhatsApp. Finalmente logró conocer algunos datos a través de parientes. Había sido trasladado a Monterrey, luego a Estados Unidos. Estaba bien.
A pesar de haber caído desde el equivalente a un cuarto piso, la única lesión severa fue en el tobillo. No se fracturó, sólo se le movió el hueso y anduvo en silla de ruedas durante dos meses.
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En sus páginas Vanguardia publicó que “La Revista musical resultó un éxito gracias al trabajo en equipo”.
Y sobre Luisa y Juan Carlos, se casaron el 11 de mayo de 1996, siete años después del incidente. Lo que pudo haber tenido muchas posibilidades catastróficas, hoy es una anécdota que se cuenta entre risas porque Dios, el destino, la suerte o el universo, así lo quisieron.
*Con información de Jorge Fuentes Aguirre.
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