Cine Olimpia de Saltillo: donde nada está totalmente prohibido
En pleno centro histórico, hay un lugar en el que las fantasías de amores ilícitos se alimentan
Sus cortinas metálicas son levantadas todos los días sin excepción, dando pie a historias de amor fortuito, clandestino.
Se viven con una luz tenue, proveniente de un proyector que dibuja en una pared blanca imágenes de sexo explícito. Así pasan los días del cine Olimpia, el más antiguo de la ciudad.
Son las dos de la tarde, plena hora pico. La calle de Allende comienza a congestionarse. Automovilistas y peatones que pasan por ahí, cruzando Presidente Cárdenas, no dan importancia al edificio que está a un lado de la gasolinera.
El cine, en pie desde los años 70, es una estructura enigmática, cómplice de los bajos instintos de un fiel grupo de saltillenses.
A lo largo del tiempo su apariencia se ha degradado, aunque aún cumple la función para la que fue creado: reunir a propios y extraños para pasar un buen rato.
Si bien las largas filas para ingresar a ver las películas que programaban a las 17:00 horas, como “Tráiganme la Cabeza de Alfredo García”, proyectada en octubre de 1975 —el año de su fundación— aún hay un puñado de espectadores que se dan cita en el lugar.
No, esos tiempos quedaron en el olvido. Al igual que sus competidores, los cines Saltillo, Royal, Cinelena, Florida I y II, Plaza y Palacio, cayeron en el pozo de la indiferencia.
Sin embargo el Cine Olimpia encontró la fórmula para resurgir en los años 80. Fue cuando exhibía las películas de las ficheras, que su administración descubrió un sector no explorado en la ciudad: el cine para adultos y eso le permitió evitar la desaparición en la que cayeron sus competidores.
Fue a finales de esa década y principios de los 90, que ya solo exhibía películas de clasificación XXX y se anunciaba en la cartelera de los principales medios impresos de la ciudad.
“Batallón de la Lujuria”, “Pasión Erótica” y “Las Insaciables”, fueron solo algunos títulos que se podían leer en la cartelera del periódico, con doble función, a las 5 y a las 9 de la noche.
La última vez que se anunció en cartelera fue el 16 de septiembre del ‘97, con las películas “Mundo Erótico de Barbie” y “Glotonas del Sexo II”.
Esto trajo a otro tipo de público, uno que no quería presumir su ida al cine y uno más discreto, clandestino, prohibido. Así el enigma comenzó. ¿Qué es lo que pasa realmente tras bambalinas?
INGRESAR AL MUNDO OBSCURO
La entrada es de 70 pesos Y puedes pagar en taquilla, o bien, pagar dentro, para que nadie vea que ingresas a un cine porno. En el lobby, como en cualquier otra sala de proyección, se encuentra un taquillero, quien rompe el boleto para darte acceso a un lugar prohibido para los menores de edad.
El vestíbulo es propio a la fecha de su creación y al fondo, justo enfrente de la entrada principal, se encuentra la dulcería, que en sus mejores años tuvo una gran variedad de golosinas. Ahora tiene un par de frituras, sopas instantáneas, pan dulce y cigarros.
Al estar frente a la dulcería una media luna da a los dos accesos de la sala. Conforme vas entrando se percibe una mezcla de olor entre cloro, tabaco, alcohol y semen. Sexo. Huele a sexo.
En la sala este olor se intensifica, se pierde la visibilidad. La penumbra se extiende a lo largo de las butacas viejas y desgastadas que están divididas en dos partes: la planta baja, en donde se encuentra un proyector en la parte del medio y que está asegurado con una estructura de acero, tipo jaula; y la planta alta, que en sus rincones hay muestras de encuentros sexuales: condones usados, papeles con fluidos, botellas, colillas de cigarro y latas de cerveza.
Según el taquillero ingresan entre 60 y 80 personas diarias, que se pueden estar desde la apertura hasta el cierre, a las 10 de la noche. Es de permanencia voluntaria, así que una vez que entran a la sala, no son molestados por los trabajadores del lugar.
Mientras las escenas eróticas pasan el rechinar de las butas se escucha al compás de los gemidos de la película, o de los suspiros ahogados de dos amantes que aprovecharon la oscuridad para darse placer.
La fórmula es simple: al entrar si alguien se te acerca quiere decir que busca un encuentro. Es el libre albedrío. Quienes acceden saludan o simplemente toman la mano de quien será su pareja momentánea.
De no acceder se puede decir abiertamente que le den su espacio o bien, en casos más extremos, hablar con los trabajadores que se encargan de sacar a la persona y no darle acceso de nuevo, al menos durante ese día.
Pero esto casi nunca pasa, por lo general la sala del cine se convierte en motel momentáneo, el más barato de la ciudad, para aquellos hombres con gustos reprimidos que solo ahí encuentran la manera de sentirse bien.
Con el pasar de las horas el humo de tabaco llena la sala, las luces no se encienden durante toda la tarde, las películas continúan una tras otra mientras el lugar se llena cada vez más.
Van en busca de algo que no encuentran en las calles y si lo llegan a encontrar son señalados, por eso buscan el clandestinaje del Olimpia, que con el pasar de los años, más que una sala de exhibición se convirtió en un refugio.
Los dependientes saben de esta situación, pero no pueden hacer nada para mediar esto. Pagas tu entrada y nadie se mete contigo, a menos claro que esa sea la idea.
Otros más desafortunados utilizan el lugar para pasar la tarde, tomarse unos tragos y fumarse un par de cigarros mientras ven imágenes de mujeres que solo en sus mentes poseen. Ignoran a los presentes y lo que hagan, solo buscan un lugar para calmar sus ansias de pornografía, autosatisfacerse en la butaca. Se les ha creado un fetiche.
Así es como han transcurrido los últimos años de este cine, que es la única manera de tiene de sobrevivir, utilizando los bajos instintos y la doble moral de un número creciente de saltillenses con gustos diferentes. Porque según se escucha en su interior, nada está totalmente prohibido…
LOS QUE SE QUEDAN FUERA NI SE LO IMAGINAN
Por: ADRIANA ARMENDÁRIZ
Eres el cine más antiguo de Saltillo y proyectas pornografía. No se conocen del todo las historias que esconde tu fachada, mucho menos los nombres de sus personajes. Desde hace 44 años estás en la avenida principal del centro histórico de una ciudad que se jacta de ser conservadora. Muchos te ignoran, otros creen conocerte, pero pocos te visitan.
Quienes antes te frecuentaban hoy te desconocen. José Saturnino Pérez, por ejemplo, quien dice te visitó cuando eras decente. Seguirás ahí mientras puedas, te dice como deseando que desaparezcas.
Algunos solo te conocen de vista y no están de acuerdo contigo. Diego Mora asegura que das mala imagen para la ciudad estando en un lugar tan concurrido. Quizá lo dice porque su lugar de trabajo y tú están sobre la misma calle.
Cine Olimpia, los que se quedan afuera solo pueden echar a volar la imaginación. Pero por 75 pesos (40 más que en 2007) el cartel de entrada invita a los “caballeros” a descubrir tus misterios. Las “damas entran gratis en compañía de un varón”.
Das la bienvenida con una ventana protegida por barrotes negros. Una taquilla diferente a las habituales. Tu lobby es lúgubre, y frío. Te perfumas con un encierro añejo. Tienes pocas ventanas y las que hay están tapadas con papel o carteles de bailes.
Adentro nos abraza tu olor a cigarro. Ya se impregnó a los sillones cafés de la entrada. Tus letreros de “no fumar” pasan desapercibidos.
CONDONES A DISPOSICIÓN
Quizá nadie imagina que ofreces refresco; agua; fritos; cacahuates; chocolates; sopa instantánea; café; chicles; paletas; eucalipto; y cigarros. Lo que en verdad hace peculiar a tu dulcería es que a un lado de las palomitas están los condones. Algunos brillan en la oscuridad según la envoltura.
Tu única sala de proyección es de dos niveles. Caben más de 700 personas. Y aunque casi nunca te llenas, nunca te quedas solo. Tu escenario es de madera crujiente, su cómplice es la gran pantalla blanca que tiene a sus costados largas cortinas rotas, sucias, podridas.
Josías, un joven que pasa frente a ti dice: “creo que es un buen mecanismo para evitar los problemas que se están generando. Para que puedan distraerse y sacar sus frustraciones en otro lado”.
Otras personas infieren que eres más bien un refugio. “De que hagan algún tipo de cosas en la calle y a que vayan ahí y desahoguen lo que tengan que hacer. Pues preferible que vayan ahí”, dijo Nelly Rodríguez.
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