Tanta sociedad como sea posible

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Tanta sociedad como sea posible y solamente el gobierno que sea necesario. Palabras que empleaba con convicción y contundencia Manuel J. Clouthier. Esta frase encierra toda una forma de interacción entre gobierno y sociedad. Una relación activa y viva, en la que el gobierno debe hacer lo menos posible, para que los ciudadanos hagamos lo más que podamos.
En ella se condensa toda una ideología que no es ni liberal, ni conservadora, ni de derecha, ni de izquierda, es una ideología que se sustenta en principios que, en México, llamamos humanismo político.
Conviene recordar esto ahora que se debate la propuesta presidencial de reforma hacendaria. Aunque la discusión es sencilla, suele complicarse al calor de las pasiones e intereses partidistas.
El gobierno necesita dinero para organizar a la sociedad en todo aquello que la sociedad no puede hacer por sí misma y, por tanto, delega esas tareas y responsabilidades en autoridades electas por voto popular. El gobierno no genera ese dinero; lo generamos los ciudadanos y lo pagamos al gobierno para que nos sirva.
La discusión suele girar en torno a los montos. ¿Cuánto debemos dar al gobierno, por qué y para qué? Es obvio que debemos aportar, pero ¿por qué esas cantidades y no menos o más? La cuestión de los montos, naturalmente, está ligada a la transparencia del gasto. ¿Es correcto que el gobierno gaste nuestro dinero de tal o cual forma?
Por lo general, éstas son las cuestiones que deberíamos definir en una elección: ¿Quiénes debemos pagar y en qué proporción? De ello deriva otra discusión. No todos ganamos lo mismo. ¿Es justo que los más ricos paguen cantidades semejantes a las que pagan quienes se encuentran a años luz de tales fortunas?
En México parece que esta discusión va para largo. En ella se esconde una historia más de nuestra estancada transición a la democracia. Pero si bien el debate puede ser largo y tornarse tedioso, conviene tomarnos un respiro y ver lo que sí ha funcionado.
En los primeros meses de la administración de Peña Nieto, el mundo de las finanzas y los negocios veía a México con ánimo y esperanza. Pero el descomunal subejercicio presupuestal y la soberbia novatez de los que sí sabían cómo gobernar, lograron que el llamado Mexican Moment se viniera abajo.
Pero no todo son malas noticias, hay algo que sí han hecho bien el gobierno anterior y el actual, en materia de impuestos. La ultraortodoxa Secretaría de Hacienda, -que obedece a los mismos parámetros desde 1982-, cedió a la presión de muchos que, desde la sociedad civil organizada, pedían incentivos para una industria que estaba urgida de ellos, una industria con talento, pero sin recursos para sacarle provecho. Hoy, gracias a esos incentivos, estamos viviendo el Mexican Moment de la industria cinematográfica.
Si usted ha ido al cine recientemente, habrá podido percatarse que las películas mexicanas reconocen el apoyo de empresas particulares con base al artículo 226del Impuesto Sobre la Renta, mejor conocido como EFICINE. Bajo esa figura, quienes invierten en un proyecto fílmico, obtienen un crédito fiscal sobre el ISR que deberán pagar en determinado ejercicio fiscal. En otras palabras, lo que se invierta para desarrollar una película, se ahorra en el pago de impuestos.
Esta aportación no puede exceder los 20 millones de pesos por filme y lamentablemente existe un tope global para toda la industria, de 500 millones anuales, impuesto por la ultra ortodoxia hacendaria. Pero aunque existen estos límites, ha quedado claro, una vez más, que cuando el gobierno incentiva al ciudadano en vez de estorbarlo, se generan más riquezas y más empleos.
Gracias a esa pequeña reforma, el cine mexicano está viviendo una época de oro. Está conquistando mercados con seguridad y paso firme. Las salas de cine están llenas, tanto en México, como en Estados Unidos y en América Latina.
Los recursos que se iban a depositar en la Secretaría de Hacienda, para que los administraran burócratas en la Ciudad de México, o peor aún, en estados y municipios, estuvo mejor empleado apostándole a la capacidad innovadora de nuestros productores, directores y actores de cine.
La industria cinematográfica está generando empleos, las empresas obteniendo utilidades por su inversión, por lo cual, Hacienda también está recaudando más impuestos de los que iban a pagar aquellas empresas originalmente. Así de fácil, este es un pequeño ejemplo de lo que se puede lograr siguiendo el principio del humanismo político: tanta sociedad como sea posible y solamente el gobierno que sea necesario.
Twitter: @chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramirez