Nuevo récord: 73 días bajo el agua respirando por "cordón umbilical"

Internacional
/ 28 septiembre 2015

"Me resulta difícil hacerme a la idea de que todo ha terminado", contaba el experto en buceo Cantrell.

Cayo Largo, EU.- Desde hace años el hombre sueña con poder vivir un día bajo el agua, algo que Bruce Cantrell y Jessica Fain han acercado un poco más a la realidad batiendo un nuevo récord, al vivir 73 días en un antiguo laboratorio submarino bajo las aguas de Cayo Largo, en Florida.

En realidad, su intención era emerger a la superficie hoy lunes a las 18:30 GMT, dando así oficialmente por terminado su experimento. Pero ya el jueves, estos dos profesores de biología convertidos en aventureros habían batido la mejor marca hasta el momento, la de 69 días registrada en 1992.

"Me resulta difícil hacerme a la idea de que todo ha terminado", contaba el experto en buceo Cantrell.

Pero también debía resultar extraño bucear durante tres o cuatro minutos en la oscuridad para pasar de repente a una cámara seca y encontrar allí a dos personas en camiseta y pantalón de deporte.

Porque el mundo submarino no es sólo húmedo, sino también silencioso, con los jadeos y burbujeos del propio regulador de respiración como único ruido y la comunicación con otras personas sólo es posible por gestos.

Sin embargo, allí estaban sentados Cantrell y Fain, alcanzando una toalla al recién llegado, que no es otro que un buceador mensajero que en seguida se pone ropa seca y se une a la conversación en la zona común, mientras observa peces y vacas marinas por el ojo de buey.

El zumbido permanente del sistema de mantenimiento transmite seguridad, así como los tres teléfonos, un interfono y también un teléfono por cable que no requiere electricidad, por si fallara completamente toda la técnica. El espacio es un poco pequeño, pero el lugar es cómodo. Y por 675 dólares se puede pasar la noche en este "Jules Undersea Lodge".

Pero aunque este habitáculo de 28 metros cuadrados no sea meramente una cápsula para la supervivencia y parezca una caravana confortable, el récord de Fain y Cantrell no ha sido fácil.

Los equipos de rescate tuvieron que hacer pruebas para poder sacar a sus ocupantes en cuestión de minutos en caso de emergencia. Además el espacio submarino fue vigilado las 24 horas por expertos desde tierra, pues en el caso de que fallara el sistema y no pudiera bombearse más aire y presión a través del "cordón umbilical", el habitáculo podría llenarse de agua en muy poco tiempo y sus habitantes, ahogarse.

Ni siquiera los 14 meses de preparativos eran garantía suficiente para una protección absoluta ante incidentes incómodos. Cantrell, de 63 años, tuvo que ser tratado de una infección, y un médico tuvo que sumergirse en la bahía de Cayo Largo para visitar al enfermo en su cápsula de acero.

También se estropeó la computadora de Cantrell, con la que se comunicaba con sus compañeros de clase, conocidos y periodistas por email y por videochat. El disco duro no soportó la presión submarina y tuvo que arreglarse en tierra firme.

Además, durante el proceso, los "acuanautas" no pudieron permitirse ni un trago de alcohol: la pequeña nevera de su cocinita contaba sólo con limonada y agua, por motivos de seguridad.

"¿Podemos tomar una botella grande de margarita y champán?", bromeaba Cantrell hace poco cuando su equipo en tierra le preguntaba por teléfono, como cada día, el momento en que un buceador podía llevarles la comida.

Sin embargo, ello no les impidió divertirse. En una ocasión, Fain se disfrazó de sirena y se sentó junto a pequeños peces de juguete delante del ojo de buey para atraer peces.

En Halloween ambos recibieron dulces enviados por un mensajero y además rodaron un cortometraje de terror en el que Cantrell interpretaba a un monstruo que salía dando tumbos del baño y experimentaba una muerte dramática.

Incluso el famoso astronauta Buzz Aldrin les hizo una visita. Además, ambos seguían impartiendo desde la distancia sus clases semanales de biología.

En la superficie, Fein, de 25 años, se alegra sobre todo de volver a tener a su perro que, al contrario que sus compañeros y su familia, no pudo visitarlo en la cápsula.

¿Y a Cantrell? ¿Qué es lo que más le alegra de volver a estar en la superficie? "Emerger, mirar al cielo, sentir los rayos del sol y darme cuenta de que lo hemos conseguido".

Por Johannes Schmitt-Tegge/DPA

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