Los osos que sufrían en la Alameda de Saltillo

Coahuila
/ 16 abril 2022
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Un espacio inhóspito, un amante de los animales y un ‘zoológico’ en casa; Aldegundo Garza salvó a la pareja de osos que vivieron en la Alameda cerca de dos años.

Era un macho grande que pesaba cerca de 100 kilos y una hembra joven muy geniuda, de muy mal carácter. Así describió el saltillense Aldegundo Garza de León al par de osos que vivían en la Alameda Zaragoza.

¿Por qué habría osos ahí? Bueno, la administración 1973-1975 del Gobierno Municipal pensó que sería atractivo para los saltillenses apreciar a estos cuadrúpedos enjaulados.

Posiblemente se haya logrado tal deseo, sin embargo, cuando las condiciones de mantenimiento se dejaron de lado, los osos se volvieron un problema.

Aldegundo, desde siempre conocido en Saltillo por ser amante de los animales, recuerda que los osos provenían de Múzquiz o Acuña, Coahuila. Quizá allá los capturaron. Lo cierto es que no hay mayores referencias sobre su origen.

La pareja de osos se ubicó cerca de la calle Juan Aldama, frente a la Benemérita Escuela Normal de Coahuila, donde hoy se encuentran los juegos infantiles. El 10 enero de 1977, VANGUARDIA publicó que el sitio donde habitaban los osos no era el adecuado, no tenían la alimentación necesaria, ni libertad de movimientos. “Un ambiente que se antoja antihigiénico y absurdo”, se lee en la nota.

De acuerdo a quien en ese entonces era vigilante del lugar, Cruz Ochoa Herrera, él mismo recogía desechos de los vecinos cercanos a la Alameda o lo que se encontraba en el basurero municipal. Todo con tal de alimentar a los osos.

¿Zoológico en casa?

Fue tal el problema con los osos, que durante la alcaldía de Juan Pablo Rodríguez Galindo (1976-1978), se le propuso a Aldegundo hacerse cargo de la pareja.

“Mi ‘regalito’ de Navidad eran los osos. Él (alcalde) sabía que tenía espacio y la afición de tener algunos animales”, comentó Aldegundo, quien fue contactado por el edil en diciembre de 1976.

“Le dije: ‘pues me metes en una bronca, pero mandámelos’”, narró el saltillense iniciador de la hogareña colección de aves que luego se convirtió en el Museo de las Aves de México, ubicado en la capital coahuilense.

Entre risas, Aldegundo también narró: “yo creo que las autoridades pensaron, de gastar en eso a gastar en otras cosas... pues vamos a encontrar quien los cuide. Y les gusté yo para eso”.

Aldegundo, quien en esa época también era un popular comerciante de la ciudad, tenía una casa que en la sociedad era más bien conocida por ser una especie de ‘mini zoológico’.

La propiedad ubicada en la calle Francisco Murguía, en la privada Guadalupe al poniente de la ciudad, era visitada por escuelas y la comunidad en general.

Literalmente en el patio de su casa Aldegundo tenía una pareja de jaguares, ocelotes, jaguarundis y unas águilas. A esa familia silvestre se sumaron los osos de la Alameda.

“No podría decir que un zoológico porque nunca he sido muy partidario de los zoológicos, pero sí me gustaban mucho los animales”, señaló el amante de los animales.

Además de los permisos correspondientes para tener a todos esos animales, Aldegundo tenía un espacio muy grande que daba a un arroyo y adecuado para la estancia de los animales.

Cuando los osos (que por cierto nunca recibieron un nombre como tal pues solo eran identificados como “el oso” y “la osa”), llegaron a la casa de Aldegundo, con el tiempo se dieron cuenta de que la osa cojeaba de la pata trasera izquierda.

Al llamado de Aldegundo acudió el veterinario Marcelino González. Tras evaluar a la hembra optaron por anestesiarla y la sorpresa fue encontrarle un clavo de casi tres pulgadas incrustado en la pata.

El clavo se sacó, la herida se desinfectó y la osa mejoró inmediatamente de la cojera. “Lo que no le mejoró nada fue el carácter, porque siempre se mantuvo geniuda”, recordó Aldegundo.

A pesar del carácter poco amigable que tenía la osa, Aldegundo dijo que la convivencia con la pareja de osos nunca le generó problemas, aunque sí preocupaciones.

“Fue una experiencia muy grata. Mis hijos crecieron, llevaban a sus amigos y tampoco me daba tranquilidad. Sobre todo cuando tenía que salir por trabajo”, contó el saltillense.

“Si me preocupaba, y mucho, que algún niño lo fueran a morder, aunque las rejas estaban muy bien protegidas”, comentó quien luego de tener a los osos por casi cinco años, los donó a un especialista en el cuidado de los animales en Ciudad de México.

Sobre el ‘mini zoológico’, Aldegundo tuvo a los animales silvestres más o menos por una década, desde 1974 hasta 1984-85.

En todo ese tiempo nunca hubo un accidente, pero Aldegundo expresó: “pensé que no era prudente seguir con esa preocupación”.

Los animales fueron donados a la Ciudad de México y a cambio le dieron una pareja de faisanes y pavos reales. Aves que a diferencia de los animales silvestres, no representan un gran riesgo.

Y sobre los protagonistas de nuestra historia, los osos de la Alameda, la nota emitida por VANGUARDIA en 1977 tiene el siguiente cierre:

“En conclusión, los sufrimientos de los osos de la Alameda llegarán a feliz término gracias a que existe una persona que profesa profundo afecto por los animales”.

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