Leyendas de Coahuila: Avistamiento de gigantes en Saltillo
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Esta es la primera entrega de una serie de historias coahuilenses que se cuentan de boca en boca, que se registran en algunos archivos o que son ya estandartes por crímenes legendarios, presencias de fantasmas e incluso fenómenos difíciles de explicar
A mitad de una zona despoblada, hace más de 50 años, un hombre ve algo que no puede creer y se espanta. ¿Lo traiciona la imaginación? Lo que sea que haya visto se le grabó toda la vida, incluso cuando nadie le creyó.
Más allá del llano sur donde desaparece Saltillo, la carretera es recta y divide el paisaje. Del lado este, en el ejido Angostura, la vegetación seca se extiende como un manto de cobre. Pero al otro extremo, como entre Derramadero y La Noria, donde la vista de Xavier Valtierra se lanza contra el horizonte, verdes hierbas se funden en un cielo agonizante.
Es septiembre de 1950. Y el clima de la región, caprichoso como es, pasa de un sol lagañoso a nubes tormentosas. Lo que al principio es un aliento gris en el firmamento, de súbito es una niebla blancoamarillenta: ni tan densa como para impedirle el paso a este joven que cuida chivas y va de regreso a casa, ni tan ligera como para avanzar sin precaución.
Entonces un relámpago cruza el cielo. Xavier se cae. Se va cayendo: pupilas dilatadas; músculos tensos; el grito sofocado más en el estómago que en la garganta. Y el corazón como metralleta. Pumpumpumpumpum. Hasta que su cuerpo aterriza de nalgas sobre la tierra húmeda. Pero no es el rayo quien le toma por sorpresa. Ya se había acostumbrado también a los truenos con su himno bélico.
Detrás de las nubes, dibujada fugaz, vio una silueta. Largas piernas. Un torso más bien abultado. Brazos como ramas de árbol seco. Lo que parecía su cabeza, una bola pequeña. Y no, no era un contorno cualquiera. Esa sombra estaba a varios kilómetros de distancia y aún así debía medir unos más de 10 metros.
El joven Valtierra, en sus veintitantos, cree ver un gigante. No es solo una persona de grandes dimensiones, es más bien humanoide.
Apenas el pensamiento lo golpea, se levanta con la rapidez del instinto, y se echa a correr rumbo a Saltillo. Atraviesa un riachuelo a trompicones. Pierde el equilibrio varias veces sobre el lodo traicionero. Y aunque voltea de repente, su miedo es devorado por la niebla y nada más.
Tiempo después, con la rudeza de los años en el cuerpo, confiesa que nunca nadie le creyó. Es agosto de 2012 y el verano está en su apogeo.
El hombre está sentado en una tina de pintura vacía en la cochera de su casa en el barrio de Santa Anita. Y entre sorbo y sorbo al envase de Coca-Cola de dieta, con el sol tronando sobre el asfalto, dice que supo de más personas que vieron lo mismo. Todos por aquel rumbo. Y a todos los tomaron por locos.
No es raro. La documentación escrita de leyendas en Saltillo evoca apariciones de fantasmas, muertes violentas o historias de celos y odio. Pero no de gigantes. Lo confirma Carlos Recio Dávila, historiador que asegura haber leído todo cuanto es posible leer sobre el tema, de cada autor que pudiera cruzarse por la mente. Sus palabras, sin embargo, son más una puerta generosa, que un muro infranqueable. Rumbo a Zacatecas se han encontrado huesos de mamut, bestias que medían alrededor de 3 metros de altura que se extinguieron hace unos 4 mil años. Esa, agrega el investigador, puede ser una conexión entre la fantasía y la realidad. Algo que puede darle aunque sea un poco de sentido a la historia de Valtierra.
Y es que en la mitología Azteca, la primera raza de humanos que fueron creados se llamaron Quinametzin. Eran gigantes. Humanos de unos siete metros creados en la era de Atonatiuh, el Sol de Lluvia o Sol de Agua.
Además de ser parte de la cosmogonía prehispánica, la existencia de estas criaturas fue documentada por frailes españoles como Juan de Zumárraga, Diego Durán , Andrés Olmos y Bernardino de Sahagún.
Las leyendas cuentan que estos seres fueron aniquilados por otras culturas mesoamericanas, como los olmecas-xicalancas (arraigados principalmente en Veracruz), También se dice que fueron víctimas de una inundación terrible. Todo esto en territorios que hoy forman Puebla, Ciudad de México y Tlaxcala.
A finales de 1500 y principios de 1600, grupos tlaxcaltecas viajaron desde la parte media del país a fundar pueblos en lo que hoy son los estados de Jalisco, San Luis Potosí y Coahuila. No sería de extrañar que con ellos viajaran sus tradiciones, sus mitos y sus leyendas.Aquí es donde los senderos se cruzan.
Los huesos hallados en Teotihuacán, atribuidos hace siglos a esta raza de gigantes, a los Quinametzin, terminaron siendo fósiles de mamuts. Xavier Valtierra falleció poco después de contar su anécdota de gigantes. Lo confirmó su familia hace ya varios años y también sus vecinos.
¿Qué habrá visto realmente? ¿Le habrá traicionado la imaginación?, ¿sería la inusual aparición de un mamut fantasma? ¿Por qué no creerle?, ¿por qué no darle su peso a la tradición oral?, ¿qué tal si en vez de juzgar todo esto de imposible, se le concede una oportunidad? Sería más justo que esta historia arranque así:
Más allá del llano sur donde desaparece Saltillo, la carretera es recta y divide el paisaje. Del lado oeste, entre Derramadero y La Noria, en el otoño de 1950, Xavier Valtierra vio la sombra de un gigante.