El lirio y el pajarillo
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El filósofo Kierkegaard escribió: Había una vez un lirio en un lugar apartado, junto a un arroyuelo, y era bien conocido de algunas ortigas y un par de otras florecillas de la vecindad.
El lirio estaba, según la descripción veraz del Evangelio, vestido más hermosamente que Salomón en toda su gloria; por lo mismo, despreocupado y alegre todo lo que duraba el día.
El tiempo pasaba sin darse cuenta y felizmente, como el agua del arroyuelo canturreando y corriendo.
Pero aconteció que un buen día vino un pajarillo a visitar al lirio, volvió a venir al día siguiente, estuvo ausente unos cuantos días, hasta que al fin otra vez volvió. Esto le pareció al lirio extraño e incomprensible; incomprensible que el pájaro no permaneciese en el mismo lugar; extraño, que fuese tan caprichoso.
Pero lo que suele acontecer con frecuencia también le aconteció al lirio, que cabalmente por eso se iba enamorando más y más del pájaro, porque era caprichoso. Este pajarillo era un mal pájaro; en vez de ponerse en el lugar del lirio, en vez de alegrarse de su belleza y regocijarse juntamente con él de su jovialidad inocente, lo que quería es darse importancia, explotando su libertad y haciendo sentir al lirio lo atado que estaba al suelo.
Y no solamente esto, el pajarillo era además un charlatán y narraba al tuntún cosas y más cosas, verdaderas y falsas: cómo en otras tierras había, en cantidad enorme, otros lirios completamente maravillosos, junto a los cuales se gozaba una paz y alegría, un aroma, un colorido, un canto de pájaros, que sobrepasaban toda descripción. Esto es lo que contaba el pájaro, y daba fin gustosamente a cada una de sus narraciones con la siguiente acotación que humillaba al lirio: que él, comparado con tanta gloria, aparecía como una nada, desde luego, que era tan insignificante que se podría plantear el problema de que con qué derecho se llamaba propiamente lirio.
Con estas cosas el lirio llegó a preocuparse, y cuanto más escuchaba al pájaro mayores eran sus preocupaciones; no volvió a dormir tranquilo por la noche, ni a despertarse alegre por la mañana; se sentía encarcelado y atado al suelo, el murmullo del agua se le antojó aburrido y los días largos.
Empezó definitivamente a ocuparse de sí mismo y de las circunstancias de su vida en la propia preocupación durante todo el largo día.
Al final de la anécdota el lirio decidió que el pájaro lo arrancara de raíz y lo llevara a trasplantar a un mejor lugar. El lirio se marchitó por el camino.
Kierkegaard explica que el lirio es el hombre y el pajarillo es la idea de compararse con los demás, la preocupación por ser alguien más.
Muchos de los males actuales de nuestra sociedad provienen del no estar contentos con lo que uno es, de envidiar, de querer tener más y de codiciar los bienes ajenos.
El problema viene cuando, para lograr una mejora, se recurre a medios ilícitos como el robo, la mentira y la violencia.
Hay que ser hombres-lirio felices y ponerle un espantapájaros al canto de las ideas irracionales.
jesus50@hotmail.com