‘No seamos indiferentes ni apocados de espíritu’, convoca el Obispo de Saltillo a los fieles desde la Basílica de Guadalupe
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CDMX.- En el marco de la celebración del Año Jubilar 2025, miles de devotos guadalupanos realizaron este miércoles su peregrinación anual a la Basílica de Guadalupe, que comprendió un recorrido de dos horas.
El templo, con capacidad para albergar unas 10 mil personas, fue abarrotado en su mayor parte por saltillenses, luego de su caminata por la Calzada de los Misterios, desde la Glorieta de Peralvillo.
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Como ocurre cada segundo miércoles de julio, el obispo de Saltillo, Hilario González, pronunció al filo del mediodía una homilía, luego de llamar “peregrinos de esperanza” a quienes, junto con él, arribaron a la basílica.
—Sabemos que la Virgen María —dijo— nos acompaña en nuestro caminar y nos recibe en su casa con los brazos abiertos.
—Sentimos el gozo y la paz, frutos de entrar en la presencia del Señor y de constatar que somos su pueblo amado; y, llenos de esperanza, agradecemos a Dios su bendición al llamarnos a ser su familia santa —subrayó.
Luego de destacar la milagrosa concepción y misión de Jesús, presente aún entre los cristianos, el prelado clamó por piedad y bendición para todos.
—Hoy le presentamos a Dios, por medio de María, esta súplica comunitaria ante las situaciones difíciles que afrontamos en nuestra realidad personal, familiar y comunitaria —expresó.
González García también pidió:—Vuelve, Señor, tus ojos a nosotros, pues los retos que afrontamos parecen superarnos, y deseamos reconocer tu bondad y tu fuerza salvadora, que nos anima y entusiasma para ser en el mundo tu pueblo/familia que peregrina con esperanza y se compromete en la edificación de tu Reino.
—Que tu Palabra nos ilumine para descubrir los caminos de justicia y de paz que podemos diseñar y construir en nuestro mundo —demandó más adelante.
—A los pies de María de Guadalupe —puntualizó—, deseamos la intercesión de nuestra buena madre de la esperanza. Hoy escuchamos su invitación a confiar: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás por ventura en mi regazo?”.
Continuó:—Estas palabras han alimentado nuestra esperanza a lo largo de nuestra historia, y, bajo su amparo e intercesión, nos siguen impulsando a ser un pueblo y familia de Dios que no se da por vencido.
—En María hay esperanza; no simple optimismo iluso, sino testimonio de confianza que impulsa a salir de sí mismo, con generosa prontitud, para ayudar al hermano y constatar en el prójimo las bendiciones de Dios —externó el obispo.
La esperanza que hay en María también se debe a que “es la mujer que glorifica al Señor, y su espíritu se llena de júbilo en Dios, pues se sabe amada y bendecida por Él, y esta experiencia la comparte con humildad y servicio al prójimo”.
—¡Vamos, hermanos!, no seamos indiferentes ni apocados de espíritu; vayamos al encuentro de las personas y las realidades que nos piden ayuda, de aquellos que están perdiendo la esperanza porque no se han dado cuenta de las señales de bendición de Dios en su vida y tienen la tentación de darse por vencidos —convocó.
E insistió:—¡Vamos, hermanos!, seamos dichosos con María por haber creído en las promesas de Dios, y seamos personas de paz y esperanza que colaboran en los proyectos de salvación que el Señor nos invita a realizar en nuestra comunidad diocesana, para bendición de todas las personas que la componen.
Invitó también a que, con la esperanza en la Virgen, “seamos semilla fecunda del Reino de Dios en nuestro país, para avanzar en la justicia y la paz que necesitamos”.
—Seamos luz del mundo que ilumine las realidades oscuras, y sal de la tierra que dé sabor cristiano a nuestro entorno. Seamos digna familia de Dios, con una identidad cristiana alegre y pacífica, edificando lazos de hermandad en Cristo que animen nuestras comunidades —remarcó.
—Que nuestro Padre Dios nos siga bendiciendo, su Hijo Jesucristo nos enseñe a ser mejores personas al servicio de los demás, y que el Santo Espíritu nos impulse con su amor a vivir en congruencia y generosidad al servicio del Evangelio —concluyó.