Pakistán, una potencia nuclear mira hacia el fundamentalismo

Internacional
/ 22 septiembre 2015

El asesinato de Tasir ha conmocionado a la élite liberal, afirma Petersen. "La gente tiene miedo de correr la misma suerte. Quien todavía tenga la valentía de defender su opinión tendrá que temer por su vida".

Lahore, Pakistán.- Mientras que los aliados occidentales luchan contra los extremistas en Afganistán, el vecino Pakistán, una potencia nuclear mucho más peligrosa, está derivando hacia el fundamentalismo. Los mulás ya han conquistado la calle. La más reciente prueba de ello ha sido el asesinato del ministro cristiano para Minorías.

Dil Bazir está sentado en su pequeña oficina de correduría en la ciudad de Rawalpindi, la principal plaza militar del país. A sus espaldas, en la pared, cuelga un retrato de Muhamad Ali Yinnah, el fundador del Estado de Pakistán. La barba negra de Bazir está bien cuidada y es mucho más corta que la que suelen llevar los islamistas. Bazir, de 39 años, dice que se considera a sí mismo como un musulmán moderado. Pero luego pronuncia frases como esta: "Hay que matar a cada persona que dice algo malo del profeta (Mahoma)".

Bazir sabe de qué está hablando. Su hermano Mumtaz Husain Quadri, 14 años menor que él, era miembro de una unidad élite de la policía y como escolta estaba encargado de la seguridad del gobernador de la provincia oriental de Punjab, Salman Tasir. Sin embargo, en vez de proteger a su jefe, el guardaespaldas le mató a tiros en enero pasado debido a que el gobernador, según la opinión de su asesino, había incurrido en blasfemia.

Qadri justificó su acción acusando al gobernador de haber calificado la ley de blasfemia como "ley negra". En vez de desatar una ola de indignación, la muerte de Tasir generó en todo el país una avalancha de simpatía con el asesino que no remite.

No solo el caso de Tasir ejemplifica el poder que ha ido adquiriendo el fundamentalismo en Pakistán. El 2 de marzo, el ministro de Minorías, Shabaz Bhatti, el único miembro cristiano del gobierno, fue asesinado a tiros por islamistas en plena calle de Islamabad. Al igual que Tasir, Bhatti era un prominente detractor de la ley de blasfemia. En un volante abandonado en la escena del crimen, un grupo talibán amenazó con matar a todas las personas que han exigido enmiendas a la ley.

"El islam, como factor político, se está imponiendo en Pakistán. Temo que en un futuro cercano el país pueda caer en manos de los partidos islamistas", dijo después de la muerte de Tasir la directora de la Fundación Heinrich Böll en Lahore, Britta Petersen. Los islamistas, advierte Petersen, ya han conquistado la calle.

El asesinato de Tasir ha conmocionado a la élite liberal, afirma Petersen. "La gente tiene miedo de correr la misma suerte. Quien todavía tenga la valentía de defender su opinión tendrá que temer por su vida". Poco después fue asesinado a tiros el ministro Bhatti, a quien los islamistas ya habían amenazado de muerte.

Miles de paquistaníes se han manifestado para exigir la puesta en libertad del asesino de Tasir, convertido en héroe popular, mientras que los liberales solo lograron convocar pequeñas manifestaciones para recordar al gobernador asesinado.

Cuando Qadri compareció por primera vez ante el tribunal, el mismo día en que fue enterrada su víctima, varios abogados le arrojaron pétalos de rosa y besaron sus manos; cien abogados ya se han ofrecido para asumir gratis su defensa. Dos fiscales se han negado a presentar acusación contra Qadri, posiblemente no solo porque simpaticen con él, sino también porque teman por su propia vida. El hermano de Qadri asegura que "todo el mundo islámico está orgulloso de él (...). Cada persona en Pakistán nos apoya".

Bazir comparte el mismo argumento que muchos esgrimen en Pakistán: la ley de blasfemia, que fue introducida en su versión actual por el dictador militar Mohamad Zia el-Haq en 1986, no fue hecha por hombres, sino por Dios mismo. Por tanto, cualquier crítica a la ley supone un insulto no solo al profeta, sino al mismísimo Dios y al islam en su conjunto, según la cruda argumentación de Bazir, que es compartida por la gran mayoría de los paquistaníes. "Fue el propio Dios quien castigó al gobernador Tasir por haber cometido blasfemia", sostiene el hermano del asesino.

Bazir rechaza que exista una "talibanización" de Pakistán. "Esa es una conspiración orquestada por la India, Israel y Estados Unidos para difamar a Pakistán". En su país, sostiene, las minorías religiosas tienen más derechos que en Europa y a los cristianos se los trata en Pakistán "con amor y respeto".

Ese "amor y respeto" por parte de sus compatriotas musulmanes debe de estar echando de menos la cristiana Asia Bibi, una trabajadora agrícola acusada de haberse expresado en términos despectivos sobre el profeta Mahoma en la aldea donde vive, en la provincia de Punjab.

En junio de 2009 fue detenida y el pasado noviembre fue condenada a muerte. La sentencia aún tiene que ser ratificada por el Tribunal Supremo de Lahore, la capital de Punjab. El caso de Asia Bibi saltó a los titulares de la prensa internacional y también el papa Benedicto XVI ha pedido la puesta en libertad de la mujer.

Los islamistas en Pakistán han amenazado con desatar la violencia si Bibi sale en libertad. Según un reporte periodístico, el clérigo Maulana Yusuf Qureshi, de Punjab, ha ofrecido una recompensa de 500.000 rupias (unos 4.400 euros o 6.100 dólares) a quien asesine a Bibi.

El ministro Bhatti y el gobernador Tasir habían salido en defensa de Bibi. Tasir la había visitado en prisión después de la sentencia y había expresado su convicción de que esa "mujer cristiana indefensa" no había cometido blasfemia. "Acusar en tales casos a minorías indefensas supone una ofensa a la Constitución paquistaní", sostuvo Tasir. "Está claro que se abusa de la ley (de blasfemia) para agredir a minorías", dijo Tasir en una entrevista. Pocos días después fue asesinado.

Según la Comisión para Justicia y Paz, una organización cristiana con sede en Lahore, 17 de las 41 demandas por blasfemia presentadas el año pasado afectaron a cristianos, el mayor número registrado desde que la ley entró en vigor hace 25 años. En términos generales, la ley prohíbe el insulto a cualquier religión, pero en la práctica solo se aplica para castigar una supuesta difamación del islam. Si el delito consiste en calumniar al profeta Mahoma, el acusado puede ser condenado a muerte, como ocurrió en el caso de Asia Bibi.

En el caldeado ambiente que predomina actualmente en Pakistán es imposible que la ley de blasfemia sea derogada. La diputada Sherry Rehman, del gobernante Partido Popular de Pakistán (PPP), intentó al menos introducir enmiendas a la ley para que fuese más difícil presentar demandas y para evitar su abuso. A principios de febrero, el primer ministro Syed Yusuf Raza la obligó a retirar sus propuestas de enmienda. Previamente, Rehman había revelado a la cadena británica BBC que cada media hora recibía amenazas de muerte por email o por teléfono.

El secretario de la Comisión para Justicia y Paz en Lahore, Peter Jacob, afirma que "nunca antes en la historia de Pakistán las minorías han estado en una situación tan mala". Según Jacob, los extremistas están venciendo a la sociedad civil porque esta no está armada y porque el Estado no la protege".

El escritor Ahmed Rashid, autor de varios bestsellers, es un año más joven que su patria, fundada en 1947. Para él no queda duda de que Pakistán está atravesando la peor crisis de su historia. Rashid plantea una interrogante alarmante: si el asesino de Tasir logró penetrar en una unidad élite de la policía, entonces ¿cuán fiables son las unidades élite del Ejército que vigilan el arsenal nuclear de Pakistán?

El profesor Tarik Rahman, de la Universidad Quaid-i-Azam de Islamabad, ve el futuro de su país con "mucho pesimismo". Cree que es muy posible que los mulás, después de haber conquistado el poder en la calle, también se hagan con el poder político. La "talibanización" del país es un peligro real, asegura. "Este país no me da mucha esperanza", confiesa Rahman.


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