Caruso y su accidental paso por Saltillo
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De la breve estadía del cantante en la ciudad se han dicho muchas cosas, la inventiva del imaginario popular, ha sido como un aria que nunca se compuso
Por la potencia, belleza y riqueza del tono de su voz, llegó a ser el cantante más grande y famoso de todos los tiempos. Enrico Caruso nació en Nápoles, Italia, fue el dieciochavo hijo de 21, solo sobrevivieron 3. A la edad de 10 años tuvo que emplearse como ayudante de mecánico, después trabajó en una fábrica textil, ninguna de estas labores fue de su agrado, lo que más disfrutaba era cantar.
Emigró a los Estados Unidos y de ahí viajó a las principales capitales del mundo. Su carrera duró tan solo 25 años, llegó a cantar 863 veces en su escenario habitual, el Metropolitan Opera House de Nueva York.
Algo que ayudó a que Caruso visitara México, fue el decreto de la prohibición de corridas de toros firmado por Venustiano Carranza. José del Rivero, empresario de la plaza El Toreo de la Condesa, no dudó en revertir la vocación de la cerrada plaza de toros. Del Rivero se trasladó a Nueva York para contratar al célebre cantante. El 24 de junio de 1919, el tenor italiano firmó un contrato para una temporada de ópera en México. Rivero pagó el precio más alto que se haya pagado jamás a un cantante en esa época, 15 mil dólares por actuación. Caruso recibió la cantidad de 28 mil dólares como anticipo y garantía de las actuaciones que habría de tener en México.
El domingo 5 de octubre en medio de una grandísima expectación, más de 20 mil almas se dieron cita para escuchar la prodigiosa voz del egregio cantante italiano. Desafortunadamente esa noche cayó una pertinaz lluvia, la cual no fue óbice para que el público se volcara para ovacionarlo. Caruso cantó de manera magistral junto a la notable contralto Gabriela Bezansoni en la ópera Carmen de Bizet.
Del libro del Dr. Noah D. Fabricat, 13 Pacientes Famosos, extraigo las siguientes líneas. “El 19 de octubre de 1919 Caruso cantó Sansón en la Plaza de Toros. Se puso un poco de bálsamo de Bengué en la nariz, se frotó con él toda la cabeza y el cuello y, sin probar antes su voz, salió a cantar. Con gran sorpresa suya, “todo salió muy bien al fin”.
La gira en nuestro país había sido muy dura, Caruso padecía de fuertes dolores de cabeza, su salud empezó a quebrantarse, en México se exacerbaron los dolores. A finales de octubre regresó en tren a Nueva York, extenuado, con una severa infección respiratoria, la cual no le permitía conciliar el sueño. El tren que lo transportaba, seguramente por razones de seguridad, tuvo que pernoctar en Saltillo. Se hospedó una noche en el Hotel de Coahuila.
Otro pasaje del libro del Dr. Noah D. Fabricat nos dice: “En Nueva York, a principios de diciembre de 1919, Caruso se enfrió mientras daba una vuelta en coche por el parque. En lugar de volver a casa, se empeñó en ver a su médico, quien le prescribió para el resfriado el mismo tratamiento que para las jaquecas. Para la mañana siguiente tenía en programa Pagliacci, Payasos, y aunque iba empeorando cada día su tos, se empeñó en cantar. Cuando empezaba a atacar el Si agudo del aria ‘Vesti la giubba’, se le quebró la voz. Entonces, al acercarse tambaleándose a los bastidores, cayó el telón para interrumpir la representación”.
Tres días después, Caruso apareció en la Academia de Música de Brooklyn, para interpretar L’elisir d’amore. Mientras cantaba la primera aria, empezó a aparecer sangre de rojo vivo en la pechera de su camisa. Desde bastidores un empleado le pasó una toalla. Caruso la tomó en sus manos, se limpió los labios y siguió cantando. Le pasaron varias toallas, pero por fin, cuando terminó el aria, hubo de abandonar la representación.
Hace unos días el doctor Jorge Fuentes Aguirre me contó que el señor Bonaventura De Nigris, dueño de la relojería italiana y coterráneo de Caruso, lo fue a visitar cuando se encontraba hospedado en el Hotel. De Nigris platicó: “Me lo topé en el vestíbulo del hotel, sentado en un sillón ensarapado, cubierto con varias cobijas, y comiéndose una manzana, después de una breve charla Caruso se marchó del hotel y reanudó su viaje a Nueva York”.
Por el estado de su precaria salud no le permitió hacer gran cosa en Saltillo, había comenzado el principio del fin, se encontraba enfermo, aquellas cajetillas de cigarros egipcios que fumó por años y un error médico aceleraron su deterioro. Caruso murió en su natal Nápoles en las primeras horas de la mañana del 2 de agosto de 1921.
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RELATOS Y RETRATOS DEL SALTILLO ANTIGUO