Una nube ‘embudo’ se dejó ver en Piedras Negras: ¿Qué son y cómo se forman?

Coahuila
/ 7 septiembre 2024

Este fenómeno meteorológico, aunque inofensivo en su estado actual, puede convertirse en un tornado o tromba marina si entra en contacto con el suelo o el agua

El 3 de septiembre de 2024, la localidad de Piedras Negras, Coahuila, fue testigo de un fenómeno meteorológico llamativo y enigmático: una nube embudo.

Este tipo de nube, que se caracteriza por su forma de cono alargado que parece extenderse hacia la superficie, captó la atención y curiosidad de los residentes, quienes compartieron videos del evento en redes sociales. Este fenómeno suscita preguntas sobre su formación, sus implicaciones y el verdadero nivel de peligro que puede representar.

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Una nube embudo se distingue por su estructura en forma de embudo o cono que se proyecta desde el cielo hacia el suelo. Aunque esta nube parece estar en movimiento hacia la superficie, no entra en contacto con ella.

Es importante entender que, mientras las nubes embudo no tocan el suelo, no representan un peligro inmediato. El riesgo se presenta si esta nube llegara a conectar con una masa de agua, momento en el cual podría convertirse en un tornado o tromba marina, dependiendo de su entorno.

FORMACIÓN DE UNA NUBE EMBUDO

La formación de una nube embudo involucra varios procesos atmosféricos complejos:

Cizalladura del Viento: Este fenómeno ocurre cuando hay una variación significativa en la velocidad y dirección del viento en diferentes altitudes. La cizalladura puede inducir rotaciones en la atmósfera, creando las condiciones necesarias para el desarrollo de una nube embudo. La rotación es fundamental para que el aire se organice en un patrón vertical que, bajo ciertas condiciones, puede formar una nube embudo.

Ascenso de Aire Cálido y Húmedo: El aire cálido y húmedo tiende a ascender hacia las capas superiores de la atmósfera, donde se encuentra con aire más frío y seco. Este encuentro genera corrientes de convección que contribuyen a la formación de nubes embudo. El aire cálido y húmedo alimenta el proceso de rotación y ascenso, esencial para la formación de la nube.

Formación del Núcleo de Rotación: En algunos casos, la rotación del aire se organiza en un núcleo vertical, que puede intensificarse durante una tormenta severa. Este núcleo de rotación es clave para la formación de una nube embudo. Si el núcleo se fortalece lo suficiente, puede convertirse en un tornado si toca la superficie.

Condiciones de Tormenta Severas: Las nubes embudo suelen formarse en el contexto de tormentas severas. Estas tormentas pueden estar asociadas con sistemas frontales, células de tormentas activas o tormentas ciclónicas. La presencia de una nube embudo puede ser una señal de que la tormenta está intensificándose.

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CONVERSIÓN EN TORNADO

El verdadero peligro de una nube embudo surge cuando esta conecta con la superficie terrestre o con una masa de agua. Si una nube embudo llega a tocar el suelo, se transforma en un tornado. En el caso de que toque una masa de agua, se convierte en una tromba marina.

La intensidad y el potencial de daño de estos fenómenos dependen de varios factores, incluyendo la fuerza del núcleo de rotación y las condiciones meteorológicas generales.

Tornado: Cuando una nube embudo toca el suelo, se convierte en un tornado, que puede causar daños significativos a estructuras y al entorno. Los tornados son columnas de aire en rotación que pueden tener un impacto devastador en su trayectoria.

Tromba Marina: Si la nube embudo alcanza una masa de agua, se convierte en una tromba marina. Aunque generalmente menos intensa que un tornado, una tromba marina aún puede generar oleaje peligroso y daños en embarcaciones y estructuras costeras.

La aparición de una nube embudo no debe ser motivo de alarma inmediata, ya que este fenómeno en sí mismo no representa un peligro directo. Sin embargo, su presencia es un indicador de que las condiciones atmosféricas son propensas a fenómenos meteorológicos severos.

La comprensión de los procesos detrás de la formación de nubes es esencial para la preparación y la respuesta ante posibles eventos meteorológicos extremos.

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