Parras de la Fuente y su fiesta del vino
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El Pueblo Mágico está de fiesta con el tradicional evento
La magia de Parras de la Fuente cuenta todos los años una historia que mezcla lo pagano, los santos y la magia. En Parras lo que consideramos como un cuento, puede ser realidad.
Todo empezó cuando cayó la noche del 9 de agosto sobre la Sierra Madre que amuralla la parte sur del pueblo.
Los matlachines se citaron a las afueras de la Casa Madero para avanzar hacia el Cerro de la Cruz, que se encuentra justo enfrente del gran recinto para empezar a calentar los huesos y llevar a cabo su participación dentro de esta fiesta. Subiendo con los peligros de la naturaleza a la luz de la luna, llegan hasta la punta del cerro y siguen danzando para iniciar con el gran número, que además representa la defensa de la tierra para la antigua cultura y el agradecimiento a la bondadosa cosecha del año.
Al filo de las 10:00 de la noche las antorchas se encienden; cada uno de los matlachines toma una en su mano y con ellas iluminan la punta del cerro y la cruz que lo corona.
Después empiezan a descender en picada pese a la resbaladiza superficie, en zigzag con la danza del venado y la malinche hacia las faldas del cerro, se forma una especie de víbora humana iluminada por antorchas y tarda aproximadamente 30 minutos hasta que los danzantes toquen suelo firme.
Luego se adentran a las inmediaciones de la Hacienda de San Lorenzo, dentro de Casa Madero, para encender una fogata con las antorchas quemando fuertes troncos y algunas ramillas de viñedo. Al encender la fogata, alrededor de las grandes llamas, los matlachines danzan durante varias horas hasta que del fuego sólo queden cenizas. Al final para dar el cierre con más entusiasmo se enciende la pólvora que roba el aliento de todos los presentes.
Uno de los danzantes con mayor reconocimiento es don Salomé Menchaca, de 57 años, uno de los últimos herederos de la tradición que permanece en la familia parrense desde 1894. Salomé comenta que son varias danzas las que hacen antes de subir al cerro y que esto es para darle el festejo merecido a la época de La Vendimia y agradecer la buena cosecha que casi llega a su última etapa en septiembre.
Con 47 años ininterrumpidos de pasos ancestrales, está al frente de la familia Menchaca y se encarga de hacer todos los penachos, que tardan de 3 días a una semana en terminar, trajes con cascabeles y zapatos de matlachín. ‘’También soy quien ejecuta las pisadas de nuestra danza. Y hago el vestuario porque mi papá decía que cuando él muriera y me quedar a cargo, no cambiara el color rojo de nuestra vestimenta; porque tiene que ver con el significado puro de los danzantes tlaxcaltecas: un guerrero que hace rituales para tumbar las cabelleras emperadoras’’.