Las diez enseñanzas de Cornelio Reyna

Saltillo
/ 7 octubre 2018

    Cornelio Reyna nació un 16 de septiembre de 1940 en el ejido Notillas, municipio de Saltillo, Coahuila.

    El lugar parece un desierto, algo así como la superficie de Marte. Román, su papá, le enseñó a tocar el bajosexto cuando tenía siete años.

    “El niño es dueño de una terquedad a toda prueba, lo primero que resiente son las cuerdas que ampollan sus dedos. Pero eso no lo detiene, quiere tocar mejor que su padre. Primera enseñanza.

    Practican para deleitar a la escasa población de Notillas. Cornelio no toca las canciones como Román las escuchó en sus correrías por Saltillo, mucho menos comete errores en la ejecución: la toca mejor y hay que reconocerlo. Segunda enseñanza.

    Una tarde llega su padre y lo encuentra tocando una canción que no le ha enseñado él. ¿Y esa canción, quien te la enseñó? -Es mía, yo la compuse, -responde el niño. Tercera enseñanza.

    -Se parece mucho a una que les oí en Saltillo a los Montañeses del Álamo. “Si quieres componer canciones, tienes que conocer más música, toda la música que se ha compuesto hasta ahora. Así no vas a mal componer las canciones que ya están bien compuestas.” Cuarta enseñanza.

    Cornelio viaja a Saltillo por primera vez a los catorce años. Recorre las calles del centro, Lerdo, Pérez Treviño, ve restaurantes y cantinas con letreros: “Prohibida la entrada a boleros, mujeres, niños y uniformados”. Escucha desde afuera las canciones y anota en su libreta para aprendérselas.

    Duerme donde puede, en una banca de la alameda, en la central de autobuses.  Con el tiempo prefiere no cantar en los restaurantes de Saltillo, aunque a la gente le gusta como canta, no le sueltan más de dos pesos, por cantar horas. Quinta enseñanza.

    En las cantinas ya lo dejan entrar, porque les gusta su manera de tocar, también le dan poco dinero.  Duda si elegir otro instrumento y se convence de que nadie toca el bajosexto mejor que él. Quiere ser “Cornelio Reyna, el compositor” y quiere grabar un disco. Un amigo le dice “No ha de faltar con quien, pero en Saltillo no. Todos nos hacen menos porque somos de aquí. Mejor hay que irse a Monterrey. Sexta enseñanza.

    Junta dinero durante un año y le dice a su familia prepárense porque nos vamos a Monterrey. Su papá le dice: “¿Y para que quieres vivir en Monterrey? ¿Se te hace poco todo lo podrido que has visto en Saltillo?” -Es mejor irse (de Notillas), porque aquí no hay mañana para nosotros.

    Monterrey no es Saltillo, en el segundo conocía a toda la gente y en el primero a nadie. En Monterrey se gana bien, pero todo es mas caro que en Saltillo. Séptima enseñanza.

    Deciden irse a Reynosa en busca de dólares y ahora sí dedicarse a la música. Ahí alguien lo escucha y le ofrecen grabar un disco. Octava enseñanza.

    En el bar Cadillac de Reynosa, Cornelio Reyna conoce a Ramon Ayala, se hacen amigos y forman un nuevo dueto: Los Relámpagos del Norte. Viven casi de aire, para cantar y componer, pensando en el éxito que no llega, pero del que no duda ni por un momento. Una noche en el Cadillac, durante el intermedio, se les acerca Paulino Bernal. Les dice que fue a escucharlos porque le habían hablado mucho de ellos, pero se quedaron cortos. Los invita a grabar a su disquera en McAllen, discos Bego. Novena enseñanza.

    De ahí, Cornelio empezó a subir rápido por la escalera del éxito, una escalera muy larga, cada vez más estrecha. Cuando miraba hacia abajo la altura le daba vértigo. La escalera era tan alta que casi llegaba al cielo. La escalera en su punta ya no le permitía aferrarse y solo le cabía un pie. Entonces Cornelio se cayó “de la nube en que andaba, como a veinte mil metros de altura”. Empezó a perder la brújula moral: alcohol, mujeres, películas. La fama lo atropelló como les ocurre a muchos. Decima lección. 

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