El cliente siempre tiene la razón
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Querer que el equipo nacional juegue mejor, deje todo en la cancha y consiga buenos resultados, no es equivalente a ser un mal mexicano
La gente que abucheó a la Selección Azteca no está loca, ni tampoco son reventadores profesionales. No me atrevería a decir si son buenos o malos mexicanos, considero que dicha condición va mucho más allá de un partido de futbol.
Tampoco es que sean unos desesperados que, tras ocho minutos, explotaron contra el equipo. No, son un grupo de aficionados que se cansó. Quizá, a los futbolistas ya se les olvidó, pero a esa gente que los reprobó, no. Este grupo de futbolistas apuntó en su currículum el peor fracaso de una Selección mundialista en 40 años y, ¿les llama la atención que les chiflen por ir perdiendo contra Jamaica en el Azteca?
Unas 60 mil personas fueron a verlos, y eso es lo que les debería llamar la atención. Los aficionados son sus clientes y, aunque usted no lo crea, los jugadores no parecen tener claro que esa gente, que los sigue a todas partes, se siente defraudada. Y a pesar de eso, y de lo mal que juega el equipo desde hace mucho tiempo, ahí estuvieron. Eso no les sorprende.
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Al futbolista, todo se le resbala, menos que su gente lo abuchee. ¿Les meten siete goles? Un “a nosotros es a los que más nos duele y hay que seguir trabajando”, y listo. ¿Se califica a un Mundial vía repechaje? En lugar de que les arda la cara de vergüenza, encienden la máquina de humo y comenzamos con el desgastado “vamos por el quinto partido”. ¿Fuera en fase de grupos? Nada que señalar al entrenador en turno no pueda solucionar... Total, es el único que tiene garantizado su pasaje a la ignominia futbolera.
Mucha gente se indignó porque el blanco predilecto de los abucheos fue Guillermo Ochoa. Es el precio de ser el rostro de la Selección Azteca. Y es que, con todas sus bondades y grandes actuaciones, es el referente de esta generación que ya hartó a la gente. Y esas personas no son malagradecidas, porque alentaron en las buenas y en las malas, pero todo tiene un límite.
Querer que el equipo nacional juegue mejor, deje todo en la cancha y consiga buenos resultados, no es equivalente a ser un mal mexicano, a no tener memoria o a ser un malagradecido. Simplemente, es el reflejo de una clientela que se aburrió de pagar y no recibir nada a cambio, de ver que a los que menos parece interesarles esa camiseta verde es a los pocos afortunados que pueden defenderla en la cancha.
Adendum. “¿Entonces, no todo era culpa de Martino, verdad?”. Eso me escribió Knut. Ya se va dando cuenta.