Fallece Silvio Berlusconi, ex primer ministro italiano, a los 86 años
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El ex primer ministro italiano que logró mantenerse en la política tras escándalos sexuales y acusaciones de corrupción, murió a los 86 años
Il Cavaliere, Silvio Berlusconi, extravagante multimillonario y ex primer ministro italiano que una vez se describió a sí mismo como el “Jesucristo de la política”, falleció en un hospital de Milán a la edad de 86 años, confirmó este lunes su oficina de prensa.
El Hospital San Raffaele de Milán informó que a Berlusconi, quien tenía problemas de salud recientes, le habían diagnosticado leucemia. Anteriormente, había sido ingresado en el hospital debido a problemas respiratorios.
El miércoles 14 de junio se llevará a cabo un funeral de Estado para Berlusconi, según informó la RAI, el medio público estatal italiano, citando al presidente del Senado. No se proporcionó información inmediata sobre el lugar del funeral.
Berlusconi, reconocido durante mucho tiempo como la figura más pintoresca de Italia, ocupó el cargo de primer ministro en tres ocasiones, sirviendo un total de nueve años, más que cualquier otro desde el dictador fascista Benito Mussolini.
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Fue empresario de la construcción, magnate de las telecomunicaciones, presidente exitoso del fútbol italiano y ostentó el récord de permanencia en el cargo como primer ministro. Era amado y odiado por igual, admirado y temido.
Silvio Berlusconi fue todo esto y mucho más: un hombre que dividió a los italianos como ningún otro en más de 70 años de vida republicana.
En los últimos años de su vida, Berlusconi adoptó el papel de líder sabio y moderado, capaz de frenar los impulsos autoritarios de sus sucesores políticos Giorgia Meloni y Matteo Salvini. Casi se convirtió en una figura paternal para la Patria, siendo elogiado y respetado incluso por sus adversarios históricos. Un giro sorprendente para alguien que solía ser un populista de manual, un precursor de Trump.
Nacido el 29 de septiembre de 1936 en Milán, en el seno de una familia de clase media, se ha escrito mucho sobre su escandalosa vida.
Sus años de juventud estuvieron llenos de anécdotas y experiencias, la mayoría de las cuales resultan difíciles de comprobar, pero que él mismo difundió con gran talento como fabulador: desde ser asistente de proyección en un cine hasta cantar a bordo de cruceros, vender escobas puerta a puerta y ser estudiante de intercambio en la Sorbona de París.
Después de graduarse de la Universidad de Milán, comenzó su ascenso empresarial. Inicialmente, se dedicó a los negocios inmobiliarios y la especulación financiera, pero luego incursionó en los medios de comunicación. Desde un pequeño canal de cable hasta el imperio multinacional de Mediaset, llegó a convertirse en uno de los hombres más ricos de Italia, con un patrimonio estimado en 7 mil millones de dólares. Sin embargo, fue como presidente del AC Milan que alcanzó su verdadera popularidad.
Este ascenso estuvo marcado por algunos aspectos oscuros, como su pertenencia a la logia P2, una organización clandestina liderada por Licio Gelli que buscaba subvertir el Estado italiano, y sus vínculos con la mafia. Durante los años 70, un asesino afiliado a la Cosa Nostra llamado Vittorio Mangano trabajó en una de sus mansiones. Además, Marcello Dell’Utri, su estrecho colaborador, fue condenado en 2014 por actuar como intermediario entre la mafia y Berlusconi.
A principios de los años 90, Berlusconi ingresó en la política y aprovechó el escándalo de corrupción conocido como “Mani pulite” para impulsar su carrera. Este escándalo golpeó al líder socialista Bettino Craxi, quien había sido su padrino político y lo había favorecido desde el gobierno para su ascenso empresarial. Junto con Craxi, los partidos políticos tradicionales también fueron barridos.
Berlusconi se presentó en las elecciones de 1994 prometiendo llevar a cabo una “revolución liberal” y detener el supuesto avance de los “comunistas”. Con su habilidad habitual, utilizó dos argumentos fuertes de las derechas contemporáneas.
Detrás de los discursos, el objetivo de Berlusconi era proteger su imperio empresarial, que estaba cargado de deudas, y evitar posibles investigaciones. Esto marcó el inicio de un conflicto de intereses descomunal que influyó en toda su carrera política y subyugó la democracia italiana a sus intereses judiciales y corporativos.
En aquel momento, pocos se dieron cuenta de las consecuencias. Gracias a su poder mediático, su enfoque innovador en la comunicación y su capacidad para interpretar el cambio de época en un país cansado de los escándalos y una clase política autorreferencial, Berlusconi arrasó en aquellas primeras elecciones. Sin embargo, su primer gobierno duró solo un año y tuvo que esperar hasta 2001 para volver a ser Primer Ministro después de otra victoria electoral arrolladora. En esta ocasión, logró completar todo su mandato, convirtiéndose en el gobierno más largo en la historia republicana de Italia.
Su tercer y último mandato, entre 2008 y 2011, estuvo marcado por los escándalos del “bunga bunga” y las acusaciones de abuso de menores, según lo definía su ex esposa Veronica Lario como “vírgenes para alimentar al dragón”.
El hombre que había prometido modernizar Italia dejó al país al borde de la quiebra. En la plaza, una multitud celebró su salida con gritos y champán. La carrera política de Berlusconi terminó el 11 de noviembre, día de su renuncia.
En 2013, a pesar de una serie de leyes ad personam aprobadas por sus gobiernos para evitar los múltiples juicios en los que estaba involucrado, fue condenado definitivamente por fraude fiscal. Cumplió su pena prestando servicios a la comunidad y perdió su título de Cavaliere en el proceso.
Sin embargo, en lugar de retirarse, Berlusconi impuso su presencia en la escena política, evitando la formación de una nueva derecha moderada y fomentando el surgimiento de una corriente postfascista y soberanista liderada por Meloni y Salvini. Hasta el final, fue una figura central en la política italiana y volvió a ser senador tras las últimas elecciones.
Aun así, en sus últimos años, Berlusconi era una sombra de lo que solía ser. Se encontraba cada vez más aislado, bajo el estricto control de un pequeño grupo de cortesanos. Seguía contando los mismos chistes machistas de siempre, sin darse cuenta de que ya no causaban gracia. Era incapaz de conectar con la gente. Fue un final triste para alguien que, como nadie más, representó los vicios y las virtudes de los italianos.