Imaginación contra el fanatismo

Saltillo
/ 30 septiembre 2018

    Hace unos días “un enfrentamiento entre las porras de Tigres y Monterrey indignó a la sociedad”. El hecho es un síntoma del fanatismo que permea a muchas sociedades del mundo, incluida la nuestra.

    Dice Amos Oz, en su ensayo “Contra el fanatismo”: “…se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos… la típica reivindicación fanática es: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea”.

    El fanatismo no se limita a equipos de futbol, puede ser de tipo político, religioso o ideológico: la conformidad o uniformidad, la idealización de líderes, la adoración de individuos seductores, Madonna y Maradona.

    En 1926, el gobierno de Calles prohibió en México el culto, con la intención expresa de destruir a la Iglesia Católica, lo que ocasionó una guerra civil, la Cristiada. Querer tener siempre la razón e imponerla también es una forma de fanatismo.

    Dice el poeta Yehuda Amijai “Donde tenemos razón no pueden crecer flores.”
    Para Oz el fanatismo empieza en la familia, se trae en los genes y es altamente contagioso. “La esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar…. Brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”.

    Dice Jean Meyer que, en las famosas redes sociales, cualquier información que no sea 100% favorable (al nuevo régimen en el gobierno), aunque no sea una opinión sino un dato duro, una estadística, provoca la ira de ciertos fanáticos.

    Manifestar opiniones vehementes no es fanatismo, como tampoco se trata de caer en un relativismo moral. “La esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar.”

    Por eso Oz dice que el fanatismo empieza en familia cuando pretendes hacer al pariente a tu gusto, o igual a ti. Oz propone contra el fanatismo una dosis de sentido del humor, reírse de uno mismo, la habilidad de verse a uno mismo como nos ven los demás, aprender a gozar de la diversidad, y usar la imaginación. Imaginar al otro ¿Qué pasaría si yo fuera ella o él?

    Una persona capaz de imaginar lo que sus ideas implican, puede disminuir su grado de fanatismo. Sandel, en su libro “Justicia” propone imaginar que manejas un tranvía a 100 kilómetros por hora y ves que, más adelante en las vías hay cinco trabajadores.

    Intentas detenerte, pero los frenos no funcionan. Sabes que si los impactas morirán los cinco. De repente ves una vía alterna a la derecha, ahí también hay un trabajador, solo uno. Te das cuenta de que si desvías el tranvía matarías a un hombre, pero salvarías a cinco.

    La mayoría decide desviar el tranvía.

    En otra versión de la historia del tranvía, eres un espectador de pie al lado de la vía. En esta ocasión no hay pista alterna. De nuevo el tranvía no tiene frenos y hay cinco trabajadores más adelante. El tranvía está a punto de impactarlos, cuando te das cuenta de que a tu lado hay un hombre muy pesado. Sabes que si lo empujas en el camino del tranvía éste se detendría, el hombre pesado moriría y se salvarían los mismos cinco trabajadores.

    Consideras saltar tu mismo, luego te percatas que tu peso no detendría al tranvía. Al preguntar si es correcto empujar al hombre pesado a las vías, la mayoría responde que no. Imaginar situaciones puede lograr que un fanático cambie sus posturas.

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