- 14 octubre 2024
Entre baile y peleas, el Studio 85 de Saltillo ‘era un deporte extremo’
“Solamente quien lo vivió lo puede describir”. Protagonistas de la época y DJs del salón de baile, que tuvo su apogeo en los 90, recuerdan el parteaguas que fue para la música colombiana en la ciudad y las pandillas que acudían
Si bien la cumbia colombiana ha sido un ícono de Monterrey, Saltillo tuvo su propio nicho y estilo en el Studio 85, en el Centro Histórico. Un salón de baile que vivió su apogeo en la década de 1990, y que además era punto de encuentro de las principales pandillas de la ciudad.
En la calle de Melchor Múzquiz, entre Ignacio Zaragoza y Miguel Hidalgo, se instaló el 14 de febrero de 1985 el Exelaris, del consorcio de centros nocturnos Studio 85, aunque siempre se le conoció simplemente como el Studio 85. Este grupo abrió posteriormente los sitios de baile Salón Emperador, en 1989, y Mundo Texano, en 2003.
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VANGUARDIA conversó con varios de los protagonistas de Estudio 85, como Jesús, mejor conocido como “El Basura”, quien afirma que “como el Estudio ya no va a haber uno igual”. Comenzó a ir a partir de los 20 años, cada domingo desde las tres de la tarde, con amigos del barrio La Minita, para escuchar éxitos de Los Temerarios o Tropicalísimo Apache.
Según relata, en otros sitios como el Kumbala no lo dejaban entrar porque la seguridad lo consideraba “desmadroso”, aunque rara vez se vio involucrado en una pelea.
“De repente ibas al cotorreo y empezaban las broncas, pero no pasaba de dos o tres moquetes y pa’trás”, asegura Jesús, de profesión albañil, pero alma de bailarín (actualmente encabeza el proyecto “El Basura Danzas de la Calle”).
“El Basura” comenta además que su único vicio ha sido el cigarro, por lo que considera que las nuevas generaciones “andan más perdidas”.
DEL BAILE A LOS GOLPES
NO HAY MÁS QUE UN PASO
Carlos Espinoza, “El Panda”, era quien le pintaba las playeras a las pandillas que acudían al Studio 85, pues había que llegar estrenando algo para “tirar crema”.
“No podías andar en el Studio sin una playera de nosotros, aunque adentro se les rompían por las constantes peleas que había entre los grupos. Prácticamente el 100 por ciento de las pandillas pasaron por mi negocio”, afirma “El Panda”, quien suma más de 25 años de trabajo en campo con pandillas de Saltillo.
Experto en la materia, considera que el Studio 85 era el lugar donde los miembros de las pandillas iban a representar a su barrio, a su familia. En las retas de baile se jugaba el honor, por lo que “tenías que ganar”.
El problema, apunta, es que no todos sabían perder... y la reta de baile terminaba en golpes.
“Solamente quien lo vivió lo puede describir. Era un deporte extremo”, cuenta “El Panda” con cierta emoción, al recordar cómo era la época en la que el Studio 85 se cuadriculaba con cadenas para delimitar dónde tenía que estar cada pandilla.
“La idea evitar conflictos, llegaron a haber hasta 30 o 40 pandillas, mil personas, al mismo tiempo”, detalla.
Grupos como La Guerrilla y Los Gavilanes, de Tetillas; Los Distintos y Bulldogs, de la Provi, Los Wanders o Los Colombianos, de la Zapa; Los Pelones de la Mirador; Los Pesados de la Chavi; los de la Vista Hermosa; Los Cafés; Los Bóxers de Santa Teresa; o Los Pilos del Cerro del Pueblo. La colonia y el barrio eran parte de la identidad colectiva.
“Eso sí, nunca hubo armas en el Studio 85”, asegura “El Panda”. Cuando las peleas ya no se podían separar, llegaba “El Panadero”, “el vigilante más temido del Estudio”, que junto al “Karateca” lograban apaciguar los ánimos... o al menos que la batalla terminara siendo de los pandilleros contra ellos.
Según “El Panda” llegaron a haber pandillas completamente femeninas, en las que no aceptaban hombres, pero que sí “se daban un tiro con los vatos”.
Ya entrado en el ánimo de contar anécdotas, Espinoza cuenta que la entrada de las pandillas al local era particular, pues los vigilantes avisaban a los DJs. Por ejemplo, ante el arribo de Los Gavilanes de Tetillas, estos eran recibidos con El Gavilán, de Celso Piña, y con el característico saludo de los sonideros.
Sin embargo, no se trataba de una entrada triunfal, pues el resto de pandillas que asistían los recibían a golpes, antes de ser dirigidos por la seguridad a su espacio asignado entre cadenas.
BAILABAN A LA TROPA COLOMBIANA
O ANDRÉS LANDEROS... Y SIN ALCOHOL
Gerardo Ramos, “El Repollo”, DJ del Studio 85 desde agosto de 1995 y prácticamente hasta que cerró, confirma que cada pandilla se identificaba con una “cancioncita”.
Asegura que si bien había colombianas en Monterrey, el DF y San Luis Potosí, en Saltillo agregaban un estilo particular a música del Escuadrón M19, Amaya, la Tropa Colombiana, Andrés Landeros, Cantaritos del Ritmo, Lizandro Meza o Los Juniors.
Siempre estuvo todo muy controlado y nunca pasó a mayores, pues no había alcohol y solo se vendía refresco, afirma “El Repollo”, quien alejado del mundo de la música desde hace 15 años forma parte de Grupo Bimbo.
“La Changa” Carmona también fue uno de los DJs del Studio 85, quien recuerda el apogeo del establecimiento.
“A las dos y media de la tarde ya había una fila enorme hasta la gasolinera de Múzquiz y Allende. Para cuando abría a las tres ya no cabía ni un alma”, relata.
Cuenta que si bien Monterrey fue el precursor de la música colombiana, en Saltillo “le dimos su toquecito, porque nos dieron luz verde para hacer y deshacer”. Considera que el Studio 85 fue el pilar fundamental para que se hiciera el arraigo de la música colombiana en la ciudad.
“De aquí a Monterrey, la música colombiana cambia a mil el estilo”, asegura. “A la raza que bailaba le hacíamos concursos y les regalábamos desde casetes hasta playeras”.
Esos casetes eran difíciles de encontrar, al grado de que el Studio 85 les daba a los DJs viáticos para viajar a las pulgas de ciudades como Monterrey, San Luis Potosí o Puebla para buscar nuevo material y después llegar a mezclar en el local.
“Había canciones que no eran tan conocidas en otras ciudades y se convertían en éxitos cuando llegaban al Studio 85, al grado de que a la fecha me siguen pidiendo las mezclas originales”.
”NO HABÍA ARMAS BLANCAS, NI FUSCAS...
LAS PELEAS CAMPALES ERAN EN LA CALLE”
Respecto a las peleas, el DJ “La Changa” señala que no eran como ahora, pues no había armas blancas ni “fuscas”. “Sí, los vigilantes te daban espacio, porque había pleito de antes: dos o tres golpes, ya te pusieron y te separaban”.
Además señala que incluso se llegaron a apostar cabelleras en las retas de baile, y no esperaban a salir para cumplir la apuesta, pues “ahí mismo teníamos peluquera”.
La vigilancia era exhaustiva para no dejar pasar ni drogas ni otro tipo de sustancias, asegura, e incluso quitaban tenis para checar las suelas, o gorras para revisar los dobleces, donde los asistentes llegaron a introducir “un churro o un chemo”.
“La Changa” aclara que las peleas fuertes, que llegaban a ser campales, eran en la calle. Los vigilantes controlaban a qué hora se iba cada pandilla para que no se cruzaran en el camino. Llegaron a encaminar a cada grupo para su rumbo, para cuidar que no se toparan con algún rival.
Además, como un gesto de reconocimiento a los amigos que mataban o fallecían, “La Changa” comenta que llegaron a hacer canciones para homenajear a sus “compas”, y cada día de muertos recordarlos a través de la música.
La nostalgia por el Studio 85 es tal que han hecho tributos. Pandillas que hacen posadas aún lo contratan para tocar como en aquellos años, lo cual toma como un reconocimiento a su música, pese a que hay nuevos DJs.
El Studio 85 tuvo un primer cierre en 2011, cuando su propietario, Óscar Cadena Coss, murió tras un enfrentamiento armado, tal como informó el 4 de octubre de ese año la Fiscalía de Coahuila.
Y aunque el negoció lo retomó años después otra administración, la época de esplendor nunca volvió. Abrieron en la ciudad otros establecimientos similares, como el Paseo 255, en Obreros del Progreso, y el Bóxer, pero ninguno pudo marcar una época como el Studio 85.