O FIFA cambia las reglas o matará el Mundial de Futbol
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Hay algo que no se le puede discutir a la FIFA y al Comité organizador de Qatar 2022: Éste será un Mundial especial, y el último en el que se vivirán ciertas cosas y situaciones que le han dado vida y personalidad a la competencia y los eventos que se desprenden de ella. Y no solamente se trata del hecho de que cambiará el número de participantes a 48 selecciones, sino todo lo que se vive en torno a este evento, para el que la Federación Internacional de Futbol Asociación prácticamente toma control del país sede y mueve las reglas del mismo a conveniencia de la organización de esta competencia.
Vamos por partes: Lo primero que da la impresión, es que cada vez será más difícil que un solo país cargue con todo el gasto social y económico que trae ser la sede de una Copa del Mundo. En el caso del siguiente Mundial —el Tripartita que será en Estados Unidos, Canadá y México en 2026—, queda claro que los estadounidenses no tendrían ningún problema para organizarlos solos y que las posibles dudas pudieran venir de parte de qué tan exitoso pudiera ser en suelo canadiense y qué tanto le costará a los mexicanos cumplir con todo lo que se requiere. Incluso hay que recordar el caso de la ciudad de Chicago, cuyo alcalde declinó ser sede porque no quiere que su gente pague por el evento.
El panorama es que Qatar —con toda la opulencia y derroche que han demostrado a lo largo del proceso para tener todo listo—, es la última Copa del Mundo de este estilo, ya que cada vez hay menos países o gobernantes que puedan soltar tanto y tanto dinero que se requiere para la organización. Por eso es que ahora vemos candidaturas en conjunto como la de Portugal-España o Argentina-Uruguay-Paraguay, para 2030.
Ya hay muy pocas naciones que puedan aguantar el ritmo de derroche que requiere la FIFA, y aun cuando Qatar lo ha hecho gracias a ese crecimiento económico que lo ha puesto en el mejor lugar del globo al respecto, al día de hoy trabajan a marchas forzadas para terminar lo que les falta, y eso, seguramente, representará añadir otro gasto a los miles de millones que ya llevan invertidos. Ahora imagínense lo que sería con esa idea de un Mundial cada dos años, qué países podrían acogerlo sin colapsar económicamente en el intento.
Así que, o FIFA baja los estándares y reglas (además de lo que le solicita a los gobiernos, como la exención de impuestos), que pide para que un país sea sede, o sus opciones se reducirán cada vez más, ya que cada vez hay un mayor número de gobiernos que no están dispuestos en endeudar a su pueblo por organizar una Copa del Mundo.