De cuando en Saltillo el fiel contraste era guardián de las medidas de comercio
En Saltillo, quizá la frase fiel contraste no le diga mucho. En un sentido literario evoca una mezcla de autoridad y exactitud en la medición, pero también resuena con un toque simbólico. Fiel sugiere precisión y lealtad a la verdad, mientras que contraste introduce la idea de comparación o verificación, como si todo se midiera frente a un estándar inquebrantable.
Es una expresión concisa, que pareciera ser una sentencia que no admite discusión, afirmando un control férreo sobre la medición. Sin embargo, puede que no sea completamente precisa, ya que lleva en sí la tensión entre la exactitud que promete y las imperfecciones del mundo real, donde las medidas pueden no siempre cumplir con esa idealizada fidelidad.
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Dentro del contexto de pesos y medidas, implica que una balanza o un instrumento de medición es confiable y proporciona resultados consistentes. Un instrumento que ofrece un fiel contraste significa que es capaz de distinguir de manera precisa entre diferentes pesos o medidas, haciendo que la comparación entre ambos sea clara y exacta.
EL VIEJO SISTEMA DE MEDIDAS EN LA NUEVA ESPAÑA
El progresista Antonio de Mendoza llegó como primer virrey a la Nueva España en abril de 1535. Con una visión adelantada a su tiempo, en 1536, además de fundar la Casa de Moneda, regular la minería y fomentar el desarrollo del puerto de Veracruz, Mendoza creó un sistema de medidas que traería uniformidad al comercio de la Colonia.
El sistema buscaba la exactitud en el intercambio de bienes. Iba desde alimentos hasta tierras, todo debía medirse con precisión. Las libras, arrobas, quintales y toneladas se convirtieron en las medidas fundamentales del comercio. Durante más de 350 años, este sistema fue el pilar de las transacciones, brindando estabilidad y confianza entre los habitantes.
Aunque en el México Independiente, 1857, el sistema métrico decimal se implantó oficialmente, las antiguas medidas siguieron en uso, manteniéndose vigentes en la vida cotidiana hasta los primeros años del siglo 20. Mendoza, con su legado de orden y precisión, dejó una huella que perduraría más allá de los siglos.
DE LOS ENSERES NECESARIOS
Durante enero de 1751, cuando la Villa de Santiago del Saltillo pertenecía al Reino de la Nueva Vizcaya, el regidor fiel ejecutor, Mathías de Aguirre, decidió tomar acción para regular los pesos y medidas para el Valle del Saltillo. Con ese fin, otorgó poder a Pedro de la Zendeja para que viajara a Durango y obtuviera el padrón del fiel contraste, el sistema de medición que regulaba el comercio en aquella ciudad.
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El maestro carpintero Joseph de Urbina construyó en Durango los primeros instrumentos que marcarían el futuro del comercio en Saltillo. Con siete tablas y sus manos hábiles, Urbina fabricó los patrones de pesos y medidas: almudes, celemines y la vara para medir distancias.
Estos enseres, ensamblados con madera y rematados con láminas para asegurar la exactitud, se convirtieron en los instrumentos oficiales para medir granos y delimitar terrenos.
Con el objetivo de garantizar dar certeza y justicia al comercio en la antigua Villa del Saltillo, el gallego Juan Landín estuvo como uno de los primeros encargados del fiel contraste. La presencia de esta dependencia no solo aseguraba que cada comerciante ofreciera lo justo, sino que los consumidores, en teoría, tuvieran la tranquilidad de recibir lo que pagaban.
El comercio en la Villa de Santiago del Saltillo y otras partes de la Nueva España se rigió por medidas tradicionales traídas desde el Viejo Mundo. La libra española, muy distinta a su versión inglesa, era la medida más común para pesar mercancías. Equivalía a unos 460 gramos y se dividía en 16 onzas, unidad que también jugaba un papel esencial, especialmente para pesar metales preciosos y pequeños ingredientes.
Entre los agricultores, la arroba era indispensable. Esta unidad, que pesaba 25 libras o unos 11.5 kilogramos, facilitaba el intercambio de productos agrícolas. Incluso para líquidos como vino o aceite, la arroba tenía un lugar fundamental en las transacciones.
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Otro protagonista en las ferias y mercados era la fanega, utilizada para medir granos. Una fanega de trigo rondaba los 55 kilogramos, aunque su peso podía variar según la región y el producto. Cuando el comercio era a gran escala, entraban en juego el quintal, que equivalía a 100 libras o unos 46 kilogramos, y la tonelada, la medida más imponente, que alcanzaba los 920 kilogramos.
UNA MODERNIZACIÓN TARDÍA
Durante siglos, las varas, las arrobas y las fanegas habían sido las unidades comunes, y para muchos representaban algo más que simples medidas. Eran el vínculo con el pasado colonial, una herencia que, aunque imperfecta, regulaba las transacciones del día a día. Solo que con el impulso de la modernización, el sistema métrico comenzaba a ganar terreno. Francia había dado el primer paso a finales del siglo 18, y otros países de América Latina.
En medio de las reformas para modernizar la nación, durante el gobierno de Ignacio Comonfort en 1857, México dio un paso trascendental: adoptó el sistema métrico decimal. No obstante, este cambio, que en papel marcaba el inicio de una nueva era de precisión y equidad en el comercio, tardó en hacerse sentir en la vida cotidiana. Las razones eran claras: la infraestructura escaseaba, los instrumentos de medición no estaban al alcance de todos, y los sectores más arraigados al viejo sistema colonial se resistían a abandonar sus costumbres.
EL DESAFÍO EN SALTILLO
El 1 de mayo de 1857, Saltillo fue testigo de un evento que cambiaría su comercio para siempre: la adopción oficial del sistema métrico decimal. La antigua Oficina del Fiel Contraste, encargada de regular los pesos y medidas durante siglos, se vio obligada a transformar su funcionamiento.
Las autoridades municipales, enfrentadas a la resistencia de los comerciantes que preferían el viejo sistema, emprendieron una ardua labor. Había que garantizar que las nuevas normas fueran respetadas, y quienes intentaran engañar a sus clientes alterando las medidas, enfrentaban sanciones.
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Las viejas costumbres no se dejaron atrás. Los comerciantes más reacios seguían utilizando las medidas tradicionales, mientras que aquellos más modernos comenzaban a adaptarse al sistema métrico, especialmente en sectores industriales y científicos. Las varas, arrobas, y fanegas, profundamente arraigadas en la cultura local, retrasaban la adopción del nuevo sistema.
Durante años, ambos sistemas coexistieron en una especie de transición lenta y conflictiva. Otra medida que perduró fue el cuarterón, que equivalía a un cuarto de libra, o unos 115 gramos. Se utilizaba mucho en las tiendas de raya de las haciendas, como parte del pago a los peones, el cuarterón principalmente se usó para expender maíz y frijol.
EL IMPULSO DEFINITIVO
No fue sino hasta el gobierno de Porfirio Díaz, casi cuatro décadas después, cuando el sistema métrico encontró el respaldo necesario para consolidarse. En 1896, un decreto presidencial impulsó su uso obligatorio, cerrando la brecha entre lo antiguo y lo moderno, la observancia y regulación de pesos y medidas pasaron por completo a manos del Gobierno Federal.
A partir de ese momento, el sistema métrico comenzó a dominar el comercio, las fábricas y los mercados. Además, se establecieron políticas educativas para asegurar que las futuras generaciones crecieran aprendiendo el nuevo sistema, dejando atrás las medidas coloniales.
Cuando el sistema métrico decimal llegó a México, con su promesa de precisión y justicia en las transacciones comerciales, muchos pensaron que por fin se acabarían los abusos en las pesas y medidas. Sin embargo, la realidad fue otra. A pesar de los esfuerzos por implementar kilos exactos y litros completos, muchos comerciantes encontraron la manera de seguir con sus viejas tretas, ajustando a su conveniencia las reglas del nuevo sistema.
El uso del sistema métrico decimal no impidió que estos pequeños fraudes continuaran.Un kilo rara vez era un kilo completo, y un litro, en el mejor de los casos, apenas llegaba a los 900 mililitros. La modernización del sistema no eliminó las viejas costumbres; solo las adaptó a las nuevas circunstancias.
El ingenio no tiene límites cuando se trata de ganar unos pesos extra. Recuerdo una anécdota que me contó un conocido, que bien podría pasar hoy en día, aunque parece sacada de otra época.
HAY VENDEDORES ABUSIVOS
Este hombre trabajó un tiempo en una tienda de abarrotes en el Mercado Juárez de Saltillo, de esas donde aún se venden productos a granel y la confianza con el tendero es parte del trato. El dueño de la tienda, un hombre de pocas palabras y muchas mañas tenía un repertorio de trucos para hacer su negocio más rentable, siempre a costa del cliente, por supuesto.
Entre las artimañas que usaba, estaba la costumbre de agregar sal al detergente en polvo, haciéndolo rendir más de lo que debía. No contento con eso, también echaba piedrilla de río a los costales de frijoles, con lo que conseguía aumentar el peso y, por ende, el precio. Pero su truco más ingenioso y descarado era el que empleaba con la báscula.
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Al despachar ciertas mercancías, como el azúcar o el café, el tendero solía poner disimuladamente el dedo en la báscula. Mientras distraía a su cliente con una amable conversación o señalando el marcador de peso, la atención del comprador se centraba en el número que indicaba la báscula, entretanto hacía presión con el dedo, añadiendo unos gramos invisibles pero efectivos al total. De este modo, la cuenta siempre salía a favor del ventajoso comerciante.
Por muchos años, la Oficina del Fiel Contraste estuvo establecida en el antiguo edificio de la Presidencia Municipal, Hidalgo y Aldama, a espaldas de la comandancia de policía donde después estuvo el archivo municipal.
En 1957 la Secretaría de Economía celebró el centenario de la implantación del sistema métrico decimal, en una sencilla ceremonia se colocó una placa conmemorativa en el lugar donde estuvo establecida la Oficina del Fiel Contraste, justo en donde hoy están las oficinas administrativas del Centro Cultural Vito Alessio Robles. ¿Alguien recuerda la placa? ¿Acaso la mandaron al kilo?
saltillo1900@gmail.com
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