Ritual de exorcismo en Frontera, Coahuila, reabre debate entre la ciencia y la fe

El lunes pasado, un exorcismo llevado a cabo en la parroquia del Verbo Encarnado, en la colonia Occidental de Ciudad Frontera, encendió la conversación en redes sociales. El caso estuvo a cargo del padre Paulo Sánchez Valencia, uno de los pocos sacerdotes autorizados en la Diócesis de Saltillo para realizar este tipo de rituales, cuya práctica —aunque infrecuente— persiste con respaldo del obispo Hilario González.
El sacerdote aseguró que la persona intervenida había “abierto portales” que facilitaron una supuesta manifestación demoníaca. Aunque fue su tercer exorcismo en dos décadas, el evento llamó la atención por su rareza y por el trasfondo espiritual que plantea. Paulo Sánchez, originario de Veracruz y formado en el Seminario de Saltillo, es miembro desde 2023 de la Asociación Internacional de Exorcistas, avalada por el Vaticano.
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La Diócesis no contaba con un exorcista oficial desde 2019, tras el fallecimiento del padre José Luis del Río. Esto llevó al obispo a formar a nuevos ministros especializados en esta práctica, entre ellos los padres Paulo Sánchez y Vicente Eliamar Vega Carrales. Actualmente, solo cuatro sacerdotes en el estado tienen autorización episcopal para realizar exorcismos.
Como parte del protocolo establecido, antes de recurrir al rito, se realiza una evaluación exhaustiva para descartar padecimientos mentales, neurológicos o psicológicos. Así lo explicó el sacerdote Jorge Guzmán, responsable de Comunicación de la Diócesis en la región centro, quien recalcó que se requiere la intervención de especialistas médicos antes de autorizar el proceso.
Aunque el exorcismo es una figura reconocida por la Iglesia Católica, desde la ciencia se interpreta como una respuesta cultural y emocional a enfermedades mentales mal entendidas. Psiquiatras y psicólogos advierten que muchos síntomas atribuidos a posesiones demoníacas pueden explicarse por trastornos como la epilepsia, la esquizofrenia o el trastorno de identidad disociativo.
LA CIENCIA OFRECE EXPLICACIONES MÁS ALLÁ DE LO SOBRENATURAL
Aunque los exorcismos son comúnmente interpretados como rituales religiosos para expulsar demonios, desde la ciencia existen explicaciones que permiten comprender estos fenómenos sin necesidad de recurrir a lo sobrenatural. Psiquiatras, neurólogos y expertos en salud mental han documentado numerosos casos en los que lo que parecía una posesión demoníaca era, en realidad, un trastorno psicológico o neurológico.
Entre las condiciones más comunes que pueden confundirse con posesiones están la esquizofrenia, los trastornos disociativos, algunas formas de epilepsia o incluso episodios psicóticos inducidos por estrés. Estos padecimientos pueden generar alucinaciones, cambios de voz, movimientos involuntarios y conductas extrañas que, en contextos religiosos, son fácilmente interpretadas como signos de intervención demoníaca.
Además del componente clínico, la psicología explica que muchas personas pueden entrar en estados de trance o reaccionar con conductas dramáticas debido al efecto de la sugestión. Cuando alguien cree firmemente que está poseído, y se encuentra rodeado de un ambiente emocionalmente cargado —como suele suceder en un exorcismo—, puede manifestar síntomas que parecen confirmar esa creencia, incluso sin estar enfermo.
El papel de la cultura también es determinante. En muchas comunidades donde el acceso a la atención médica es limitado, o donde la religión ocupa un lugar central en la vida cotidiana, los rituales de exorcismo funcionan como una forma tradicional de enfrentar el sufrimiento mental o emocional. En estos casos, el alivio que experimentan algunos pacientes puede deberse más al efecto placebo o a la validación de su angustia que a una expulsión real de espíritus.
En definitiva, aunque los exorcismos siguen siendo practicados por distintas religiones en todo el mundo, la ciencia apunta a que la mayoría de estos casos pueden explicarse mediante diagnósticos médicos y factores sociales. Reconocer esta realidad no implica negar las creencias de las personas, pero sí abre la puerta a tratamientos más eficaces y humanos para quienes sufren trastornos mentales.