La zona de tolerancia de Saltillo se ha perdido
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Ahora la prostitución se hizo clandestina y se ha mudado al centro de la ciudad
Saltillo.- En 2015 fue “reventada” una casa de citas en la calle Ateneo, y con ello quedó al descubierto, el oficio más antiguo de la historia de la humanidad se está ejerciendo en el centro de esta capital.
Es un secreto a voces, la prostitución clandestina ha estado todo el tiempo asentada en esa parte de la ciudad, se oculta en la sombra de los árboles de la Alameda y de pronto sale, al caer la noche para advertir su presencia, para ofrecerse al placer de taciturnos buscadores de esa efímera felicidad.
De la Nueva Tlaxcala a la Alameda deambulan al caer la noche, se pierden entre la prisa de los transeúntes y sus miradas están buscando potenciales compradores de caricias noctámbulas; ahí se dispersan, caminan entre los pasillos y se confunden entre los estudiantes preparatorianos.
El comercio organizado en el primer cuadro citadino lo ha denunciado más de una ocasión, al bajar las cortinas de establecimientos, son las últimas personas en retirarse, pareciera no tener prisa, aunque la verdad su actividad recién está por iniciar, encienden un cigarro del canasto, es la prostitución clandestina y el peregrinar por las calles que empiezan a vaciarse, empieza; Victoria y Allende, las más concurridas.
“Es más que obvio, han bajado de la zona, están buscando los bares del centro de la ciudad; de una población registrada entre 600 sexoservidoras, ya no son ni 90 las que aún presentan su licencia sanitaria; poco a poco la zona de tolerancia está perdiéndose, el sexoservicio ahora está disperso en las calles de la ciudad”, asegura Verónica Hernández Mendoza, vocera en la zona de tolerancia.
Por muchos años la competencia venía de otras ciudades del norte y poco a poco la ciudad sanitaria está quedando vacía, pareciera advertirse que la prostitución no existe más, por el contrario se ha incrementado y ahora está en las calles, sin control y en el clandestinaje absoluto.
“Se hacen los disimulados, yo pudiera señalarle los espacios donde se reúnen para de ahí continuar por las calles del centro, algunas ingresan a los bares, otras tienen lugares establecidos, lo hemos denunciado y nadie hace nada”, asegura Armando Gutiérrez González, integrante del Consejo Ciudadano de Seguridad.
Miembro también de la Cámara de Comercio en la ciudad, Gutiérrez González advierte que otro de los espacios donde se reúnen es la Alameda Zaragoza, sobre todo los fines de semana y de ahí a los bares o simplemente recorren las calles Victoria, Aldama y Allende, por donde se ubica el viejo cine “Olimpia”, el cigarro encendido es la “contraseña”.
Del último censo de salud y registro que se hiciera en la zona de tolerancia, se desprende la cantidad de sexoservidoras que han dejado de asistir, por lo poco atractivo que les resultan los salones, la casi nula asistencia de parroquianos, además del abuso al que son sometidas, advierte Aída García Badillo, presidenta de la organización EUX Arte y Sida.
Las causas de la clandestinidad
Son muchos los abusos, los pagos de cuotas, la competencia que viene de otras ciudades, pero también el acoso de los guardianes del orden, por eso se deriva el clandestinaje.
“Si antes se había medio controlado, la falta de protección y garantías las ha obligado a retirarse a otros lugares, y continuar con esa actividad de manera clandestina”, insiste la activista social.
“Desde que me desocuparon de la maquiladora, empezó el engaño en casa, la necesidad de llevar dinero en un lugar donde no existen oportunidades, es prioritario, mi papá ya es grande y mi hijo va a la escuela, soy la única que salí a ganarme la vida a Saltillo”, asegura Ivonne, -adoptando ese nombre para ocultar el de pila-.
Así se hace llamar, y son los boleros, los vendedores de billetes de lotería de la plaza Manuel Acuña quienes la “ganchan” con los clientes, en su mayoría pensionados, pero siempre cuidándose de los policías.
Ivonne señala que desde hace más de 10 años causó su baja de una maquiladora al sur de la ciudad, enfrentó el dilema y lo resolvió esa misma tarde, llevar dinero al rancho, a como dé lugar, allá ninguna justificación es válida cuando las oportunidades son escasas, y las necesidades apremian cada día.
Saltillo es una ciudad con un horario establecido para la venta de alcohol, la medida es para todos los bares y centros de diversión nocturna, pero aún con esas limitantes las personas que ejercen la prostitución han sabido ajustarse al mismo, al igual en los establecimientos y en las calles, insiste Verónica Hernández.
Este crecimiento de la ciudad hace que cada día se vaya perdiendo más la asistencia a lo que se consideraba el espacio para este tipo de diversión nocturna, para expandirse a toda los rincones de Saltillo y de ellos no escapan los antros frecuentados por jovencitos.
Un breve recorrido por la edad del placer, recuerda el Saltillo, llamado pueblo grande, pero atractivo para los varones de Nuevo León, de Concepción del Oro y de los mismos saltillenses, por la otrora zona roja que se ubicaba por la calle Terán, ahora Dionisio García Fuente, justamente donde iniciaba la periferia de esta capital.
Para el año de 1965, se traslada el viejo “congal” que cubrían las huertas de lo que hoy es la colonia Otilio González, los buscadores de places nocturno le llamaban “el triste”.
El crecimiento de ese sector, la llegada de nuevas familias asentadas en esos lugares, así como la construcción de prometedores condominios, advertían el crecimiento de Saltillo por ese lugar, y se pensó en dos sitios a donde relegar y esconder “la vergüenza” que significaba la vida nocturna de Saltillo.
Lomas de Lourdes y Vicente Guerrero, las autoridades han optado por la segunda, la primera sería una copia de “Chipinque” de Monterrey, una zona residencial en las montañas, Saltillo abría sus espacios al glamur habitacional, a la vez de atender un problema social, la prostitución.
Lenones y cantineros, junto con las mujeres de la vida galante fueron confinados a esa parte de la ciudad, que para 1976 era casi imposible pensar que llegaran los “clientes” y la resistencia no se hizo esperar; sin embargo, contra todo los pesares se instaló ahí la ciudad sanitaria, o zona de tolerancia, la misma, aunque casi en el abandono, ahora ya ha sido absorbida por la mancha urbana.
El proyecto de reinstalación de la nueva zona de tolerancia ya duerme el sueño de los justos, para las autoridades pudiera ser un alivio la no existencia más de esa demanda, mientras la prostitución se ha apoderado ya de la ciudad, de una capital donde la tolerancia ha perdido su zona.