Reportaje: ¿qué esconden los baños de la ciudad?

Semanario
/ 2 marzo 2016

    Hombres atraídos por lo prohibido han hecho de estos espacios públicos su mayor fantasía. La vigilancia por parte de las autoridades es nula y la sanción por "conductas inmorales" no alcanza los 300 pesos

    ¿Qué pensaría si alguien le dijera que los sanitarios de sitios tan concurridos como la Alameda Zaragoza y hasta las tiendas comerciales de más renombre en Saltillo, han sido por años lugares de ligue y encuentros sexuales entre hombres de toda condición?

    Al menos así lo comprueban fotografías en poder de Semanario y los relatos de algunos protagonistas de estas historias subterráneas, que suelen merodear entre susurros las calles angostas de este laberinto de ciudad.

    Todo - dicen los que saben - es cuestión de una mirada, un gesto o una señal. Se trata del placer por lo prohibido, no importa la hora ni la concurrencia.

    Las historias de hombres con doble vida que andan en busca de aventuras peligrosas, escapan hoy por los respiraderos de estos baños públicos, cuya fama ha trascendido a las páginas gay de internet.

    Semanario se adentró en este inframundo y rescató de las puertas de estos baños públicos, plagadas de grafitis sugestivos, una verdad que muchos prefieren callar.

    La Alameda, el santuario gay
    Hace una noche caliente de jueves en las entrañas de la Alameda. Hoy me encuentro sentado sobre la barandilla metálica que separa los jardines de los andadores, justo frente al baño de caballeros.

    Son las 9:00 y el griterío de chiquillos que aún se pasean en el área de juegos inunda toda la atmósfera. Entre la oscuridad, que cae como una sábana aguada  sobre los árboles, se alcanzan a ver las siluetas de algunos hombres que cruzan como impacientes la entrada a los sanitarios.





    La Alameda es todavía ruido silbante de columpios y trinos de pájaros.

    A las afueras del baño, que es un cuarto redondo pintado de verde y gris, se ve una mesa y detrás a un hombre y a una mujer que cobran el acceso a los excusados, mientras enrollan con las manos cachos largos de papel higiénico.
    "¡Tome el que necesite!", me dice la mujer con cierto dejo de hostilidad, cuando por fin me animo a entrar al baño de hombres, antes le pago una moneda de dos pesos.

    Sin más ni más atravieso la puerta y me recibe adentro un olor denso como a desinfectante mezclado con orines añejos.

    Más adentro veo a varios hombres, algunos de rostros jóvenes, otros de bigote y pelo entrecano, recargados en la pared y en torno al área de excusados, protegida por una estructura metálica circular con puertas y divisiones.
    Algunos fuman, los más están simplemente de pie con los brazos cruzados o en actitud como de estar esperando algo.
    Entro entonces a uno de los cubículos, detrás de mí la puerta de lámina hace un rechinido estridente que me hace contraer los músculos de la cara.

    Cuando estoy adentro miro por el rabo del ojo izquierdo que uno de los hombres se acerca con sigilo para verme desde afuera por una rendija. Su silueta permanece de pie frente a la puerta algunos segundos.

    Es un muchacho como de 24 años, moreno, alto y de cuerpo fornido, lleva un pantalón azul de mezclilla y una playera café, holgada. Con los nervios a flor de piel me apresuro para salir del lugar.

    En las paredes del cubículo, que están tapizadas con grafitis escritos a pluma, marcador negro o corrector líquido, leo mensajes donde algunos hombres ofrecen o piden dinero a cambio de servicios sexuales.

    "Llámame... te pago 100 pesos", "Para formar trío, tú, mi esposa y yo", "Hago buen trabajo. Sólo chicos de entre 15 y 20 años", y debajo de los anuncios, los números celulares.

    Salgo por fin del sanitario, el hombre que hace unos momentos me miraba por la rendija ha vuelto a su sitio junto a los demás, que siguen recargados en la pared de azulejo que antes fue blanco.

    Las miradas insinuantes de aquellos hombres me acompañan hasta la salida del baño, que se encuentra sólo a unos metros de la caseta de policía plantada en la esquina de Aldama y Purcell.


    La curiosidad me ha traído una mañana a los jardines de la alameda, lugar que algunos han bautizado ya como  "el santuario gay de Saltillo".

    De nuevo me he colocado frente al baño de hombres y sobre la barandilla metálica que bordea los corredores poblados de hojas secas y excrementos de pájaro.

    El viento fresco que ha comenzado a soplar transporta hasta aquí las voces y risas infantiles que provienen del área de juegos.

    Por los andadores y entre la espesura de los árboles se ve deambular a algunas parejas de novios y de vez en vez a los niños que pasean montados al lomo de un pony blanco y otro café.

    Desde aquí he visto entrar y salir del baño de caballeros a muchos hombres, algunos vestidos con gorra y jeans, otros de short y playera y algunos más de sombrero y botas picudas.

    Detrás de estos paseantes es que entro por segunda vez en los baños públicos.

    De nuevo veo la fila de hombres recargados en la pared de azulejo, todos con los ojos clavados en la rendijas de las puertas de los sanitarios que a esta hora parecen ocupados.

    Se escucha la música de un radio que los encargados de la limpieza han colocado en una de las ventanillas del baño al que suelen asistir, para hacer sus necesidades, adolescentes de las secundarias 1 y Federico Berrueto.

    De inmediato entro en uno de los cubículos, donde se ve que en varias días nadie ha venido para asear el excusado.
    Después echo un vistazo a los mensajes grabados sobre las paredes de lámina del cubículo. Mientras los leo mis ojos se topan con un pequeño agujero que da hacia el área del mingitorio y otro desde el que se ve el sanitario contiguo.
    En eso estoy cuando de reojo veo venir a un hombre que se asoma por la rendijas delcubículo donde me encuentro y, sin tocar ni pronunciar palabra, abre de un tirón la puerta.

    El hombre permanece unos segundos parado frente a mí, luego da la media vuelta y se pierde en el pasillo del baño. Yo salgo de inmediato.


    La tarde de otro día regreso a este parque, considerado desde siempre emblema de los saltillenses.
    Esta vez observo desde los jardines el movimiento de dos hombres jóvenes de complexión atlética que han entrado juntos al sanitario. Ambos llevan playera de tirantes y bermudas.

    Durante 40 minutos he visto pasar frente a mis ojos a las habituales parejas de novios, al vendedor de globos, a los policías en bicicleta y a los niños que dan la vuelta a la Alameda montados en los ponies blanco y café.
    Pero no he visto pasar a ninguno de los dos hombres que hace más de media hora entraron al baño de caballeros.
    Desde aquí se ve cómo uno de los encargados del lugar entra en en el baño de varones y empieza a rociar desde la puerta el líquido de un atomizador.

    Segundos después los dos hombres, que habían permanecido aquí por más de media hora, salen del baño intempestivamente, y el atomizador detrás de ellos.


    Es mi última noche en los baños públicos de la Alameda. Me dirijo a uno de los mingitorios. Detrás mío se ve la fila de hombres recargados en la pared de azulejos.
    Uno de ellos se dirige a un cubículo y cuando apenas da la vuelta, otro se acerca por la espalda y comienza a tocarse.

    Rápidamente me retiro y voy hasta un lavabo que se halla cercano a la salida de los baños.

    Un grupo de niños, como de cuatro o cinco años, entran con sus padres al sanitario armando alboroto, pero parece que esto no causa sorpresa alguna entre los hombres que siguen recargados en la pared.

    Afuera se ha desatado un escándalo de viento y relámpagos que presagia aguacero. En eso cierran los baños y los que estaban adentro corren para buscar refugio entre las tinieblas de la Alameda .
    Un secreto a voces

    Carlos me cuenta una historia que me cuesta trabajo creer. Me habla de los pecados que se esconden detrás de las puertas de los baños públicos de hombres.

    Él, que es uno de esos asiduos visitantes de los sanitarios de varones, me ha traído una tarde hasta la banca de una plaza solitaria para platicar.

    Carlos lleva puesto un jeans de mezclilla azul, una playera roja y una gorra de piel negra.

    Piel blanca, cuerpo espigado y ojos inquisitivos, comienza por revelarme el perfil de los hombres que suelen ir a los baños de la Alameda en busca de placer.

    "Te llegas a topar chavos de las mejores universidades, señores que llegan en carrazos del año. Vas y encuentras guapos, con dinero, sin dinero, con carros del año, chavos que viven en San Patricio, en Doctores, en la República, dices tú `¿qué hacen en este lugar?'.

    "Me he encontrado, incluso, personajes reconocidos de Saltillo, funcionarios públicos, jóvenes, claro;  gente que trabaja en medios de comunicación, te digo porque conozco a varios".

    Refiere que él mismo ha visto cómo los policías que rondan en bicicleta los andadores de la Alameda, y aun los soldados del puesto militar que se halla en las calles de Ramos Arizpe, entre Cuauhtémoc y Emilio Carranza, vienen a estos sanitarios en plan de ligue.

    "Hasta hubo un tiempo en que venía en su camionetota un comandante de la Policía Municipal, allá, cuando Humberto Moreira era alcalde.

    Me explica que es común ver en este baño, casi todos los días y a cualquier hora, filas de caballeros a la espera de encontrarse con otros hombres, para practicar el vouyerismo y tener sexo dentro de los cubículos.

    "Vienen muchos casados, de esos que nosotros llamamos mayates o jotos de clóset. La seña es tocarte y si ves que uno de ellos se está tocando es porque ya quiere algo. He visto que se meten dos chavos en el mismo cubículo.

    Me platica que ha conocido los casos de hombres que suelen visitar los sanitarios de la Alameda hasta 10 veces al día y de otros que han permanecido ahí esperando ligar por más una hora.

    Relata que cuando esto sucede, uno de los encargados de hacer la limpieza entra a los baños y comienza rociar el lugar con desinfectante.

    "Nosotros le decimos el insecticida, porque somos las primeras cucarachas que salimos corriendo. Es como jabón que te pica en la nariz, te hace estornudar y hace que te festidies y te salgas".

    Asegura que en ocasiones los encargados de la limpieza de los baños de hombres de la Alameda, participan también en los encuentros sexuales entre hombres que tienen lugar dentro de los sanitarios.

    "Hay uno de ellos que le gusta verte por los agujeros o las rendijas de las puertas, se empieza tocar y si no le haces caso comienza a golpear la puerta `limpieza, sálgase', te grita".

    Carlos cuenta que algunas veces la Policía Municipal ha entrado hasta los baños para llevarse detenidos a algunos hombres por faltas a la moral, no así a los que les dan mordida.

    Confesiones de un fiel visitante
    Navegando por la página web de Manhunt.net, un sitio dedicado a la comunidad cibernauta de hombres que buscan hombres, nos encontramos a Juan, un saltillense universitario de 20 años, que desde la preparatoria se convirtió en visitante regular del baño de caballeros en la Alameda.

    Luego de presentarnos y explicarle el proyecto de reportaje, Juan accede sin reticencias a contarnos por el chat algunas de las experiencias que ha vivido en los sanitarios para varones en la Alameda.
    "Creo que me hace falta mucho tiempo para poder contar todas las cosas que he vivido, necesitaría escribir un libro", dice y comenzamos la entrevista.

    - ¿Desde cuándo frecuentas los baños públicos de la Alameda?
    Desde que tenia 16 años empece a conocer gente en el centro por medio del chat, en los cibercafés que están en la calle de Aldama y Obregón.

    - ¿Por qué o para qué vas a los baños públicos?
    No sé, probablemente haya algo excitante en ello. Aparte es fácil, no tienes que hacer nada especial, sólo cierras la puerta y no haces ruido. Conozco a muchísimas gente que va a estos baños, aunque le tengan miedo a la policía. Es como una de esas cosas prohibidas que hacen el asunto aún más excitante.

    -¿Quiénes generalmente acuden a estos sitios, qué tipo de gente es?
    Va todo tipo de gente, desde muy afeminados hasta hombres casados que son homosexuales, pero que no son obvios. Es lo más extraño de la comunidad gay de Saltillo, que hay de todo, pero de todo...

    -¿Qué es lo más fuerte que te ha tocado vivir en los baños de hombres?

    Cuando estuve con un hombre casado, un hombre que conocí por elchat.com. Fuimos al baño público de la Alameda, y tuvimos sexo oral, luego me dijo, `ya es bien tarde, tengo que recoger a mis hijas del kinder'. Me sentí mal.
    - ¿Es riesgoso entrar en estos lugares a buscar un ligue?

    Si, son lugares de los que ese tipo de gente ya se apoderó, porque es más excitante hacer algo prohibido, es mejor que estar en un motel.

    - Se dice que en este asunto del ligue en la  Alameda hay metidos políticos de alto vuelo...
    Si, van todo tipo de políticos, más que nada como que chavos que trabajan en el Gobierno y gente por el estilo. Pero también he sabido de políticos muy poderosos que mandan levantar chavitos de la Alameda y se los llevan a sus casas.

    -¿En qué otros lugares así has estado?
    Hay un lugar que le dicen "El Callejón", es una casona vieja de Saltillo, en donde la entrada cuesta 30 pesos y a cambio te dan una cerveza. Ahí hay hombres de todo tipo: maricones, varoniles, de todo. Ese lugar tiene un cuarto obscuro donde se tiene sexo grupal, me han dicho que aquí nunca llega la policía porque, según esto, hay mordida. La primera vez que llegué allí me dio muchísimo miedo. El día que ya no quise volver fue cuando me encontré a un tío mío, eso sí me puso la piel chinita. Hicimos como que no nos vimos.

    También en los centros comerciales
    Pero el baño de caballeros de la Alameda no es el único lugar de ligue y encuentros sexuales entre varones de cualquier condición, lo son también los sanitarios de conocidas tiendas comerciales de la ciudad.
    El sitio gay denominado Manhunt.net, promueve vía mail entre sus miembros los baños de un conocido centro comercial de Saltillo, como el lugar idóneo para vivir una aventura placentera y discreta.

    En un correo electrónico, enviado por este sitio a sus afiliados en todo el mundo, se puede leer:
    "Pasa este mensaje a las personas discretas y calientes. ¿Buscas algo emocionante? Te recomiendo ir hoy a los baños de... en un horario de 9:00 a 10:00 p.m., horario en el que no hay guardia. Ahí asisten chavos discretos en busca de un free. En ocasiones puedes tener sexo ahí, pero es más recomendable llevarte a la persona. Puedes llegar después de las 9:30 para no esperar tanto, debido a que las 9:00 todavía hay muchos clientes en la tienda".
    En este mensaje se especifican además las técnicas de ligue que se utilizan en los baños de hombres de este supermercado.

    Algunos miembros de la comunidad Manhunt.net, contactados a través de correo electrónico, hablan incluso de los affaires homosexuales que tienen lugar en los baños de otras tiendas de autoservicio de la ciudad, son pocas las que se salvan de este problema social.

    ¡Que actúen las autoridades!
    Jesús David Salazar González, coordinador en Coahuila de la Asociación Psiquiátrica Mexicana, declara que el homosexualismo en los baños públicos de Saltillo representa ante todo un problema social. Y advierte que tanto las autoridades de Salud, como de la Secretaría de Seguridad Pública, deben trabajar coordinadamente para evitar este fenómeno, que podría estar derivando en casos de acoso y abuso sexual.

    "Pero el principal responsable es el Secretario de Salud ¿por qué él? Es una situación de salud, porque recordemos que está el VIH, esto es competencia del doctor Verduzco, pero el doctor Verduzco brilla por su ausencia".

    Expresó que aunque la homosexualidad no constituye una enfermedad, en el caso de las prácticas sexuales que tienen lugar en los baños públicos de hombres, pueden presentarse trastornos de la mente como el vouyerismo, la paidofilia y el exhibicionismo, que son conductas que se castigan por la ley.

    "Los homosexuales merecen un respeto, pero aquí una cosa es la preferencia sexual y otra cosa es cuando ya empieza a acosar sexualmente a una persona, que alguien te mire para ver cómo la tienes, eso ya es un delito.

    "Puede ir una persona de traje o puede ir un deportista en pants. No existe un perfil, pero son personas que siempre andan merodeando, que no tiene por qué estar más 10 minutos en el baño y van diariamente y por más tiempo. Es muy fácil detectar quiénes son, para eso hay cámaras, para eso hay policías".

    Subrayó que mientras las autoridades no ejerzan acciones para evitar la cuestión de los ligues en los baños públicos, el problema va a continuar.

    "Lo mejor que se debe hacer es que cuando un niño vaya al baño, lo acompañe un adulto o un familiar".

    EN TODO EL MUNDO
    - En abril de 2008 salió a la luz un documental que evidenciaba lo que sucedía al interior de los baños públicos de Bogotá. Hombres de la comunidad homosexual se exponían sin temor a ningún contagio.

    - En Madrid, los baños de los centros comerciales también son el punto de encuentro habitual entre la comunidad gay. El hombre entra a los sanitarios, observa a su alrededor, cruza miradas con otro hombre hasta que se encierran en un cubículo. Las asociaciones de gays argumentan que sin exhibicionismo no se puede considerar delito. Además acusan a los vigilantes de los centros comerciales de agresiones físicas y homofóbicas cuando los sorprenden. En Murcia, España, el Ayuntamiento tuvo que clausurar los baños del Jardín Chino porque se habían convertido en cuarto oscuro.

    - Durante dos semanas del verano de1962 en Mansfield, Ohio, la policía grabó secretamente la actividad sexual de varios hombres en unos concurridos servicios públicos de la plaza de la localidad. La cámara situada tras un doble espejo grabó a docenas de hombres practicando sexo, lo que provocó más de 30 procesamientos por sodomía, que conllevaba una condena de por lo menos un año de prisión.

    Falta prevención
    Por otra parte, Aída Guadalupe García Badillo, representante de la Asociación EUX Arte y Sida, habló sobre la necesidad de que la Secretaría de Salud entre a los puntos de ligue y reunión de homosexuales, con campañas de prevención de enfermedades como el VIH.

    "Llámese cantinas, llámese estéticas, la Alameda Zaragoza, llámese baños públicos de los mercados, llámese cine, cualquier espacio donde esta comunidad se junte".

    Coincidió en que las autoridades deben diseñar y ejecutar estrategias concretas de atención a las comunidades de hombres que han hecho suyos los espacios públicos para tener encuentros sexuales.

    "No se trata de alarmar a la sociedad para que ponga un policía, porque la banda se las va a ingeniar para seguir haciendolo. Todos tenemos sexo, aquí el problema es ¿qué campañas de prevención hay para la comunidad de hombres que tienen sexo con otros hombres?

    "Se trata de tener conciencia de que la ciudad está creciendo, de que se volvió un monstruo y este monstruo gigantesco tiene sexo".

    Miguel Servín González, miembro activo de esta organización, explicó que ni la criminalización ni la estigmatización son la mejor solución para resolver el asunto de los espacios públicos, que en Saltillo se han convertido en zonas de ligue.

    "Por ejemplo, si yo sospecho que toda la gente que entra a los baños de la Alameda puede estar ligando pongo un policía, y entonces todos somos candidatos de repente a ser violentados en nuestros derechos humanos. Imagínate qué privacidad hay de que tú entres al baño".

    Es una violación a la Ley
    Francisco Javier Robledo Méndez, presidente del Foro Profesional de Abogados de Saltillo, expuso que los hombres que acuden a los baños de la Alameda o de otros lugares públicos para buscar encurtes sexuales con otros hombres, están cometiendo una falta al Reglamento Municipal de Policía y Buen Gobierno y al Código Penal, en su apartado de delitos sexuales.

    Apuntó que el Reglamento de Policía y Buen Gobierno establece una sanción de carácter económico a quien realiza conductas inmorales, o 36 horas de arresto para quienes no paguen esta multa.

    "Y si se está dando este tipo de conductas en lugares públicos es obligación de la Policía vigilar. Si no lo hacen, se les llama la atención para que lo hagan, que implementen un programa de vigilancia".

    Expresó que la sanción que dicta este reglamento para quienes incurren en conductas inmorales oscila entre 200 y 300 pesos, y habló de la necesidad de aumentar estas multas, a fin de que las personas desistan de cometer este tipo de delitos.

    Señaló que en el caso de instancias como la Procuraduría de Justicia del Estado y la Secretaría de Seguridad Pública, deben implementar programas para evitar que se cometan delitos de carácter sexual en los baños públicos.

    "En el Código Penal hay un capítulo que habla de Delitos Sexuales que atacan la libertad y la seguridad sexual y las autoridades tienen la obligación de prevenir que se cometan este tipo de delitos.

    "Pero como no los sancionan, no hay llamadas de atención ni hay nada en contra de esas personas, pues esa libertad se convierte en libertinaje y se puede generar un estado de ánimo o una situación en la que las gentes que están en esos lugares puedan atentar contra el pudor de una persona e inclusive violarlos".


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