Sufrido triunfo de los colchoneros en La Liga
En el filo de otro fracaso, el Atlético de Madrid solventó a duras penas su cuarta victoria seguida; un ejercicio de bajo nivel del conjunto rojiblanco que ganó por un regalo del portero Jeremías Ledesma en el 1-0 de Joao Félix y por una buena jugada, después, en el 2-1 de Rodrigo de Paul, demasiado premio para él y demasiado castigo para el Cádiz, superior de principio a fin en todo en el Metropolitano menos en el marcador.
Porque el conjunto andaluz, el antepenúltimo de la clasificación, desfiguró al Atlético, que duerme en la tercera posición, pero que no podrá hacerlo tranquilo. No sólo porque el Barcelona lo pueda superar de nuevo a lo largo de la jornada, sino porque, en la versión de este viernes, el pase a la Liga de Campeones dependerá demasiado de los deméritos rivales, igual que la eliminatoria del torneo que aguarda el próximo martes en Old Trafford ante el Manchester United. En este registro nada de eso será posible.
Mientras Simeone insiste una y otra en el nuevo espíritu del equipo cuando habla de la transformación reciente de su conjunto, el Atlético ha cambiado nada más en los resultados, en la pegada y en Joao Félix, quien representa la reacción del bloque rojiblanco, muy visible en los marcadores, lo único verdadero del futbol cuando un grupo está en crisis, y poco de juego. Quizá su mejor partido de esta última fase fue el que no ganó. Ante el United (1-1).
El resto los venció. No hay mejor escondite para los problemas de un equipo que, hoy por hoy, aparenta más de lo que es, que se mueve en el filo de un detalle a favor o en contra. Contra el Osasuna, contra el Celta y contra el Betis, sus tres triunfos seguidos, cayó de su lado en momentos cruciales, porque tiene a Joao Félix, que también surgió en el 1-0 contra el Cádiz, el más listo de todos para promover un gol que ni él mismo intuía segundos antes.
Pero Cádiz aprovechó los fantasmas del Atleto. Avisó primero Espino, después Negredo, más tarde Sobrino... Y marcó Negredo, de cabeza a centro de Espino.
Fue al borde del descanso. No extrañó a nadie. Ni el gol ni la forma como llegó, tan repetitivo ya en el recorrido trompicado que surca en esta campaña: un centro desde la banda izquierda del lateral uruguayo, sin ni siquiera profundizar por ella, y un cabezazo cómodo, solo, sin nadie a su alrededor, del atacante español, inalcanzable para Oblak.
Pero el Atlético ganó, porque de pronto surgieron Correa y Luis Suárez en el partido, ambos desde la suplencia, para componer con Llorente la mejor jugada -la única, quizás- al nivel que se le presupone al conjunto rojiblanco de todo el duelo. La conexión terminó con el tiro de Correa, con la parada de Ledesma y con el rechace aprovechado por Rodrigo de Paul para establecer el 2-1 en el minuto 67 y sentencias.