Rescate derrotado por falta de liderazgo

Dinero
/ 2 marzo 2016

    Si existía alguna duda de que el presidente Bush había quedado políticamente impotente debido a sus tribulaciones de los últimos años, ésta desapareció el lunes

    El colapso del plan de rescate del sistema financiero fue producto de un fracaso más grande: el de la dirigencia política en Washington, en un momento en que el mundo esperaba que Estados Unidos contuviera la crisis económica que se viene en cascada.

    De la Casa Blanca al Congreso y a la campaña presidencial, los protagonistas principales no juntaron los votos que necesitaban en la Cámara de Representantes. Aparentemente, no comprendieron ni respondieron en forma convincente a la intensa oposición al acuerdo surgida entre los ciudadanos. Permitieron que la política partidista aflorara en un momento delicado.

    Si existía alguna duda de que el presidente Bush había quedado políticamente impotente debido a sus tribulaciones de los últimos años, ésta desapareció el lunes, cuando, a pesar de sus súplicas personales y de un esfuerzo de cabildeo total de la Casa Blanca, los republicanos de la cámara baja abandonaron su plan.

    Aunque algunos legisladores rechazaron el plan con base en sus méritos --y considerando que nadie había enfrentado antes una situación así, no hay un "manual" probado para hacerlo-- segmentos importantes de ambos partidos, plenamente conscientes de que sólo faltan cinco semanas para las elecciones, decidieron que favorecer la propuesta sería arriesgar su propio futuro político.

    También, según muchos analistas, fallaron los líderes de ambos partidos al llevar el proyecto al pleno sin saber si tenían los votos para aprobarlo, una mala decisión en cualquier época, pero especialmente en este caso ante el riesgo de que los mercados y el muy debilitado sistema financiero reaccionaran negativamente.

    El representante John Boehner, líder de los republicanos en la cámara baja, instó apasionadamente a su partido a reunir la voluntad para aprobar el paquete. Luego de que dos tercios de sus correligionarios votaron en contra, intentó atribuir el fracaso a un discurso de Nancy Pelosi, demócrata presidenta de la Cámara de Representantes.

    Pelosi cumplió entregando los votos demócratas que había prometido, pero no pudo juntar los suficientes para evitar una derrota que podría ser recordada por mucho tiempo.

    Los candidatos a sustituir a Bush, los senadores John McCain y Barack Obama, estaban lejos de Washington, convertidos en actores secundarios, en el mejor de los casos, en los esfuerzos para resolver una crisis que uno de ellos heredará.

    La ruptura, aunque fuese temporal, puso en dramática evidencia las dificultades para manejar situaciones de emergencia que evolucionan rápidamente a través del lento e inherentemente político proceso legislativo. Y a pesar del raro acuerdo de los líderes de ambos partidos, el abismo entre lo que los legisladores escuchaban en Washington y lo que han estado oyendo en sus distritos demostró ser demasiado difícil de ignorar para muchos, particularmente los republicanos.

    En la Casa Blanca, colaboradores dijeron que el presidente se ocupó asiduamente de los teléfonos para cabildear a una decena de legisladores. Sin embargo, numerosos republicanos, incluyendo legisladores y veteranos de administraciones pasadas, dijeron que era muy poco, muy tarde. Dijeron que Bush debió haber convocado a los legisladores a la casa presidencial y asistido al Capitolio para promover personalmente el proyecto.

    "Probablemente debió organizarse un acercamiento antes de que éste se llevara a cabo en los últimos dos días", señaló el representante Adam Putman de Florida, miembro de la dirigencia republicana y que respaldó el rescate. "Pero es muy difícil tratar con una administración saliente" -cuyo poder se desvanece- "que con una que apenas inicia".

    (Por Jackie Calmes / Traducción: Gregorio Narváez).

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