Han sido un amor, dice migrante sobre sociedad de Coahuila, pero agentes de Migración nos han robado todo
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PIEDRAS NEGRAS, COAH.- El éxodo latinoamericano avanza hasta las fronteras de Coahuila, y en el último paso por la conquista de una esperanza, los centroamericanos reconocen que el pueblo mexicano y coahuilense, ha sido solidario y empático, aunque no han tenido buenas experiencias con las autoridades del país.
A lo largo de la carretera 57, y sobre los vagones de “La Bestia”, miles han llegado con la intención de cruzar hacia los Estados Unidos para iniciar con una solicitud de asilo, que en muchos casos ya fue tramitada a través de “CBP One” desde meses antes, sin que se haya obtenido respuesta.
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Por eso es que algunos de los migrantes decidieron avanzar para intentar explicarle a las autoridades los motivos por los cuales decidieron abandonar sus países.
Una de las historias es la de Juan Emmanuel, un venezolano que salió debido a los problemas económicos que han agudizado otros, como el descontrol de las pandillas armadas y el crimen organizado.
El trayecto hasta este punto le ha tomado dos meses, y ha sorteado lo mismo que otros migrantes: violaciones a sus derechos y corrupción por parte de las autoridades mexicanas y en especial de los agentes del Instituto Nacional de Migración.
“En México el trayecto ha sido bueno, pero hemos tenido dificultades solo por el gobierno, aunque lo que han hecho ellos, las migras, siempre es remediado por las personas”, dice.
Recuerda que de Monclova hacia Piedras Negras se ha encontrado con gente que sigue ayudando, aún y cuando los grupos son bastante amplios y permanentes.
“Estamos hablando de Monclova para aquí. La gente nos ha salvado la vida. Nos han dado comida, ropa. Hay un padre llamado Pablo, allá en Frontera. Es un amor; si nos pudiera llevar al cielo, nos llevaba de una”, dijo.
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“La gente es tanto el amor y la ayuda que nos ha dado, que nos busca bicicleta, ropa, mejor dicho, nos han vestido. Un “vato”, como ustedes dicen, me hizo el paro en Frontera para poderme venir, me dio 500 pesos y me compró comida, es algo que se agradece”, indica.
“Y en general la gente del centro de México hacia arriba ha sido un amor. También entendemos que del centro para abajo puedan ser diferentes porque también sabemos que hay migrantes que han hecho daño. Pero es como en todo, hay mexicanos buenos y malos, y migrantes buenos y malos”, expresa.
Una cosa en la que coinciden Juan y Luis, otro migrante colombiano que tiene desde el miércoles a espera de un momento preciso para poder cruzar, es que a lo largo del camino han sido víctimas de robos por parte de uniformados.
“No sé qué pasa con las autoridades, nos han dejado a medio desierto, nos han dejado a media carrera. Nos asustan, nos han quitado cosas y nos dejan sin agua, sin comida y sin provisiones”, dice Juan Emmanuel.
Luis, quien se detuvo en Panamá durante varios meses y también salió huyendo por la situación, recuerda que los problemas con el INM se han observado en los retenes.
Dijo que en su trayecto más reciente vivió dos ocasiones en que la migración los bajó del camión donde venían, y sus preguntas insistieron en cuánto dinero portaban, no en si se encontraron en el país con estancia regular.
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“En un retén uno de los de Migración me pidió mi celular, pero de buenas que yo lo había podido guardar, pero a los demás sí se los quitaron. Como yo era de los últimos que revisaron, pues ya solo me quitaron los 200 pesos que traía en la bolsa del pantalón”, indica.
“Incluso en uno de los retenes, vimos cómo a mujeres las tocaban. Incluso a una de las que venían con nosotros uno de ellos la intentó besar”, dice Luis, quien ha ido pausado su viaje, pues en cada ciudad de México ha tenido que trabajar para obtener los ingresos para seguir.
En su travesía, Luis dice que tomó la ruta del este, que llega hasta Monterrey y de ahí hacia Nueva Rosita, pasando por Allende, donde se encontró también con solidaridad social, y con el bocado que desde hace días no había probado.
“En Rosita vimos a personas en la iglesia que hacen comedor y dan refugio. El problema no han sido las personas, han sido las autoridades”, concluyó.