Anécdotas prerrevolucionarias; honor militar

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Al general Carlos Fuero se le considera fundador del Casino de Saltillo. Era originario de la Ciudad de México, donde nació en 1844. Desde muy joven abrazó la carrera de las armas, por la que sentía una profunda devoción. Fiel a Sebastián Lerdo de Tejada, combatió a Porfirio Díaz y participó en la célebre batalla de Icamole, Nuevo León, el 20 de mayo de 1876, al lado de los generales Mariano Escobedo y Pedro Martínez.

A fines de 1873, un grupo de diputados coahuilenses disidentes, encabezados por el doctor Ismael Salas, desconocieron a Victoriano Cepeda como gobernador de Coahuila e instalaron el Congreso en Monclova, por lo que en el estado había gran confusión y desorden. El presidente Lerdo de Tejada comisionó entonces al general Fuero para pacificar Coahuila.

Por eso vino Fuero al estado. Llegó a Saltillo el 9 de diciembre de 1873, al mando de una fuerza de mil hombres, y el 31 de ese mismo mes se hizo cargo del Gobierno de Coahuila, que gobernó hasta el 5 de junio de 1874, cuando pasó el gobierno a don Antonio García Carrillo. Durante el tiempo que Fuero estuvo a la cabeza del Ejecutivo, la entidad vivió problemas económicos muy graves, que venía arrastrando desde antes de la Intervención francesa en 1864. El Ateneo Fuente, fundado apenas hacía siete años, tuvo una etapa deplorable debido a la escasez de fondos y a la insuficiencia de la ley de estudios de la época.
Fuero publicó una memoria de su gestión administrativa, en la cual hizo hincapié en las dificultades económicas del erario estatal.
 Cuando en julio de 1874 le sucedió Antonio García Carrillo como gobernador de Coahuila, él quedó como secretario de Gobierno, y en diciembre de ese mismo año fundó el Casino Militar, que después sería el Casino de la Unión, luego Casino García Carrillo y hoy Casino de Saltillo. En 1876 fue gobernador de Durango y de Chihuahua en 1884.
Don Vito Alessio Robles escribió por muchos años una columna periodística titulada "Gajos de Historia", que publicaba en diversos diarios del país. En una de esas columnas cuenta la siguiente anécdota del general Carlos Fuero. El general Severo del Castillo fue condenado a ser pasado por las armas por servir al Imperio, y se ordenó que la víspera de su ejecución fuera puesto en capilla en el cuartel ocupado por las fuerzas del general Fuero, quien había sido subordinado suyo y le profesaba grandísima estimación. A las nueve de la noche, don Severo pidió hablar con Fuero.
Le solicitó permiso para salir del cuartel al arreglo de un asunto privadísimo, empeñando su palabra de honor de presentarse al toque de diana. Fuero se lo concedió. Transcurridas tres horas, el general Sóstenes Rocha, llegó hasta donde Fuero dormía profundamente y le preguntó por el general Castillo. Fuero, refunfuñando, le informó que le había dado permiso para salir toda la noche. Siguieron reclamaciones de Rocha, que terminaron con estas palabras de Fuero: "Déjame dormir. El general Castillo es un hombre de honor. Estoy segurísimo de que se presenta. Si no lo hace, me fusilan a mí y cuento concluido".

Rocha, intrigado, se estableció desde las cuatro y media de la mañana en el cuerpo de Guardia. Y cuando el corneta de facción tocaba llamada de banda para el toque de diana, se presentó en la puerta del cuartel el general Castillo, quien cumplía fielmente su palabra empeñada a Carlos Fuero.

Eran hombres que apostaban su palabra igual en la guerra que en la paz, porque tenían conciencia, dignidad y decoro.
edsota@yahoo.com.mx

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