El calor está matando a miles de personas y los grandes eventos no se han adaptado
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En el hach de este año, la peregrinación islámica en Arabia Saudita, murieron al menos 1300 personas cuando las temperaturas superaron los 37 grados Celsius
En los grandes eventos de todo el mundo, las escenas de estrés por calor extremo empiezan a lucir familiares. Hombres mayores, con las camisas desabrochadas, acostados con los ojos cerrados. Carpas de ayuda llenas de gente inconsciente. Y filas de fieles —ya sea en busca de religión, música, urnas o deportes— que sudan bajo atisbos de sombra.
Las consecuencias han sido nefastas. En el hach de este año, la peregrinación islámica en Arabia Saudita, murieron al menos 1300 personas cuando las temperaturas superaron los 37 grados Celsius. Y, en muchos sentidos, esa elevada cantidad de víctimas tan solo fue la última señal de que el control de multitudes y las olas de calor que producen el cambio climático están en una peligrosa trayectoria de colisión.
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Durante las recientes elecciones en la India, decenas de trabajadores electorales murieron mientras trabajaban. El verano pasado, escuadrones de Boy Scouts que visitaron Corea del Sur con motivo de un jubileo enfermaron a causa del calor, al igual que otras personas en festivales de música en Australia, Europa y Norteamérica.
Aunque en la actualidad el calor mata a más personas que cualquier otro fenómeno meteorológico extremo, sigue habiendo un peligroso rezago cultural. Muchos de los organizadores y asistentes a los grandes eventos siguen en desventaja frente al clima y no logran lidiar con el grado en que el calentamiento del planeta ha elevado el riesgo para las multitudes estivales.
“Conforme las estaciones cálidas se alarguen y las olas de calor lleguen antes, tendremos que adaptarnos”, afirmó Benjamin Zaitchik, climatólogo de la Universidad Johns Hopkins que estudia los fenómenos climáticos perjudiciales para la salud. Zaitchik agregó que, junto con la conducta de las personas, la infraestructura, la gestión de emergencias y los calendarios sociales “en verdad deben reconocer esta nueva realidad”.
Entre las muchas formas poco sofisticadas de prevenir enfermedades y muertes están la sombra, las estaciones de agua, las aceras pintadas de blanco para reflejar el calor y los servicios sanitarios de urgencia para tratar los casos graves de golpes de calor. Algunos lugares calurosos e innovadores, como Singapur, han construido espacios públicos que unen el exterior con el interior. Han agregado aire acondicionado a zonas donde la gente tal vez tenga que quedarse esperando, como las paradas de autobús.
La solución más difícil de todas tal vez también sea la más sencilla en algunos sentidos: educar a la gente sobre los riesgos del calor, incluidas las personas acostumbradas a vivir en lugares calurosos. A menudo, esta gente no está consciente de los primeros síntomas del estrés por calor ni de cómo las altas temperaturas son especialmente peligrosas para las personas con enfermedades preexistentes, como las enfermedades renales o la hipertensión. Incluso los medicamentos, como los fármacos anticolinérgicos, que tratan las alergias o el asma pueden acelerar los problemas al restringir la sudoración.
“El calor es un asesino muy, pero muy complejo y sigiloso”, afirmó Tarik Benmarhnia, un investigador medioambiental y profesor titular de la Universidad de California, campus San Diego. “Es muy silencioso”.
Una peregrinación religiosa puede ser el más delicado de los acontecimientos. En los últimos años, devotos de muchos credos —cristianos en Filipinas, hindúes en la India, musulmanes en Arabia Saudita— han muerto por golpes de calor durante rituales religiosos.
Sin embargo, el hach tal vez conlleve el mayor grado de peligro.
Toda la península arábiga es calurosa y se calienta con rapidez, además de que las temperaturas nocturnas también suben, con lo cual se roban las horas en las que el cuerpo suele enfriarse. El hach dura cinco o seis días, lo que agrava la exposición al calor en la ciudad santa de La Meca.
Al calendario del hach también lo determina el ciclo lunar, por eso las horas programadas para el viaje podrían ser las más calurosas, como ocurrió este año. Y, debido a que hay una desproporción de personas de la tercera edad entre los peregrinos, son más vulnerables a los efectos del calor intenso.
Benmarhnia se estremeció cuando se enteró de la noticia de las muertes en el hach de este año.
“Pensé que esto pudo haberle pasado a mi abuela”, comentó por teléfono el lunes.
Él le había pagado el viaje a La Meca en 2019. Su abuela tenía 75 años, pero mencionó que, por suerte, hizo una peregrinación más pequeña durante una época más fresca, en abril. Con el número de muertos de este año, sugirió que los expertos en calor aprovechen lo ocurrido para diseñar de inmediato estrategias de adaptación con las autoridades religiosas.
El Ministerio de Salud saudita había lanzado campañas educativas en las que instaba a la población a mantenerse hidratada y usar paraguas. Las autoridades instalaron hospitales de campaña y estaciones de agua. Desplegaron miles de paramédicos.
No fue suficiente para una oleada de millones de personas, muchas de las cuales eludieron las cuotas a nivel nacional que tenían como objetivo limitar el tamaño de la multitud. Y Arabia Saudita ha enfrentado críticas a causa de las muertes por su manejo de la peregrinación.
Las elecciones de este año en la India demostraron que, incluso en lugares donde la gente cree estar acostumbrada al calor, se necesita mucha más concientización sobre los peligros del calor extremo.
En Bihar, al menos catorce personas murieron a finales de mayo y al menos diez de ellas eran personal electoral, según autoridades estatales encargadas de la ayuda en caso de desastres. En junio, casi 100 personas murieron en 72 horas en Odisha en casos que se sospecha que están relacionados con condiciones de calor.
Las autoridades sanitarias de la India han tenido que prepararse. En las unidades para tratar los golpes de calor en los hospitales de Delhi, los pacientes fueron sumergidos de inmediato en una tina llena de hielo para bajar su temperatura. En una sala equipada con congeladores, ventiladores y un refrigerador que hace hielos, los pacientes en estado crítico fueron colocados de inmediato sobre bloques de hielo y recibieron inyecciones de fluidos fríos.
No obstante, en muchas zonas, las olas de calor y las votaciones alcanzaron su punto máximo más o menos al mismo tiempo, como en el distrito de Aurangabad en Bihar, el hogar de 3 millones de personas, donde las temperaturas se acercaron a unos casuales. 48 grados Celsius a finales de mayo.
Ravi Bhushan Srivastava, médico jefe de un hospital público, se dirigió a evaluar los informes post mortem diarios en un día particularmente malo, en el que ingresaron 60 pacientes por golpes de calor.
“Al menos entre 35 y 40 estaban en mal estado”, comentó. “Estaban inconscientes o con la conciencia alterada, con el cuerpo muy caliente y con problemas para respirar”.
“Nunca había visto tantos pacientes con síntomas de golpes de calor ni a tal intensidad en toda mi carrera”, agregó.
En particular, los mítines electorales pueden ser vulnerables debido a las grandes multitudes que se congregan. Sin embargo, también hay muchas soluciones viables. Aditya Valiathan Pillai, especialista en adaptación de Sustainable Futures Collaborative, una organización de investigación en Delhi, comentó que los asistentes deben poder ver las temperaturas locales en tiempo real, con niveles de riesgo codificados por colores. Pueden instalarse estaciones de agua, sombra y centros de enfriamiento. En particular, las agencias públicas deben hacer todo lo posible para garantizar advertencias sobre el calor. “Ahora tenemos pronósticos de olas de calor que son bastante precisas con cinco días de anticipación, así que este tipo de concientización anticipada es posible”, afirmó Pillai.
David Bowman, un climatólogo en Tasmania que escribió un artículo que atrajo una gran atención en línea durante los incendios forestales de 2020 en Australia, en el que pedía que se pusiera fin a las vacaciones escolares de verano, comentó que la gente ya estaba comenzando a adaptarse en pequeños aspectos. Los paraguas se están convirtiendo en accesorios de moda para dar sombra, los pantalones cortos son cada vez más aceptables en el trabajo y los trabajadores en las vías públicas laboran en la noche.
El cambio climático podría obligar a cambiar todavía más los grandes eventos.
“Todos estos desastres son como una señal cultural del precio del cambio climático”, afirmó Bowman. “Claro que podemos ser tercos y seguir adelante a pesar del cambio climático, pero al final ganará el clima”.