A Rayados lo confundió la burbuja
COMPARTIR
TEMAS
Los simultáneos cambios de Ayoví, Sánchez y Cardona fueron la imagen de la desesperación en Rayados, pero también un mensaje de que el equipo necesita más obreros y menos próceres.
El sábado, Mohamed decidió pegar un manotazo sobre la mesa en un intento por canjear hambre por displicencia. Como efecto reactivo a la evidente pasividad, borró de un plumazo a tres extranjeros consolidados y apostó al orgullo de tres mexicanos (Zavala, Cándido Ramírez y De Nigris) más necesitados de tiempo y oportunidades. Para el DT ya no todo es cuestión de quilates, sino de compromiso.
El partido exigía sacrificio, otra actitud, mejores recorridos, más frescura, criterio y sociedades. Ninguno de los tres que limpió de escena llenó estos casilleros. Ni tampoco otros, como los dos laterales (Juárez y Castillo), dos puntos flojos por “excelencia” en este equipo.
Rayados sólo ofreció arrebatos: para salir jugando, para buscar al compañero y hasta para resolver. Se encontró con situaciones de gol, más no las generó. Siempre predispuesto a avanzar, perdió referencias al retroceder. Se partió en dos y se quedó sin anticuerpos.
Del otro lado, Chivas quizás haya manifestado la versión más coherente desde que está con Almeyda. Su congruencia estuvo directamente relacionada a la cobertura posicional, a la colonización de los espacios más determinantes, a la explotación de las veredas de accesos (principalmente las dos bandas) y a una presión sostenida.
Los atributos del Guadalajara fueron simples, pero suficientes para apagar a un adversario que últimamente se ha adherido más al miedo que a la valentía. Monterrey ya no juega, sino más bien se deja llevar por el partido y, dentro de este contexto, se ha vuelto más mezquino. Ya no propone, sólo dispone de los vericuetos que le concede el rival.
Con los cambios, Mohamed no consiguió resultados, pero quizás sí hayan ayudado a concientizar al grupo que al superliderato se lo refrenda con esfuerzo; no con indiferencia ni desde la suficiencia. Rayados no ha ganado nada hasta ahora como para sentirse respetado, aún sigue siendo una promesa. La etiqueta que presume todavía le queda demasiado holgada.
Monterrey hace rato que se ha desinteresado por los detalles y las formas que lo han catapultado a la cima. No está siendo inteligente para consolidar el proceso. Ha entrado en una crisis de protagonismo y se cree lo que futbolísticamente no es tanto. Cuando un equipo se confunde en la prosperidad es un síntoma que delata, paradójicamente, su fragilidad.
Da la sensación de que Rayados perdió el piso muy rápido y llegó al techo muy pronto. Se encajonó en esa franja entre mantenerse o progresar y su futbol ha perdido vitaminas.
Con una acelerada cosecha de puntos ha logrado disimular sus limitantes, pero ya se había dicho que cuando la alta productividad se distancia de la realidad, la distorsión se puede convertir, en corto plazo, en un serio problema. Y Mohamed ya lo percibe.
Rayados ya no garantiza un dominio ni con el despliegue físico. El sábado se contagió de la dinámica de Chivas, pero se le nubló la vista. La clave no es cuánto se corre, sino cómo y por qué razones se lo hace. Sin ideas, lo físico siempre se alejará del futbol.
Tampoco se ven muchas ganas para globalizar el funcionamiento como en las jornadas iniciales. Monterrey ha extraviado el juego asociado, los movimientos disuasorios y las distancias entre líneas son más amplias. Ya no es capaz de minimizar los errores. O peor aún, en su burbuja, ya ni siquiera puede ocultarlos.