Edmundo Torres demuestra que los sueños son retos que se pueden cumplir
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Luego de cumplir su sueño de subir la montaña más alta de México, el montañista ha visto cómo poco a poco ha logrado cumplir todos sus retos
Edmundo Torres Robles es la prueba viviente de que cuando sueñas con algo y te visualizas alcanzando ese sueño, tarde o temprano el destino te pone en el camino para que puedas lograrlo.
De niño, cada vez que Edmundo miraba el Pico de Orizaba se veía subiendo a la cumbre, se visualizaba en la cima y se imaginaba sentir estar a esa altitud.
Vivía en Minatitlán, Veracruz, a sólo tres horas de la montaña más alta de México, pero sólo él tenía ese sueño entre sus amigos, para el resto su principal preocupación era crecer y llevar sustento a sus casas.
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Al paso de los años, Edmundo mantuvo su sueño pero al igual que sus paisanos, dio prioridad a la preocupación principal, por eso tuvo que emigrar a Tamaulipas y unos años después llegó a Saltillo, Coahuila, siempre buscando el bienestar para su familia.
Con 30 años de edad, por primera vez Edmundo finalmente tenía la oportunidad de finalmente cumplir su sueño pese a estar a más de mil kilómetros de distancia.
La geografía de la ciudad le brindaba ese primer acercamiento a las montañas, por lo que luego de un frustrado intento por pertenecer a un grupo montañista, se armó de valor y de manera solitaria, con su celular en mano y la aplicación Wikiloc abierta, decidió subir La Viga, la cumbre más alta de la región y que está ubicada en Arteaga.
Ese primer acercamiento no fue el esperado, ya que se perdió en algunos puntos y se quedó sin agua, pero le dejó una gran enseñanza y la motivación para prepararse correctamente, además de infundirle el respeto que se merece la montaña.
Luego de tres años, Edmundo subió tres veces ya el Pico de Orizaba, conocido como el techo de México al ser la cumbre más alta de nuestro país con 5,636 metros sobre el nivel del mar.
Pero su amor por la naturaleza y romper retos personales lo ha llevado a realizar proezas cada vez más difíciles.
“Para mí siempre ha sido un reset el fin de semana, de todo el ajetreo diario, del estrés acumulado, el ir a la montaña, tener una interacción con la naturaleza te recarga para lo que te espera el lunes”, dice el montañista.
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Por lo que el pasado diciembre, tras tres meses de extenuante preparación física con bicicleta estática y running en la sierra, muchas de esas veces de manera nocturna, emprendió un reto más en su vida: “Subir tres de las cumbres más altas de México en un fin de semana”.
Junto con su compañera Perla Salazar y bajo las instrucciones del guía Cérsar Herrera trazaron el plan de subir en tres días el Pico de Orizaba, el volcán La Malinche (4,461 m) y el volcán Iztaccíhuatl (5,230 m).
La travesía comenzó el jueves 15 de diciembre a las 00:00 horas, el contingente logró subir el Citlaltépetl, conocido por los montañistas como “El Techo de México”. Ni los -18 grados centígrados fueron obstáculo para lograr ascender y descender un un un lapso de 10 horas y media los 10 kilómetros que son de recorrido.
Una vez abajo se dirigieron a Tlachichuca y a las 14:00 horas del jueves tuvieron su primera comida, enseguida se trasladaron a Tlaxcala, para comenzar el ascenso por Apizaco, sin embargo previo a su ascenso, tomaron una siesta en un pequeño campamento que levantaron en la reserva nacional.
En punto de las 3:00 horas de viernes comenzaron el ascenso a la Malinche y en 3 horas y media lograron hacer cumbre, ahí pudieron apreciar el amanecer antes de comenzar el descenso que lo hicieron en sólo 2 horas, es decir sólo tardaron 5 horas y media en realizar los 12 kilómetros de recorrido.
Enseguida se trasladaron a Amecameca, en el Estado de México y a eso de las 14:00 horas del viernes comieron en el mercado, luego se dirigieron a Paso de Cortés en donde durmieron cerca de 5 horas. En punto de las 22:00 horas se dirigieron a La Joya, para una hora después comenzar el ascenso al Iztaccíhuatl.
Luego de 5 horas y media lograron hacer cumbre y los 12 kilómetros totales del recorrido los realizaron en 10 horas y media, a pesar de lo complicado que representa el subir y bajar “falsas cumbres” en todo el recorrido.
Cerca de las 14:00 horas del sábado 17 de diciembre estaban concluyendo su travesía, recorriendo poco más de 34 kilómetros y quemando alrededor de 14 mil calorías.
Edmundo sabe que aún le quedan muchas cumbres por vencer y aunque ya cumplió su sueño de niño (varias veces), ahora como adulto su principal anhelo no es subir la montaña más alta del mundo, se conforma con tener salud y poder seguir subiendo cerros.
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“Yo me he preguntado muchas veces si mi sueño sería subir el Everest, pero la realidad es que mi sueño sería que pudiera subir los cerros los años que dios me de vida, cualquier cerro es un sueño, pero mi sueño sería que siempre tuviera salud y tuviera la oportunidad de poder subir cualquier montaña”, dice Edmundo.
La aventura de poder subir a una montaña superior a los 6 mil, llevó a Edmundo a planear una excursión a Ecuador con el único objetivo de subir el volcán Chimborazo.
Para el 3 de febrero se concretó el viaje al país sudamericano, y tras un vuelo de varias horas arribó al día siguiente a Quito y ese mismo día comenzó su travesía, pues junto a su guía, Javier Rivadeneira planearon ese mismo día subir Rucu Pichinca (4,686 msnm).
En sentimiento de adrenalina invadió a Edmundo y ya estando en lugar, también subieron Guagua Pichincha ((4781), un recorrido de 16 kilómetros en seis horas y con un desnivel acumulado positivo de 1600 metros.
Para el lunes y luego de que su guía superara malestares escomacales, la misión era subir Illiniza Sur (5,245), una tarea difícil al ser considerado el tercer pico más complicado de subir en Ecuador, sobre todo en la última parte, pues además de escalar cerca de 300 metros, hay que lidiar con ráfagas de viento y soportar aguanieve.
Una vez logrado el objetivo, volaron a Quito y el 8 de febrero se enfilaron al Cayambe, un volcán con 5,790 metros de altura, pero ni las inclemencias del clima o la sensasión térmica de -20 grados cenígrados fueon obstáculo para conseguir subir y bajar de la cima en 10 horas.
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Para el 11 de febrero había llegado el día esperado, la cima del volcán Chimborazo (6,263 msnm) era el destino.
Primero llegaron a las 15:30 horas al refugio del volcán (4800 msnm) para preparar las cosas y con mochila preparada se enfilaron a Campo Alto (5300 msnm) para montar su propio campamento. La idea salir a las las 23:00 horas y hacer un primer intento de llegar a la cubre.
Sin embargo, Edmundo fue franco consigo mismo. Su cuerpo ya no respondía y el cansancio acumulado le pasó factura. Decidió no poner su vida en riesgo y ya no intentar subir la cima que había planeado hacer con tantos meses de preparación.
Tan cerca y tan lejos. Pero el propio montañista acepta que este tipo de situaciones son de las que más se aprende y de las que más nos hace crecer como personas.
“El hubiera no existe, es la enseñanza. Le platico a mis amigos que el montañero que fue y el montañero que regresó no es mismo. Tener una experiencia fuera del país. Hacer escalada, estar bajo esas temperaturas, incluso acampar a 5,300 (msnm), que es más alto que el Iztaccíhuatl aquí en México, es increíble, paga cualquier precio”.
Dentro de la imaginación de Edmundo está el poder ascender en dos o tres años más lo más alto del Aconcagua, que con sus 6,961 metros, es la montaña más alta de todo el continente americano.
Nada mal para el niño de Minatitlán que soñaba con subir montañas y que hoy, 33 años después, ya es su estilo de vida.