India y Pakistán siguen al borde de la guerra; una crisis nuclear en el sur de Asia

Internacional
/ 5 mayo 2025

Tras el ataque terrorista del 22 de abril en Pahalgam, Cachemira india, que mató a 26 civiles, en su mayoría peregrinos, las tensiones se han intensificado a lo largo de la Línea de Control

El mundo observa con creciente preocupación la crisis que ahora está llevando a India y Pakistán al borde de un conflicto armado abierto.

Tras el ataque terrorista del 22 de abril en Pahalgam, Cachemira india, que mató a 26 civiles, en su mayoría peregrinos, las tensiones se han intensificado a lo largo de la Línea de Control (LoC), la frágil frontera que separa los dos países en la región de Jammu y Cachemira.

TE PUEDE INTERESAR: Pakistán asegura que la India prepara ataque en su contra en las próximas 36 horas

Por octava noche consecutiva hubo tiroteos. Mientras el gobierno paquistaní acusa a India de provocación, Nueva Delhi responde que “el ataque terrorista no quedará impune”.

Y ahora Islamabad lanza una alarma sin precedentes: “Dentro de 24 a 36 horas, India nos atacará. Estamos listos para responder”.

Cachemira ha sido uno de los nodos más volátiles de la geopolítica global durante décadas.

Su problemática historia se remonta a la partición de la India británica en 1947, cuando el subcontinente se dividió en dos estados según la mayoría religiosa: India (predominantemente hindú) y Pakistán (predominantemente musulmán).

Cachemira, predominantemente musulmana pero gobernada por un maharajá hindú, fue anexada por la India, lo que desencadenó la primera de cuatro guerras indo-paquistaníes.

A pesar del alto el fuego de 1971 y la posterior definición de la Línea de Control, la disputa siguió sin resolverse.

Y con el tiempo, se ha convertido en un terreno fértil para la insurgencia local, la infiltración de grupos yihadistas y la confrontación indirecta entre las dos potencias nucleares.

El detonador de la crisis actual fue el ataque terrorista del 22 de abril, que tuvo como objetivo a un grupo de peregrinos hindúes en la localidad de Pahalgam, en la Cachemira india.

El grupo yihadista Lashkar-e-Taiba, ya conocido por el ataque de Mumbai de 2008, se atribuyó la responsabilidad de la masacre.

La India ha acusado directamente a Pakistán de albergar y apoyar a militantes.

Islamabad negó cualquier responsabilidad, pero a partir de ese momento el enfrentamiento degeneró rápidamente.

LAS CLAVES

Las medidas adoptadas como respuesta por ambos gobiernos muestran una espiral que ya está fuera de control:

India ha expulsado a 25 diplomáticos paquistaníes, cerrado cruces fronterizos, suspendido unilateralmente el Tratado de Aguas del Indo de 1960 y prohibido que aviones paquistaníes sobrevuelen su espacio aéreo.

Pakistán respondió con medidas similares: una prohibición comercial, una prohibición de los aviones indios, un estado de alerta militar y la amenaza de pruebas de misiles.

– A lo largo de la LdC se producen combates todas las noches con intenso fuego de artillería y morteros.

Las declaraciones de los respectivos dirigentes muestran una dramática escalada retórica.

El primer ministro indio, Modi, ha prometido “un castigo ejemplar para los enemigos del país”.

El jefe del ejército paquistaní, Asim Munir, habló de “agresión inminente” por parte de la India y puso en alerta sus fuerzas nucleares estratégicas.

La cuestión más crítica sigue siendo la dimensión nuclear. Ambas potencias poseen armas nucleares: según los últimos datos del SIPRI, India tiene aproximadamente 172 ojivas nucleares, Pakistán 170.

Aunque hasta ahora la “Pax Atómica” ha servido como un elemento disuasorio eficaz, el riesgo de que un conflicto convencional degenere en una guerra nuclear es hoy mayor que en el pasado, sobre todo en ausencia de canales diplomáticos creíbles.

El precedente de Pulwama en 2019, cuando un ataque suicida condujo a un ataque aéreo indio en suelo paquistaní, mostró cómo se puede cruzar rápidamente el umbral de la represalia. Hoy, sin embargo, el contexto es mucho más inestable.

A diferencia de 2019, hoy tanto India como Pakistán están dirigidos por liderazgos más rígidos y menos abiertos:

– En la India, Narendra Modi y el BJP están impulsando una línea ultranacionalista. La revocación del estatus autónomo de Cachemira en 2019 fue una medida histórica que exacerbó aún más las tensiones con la minoría musulmana y con Pakistán.

– En Pakistán, el general Asim Munir ha reemplazado al más moderado Qamar Javed Bajwa. Con una economía en crisis y un gobierno civil cada vez más impopular, el ejército de Pakistán puede aprovechar la crisis para consolidar su poder interno.

A nivel internacional, la crisis se desarrolla en un vacío de liderazgo diplomático:

Estados Unidos, que intervino con firmeza en 2019, hoy no tiene ni embajador ni presencia militar significativa en la región, tras retirarse de Afganistán.

China, aliada de Pakistán y con tropas en la cercana Ladakh, está observando de cerca. Pekín podría aprovechar la crisis para fortalecer su influencia en el sur de Asia, pero teme el caos en sus fronteras.

– La ONU ha lanzado un llamamiento general al “diálogo”, mientras que la Unión Europea está actualmente ausente de la escena diplomática.

Un conflicto armado entre India y Pakistán no sólo sería una tragedia regional. Las repercusiones serían globales:

Crisis humanitaria: Millones de civiles, especialmente en Cachemira, quedarían atrapados en un conflicto de alta intensidad. Las organizaciones humanitarias temen desplazamientos masivos y el colapso de los sistemas de salud locales.

Riesgo nuclear: un choque convencional podría fácilmente degenerar, incluso por un error de cálculo o un accidente táctico, en una guerra nuclear limitada, con efectos devastadores sobre el clima y la población mundial.

Inestabilidad global: El despliegue de alianzas podría inflamar a otras regiones. China, Turquía y algunos países del Golfo podrían apoyar a Pakistán; Mientras que Estados Unidos, Israel y Japón pueden ponerse del lado de la India, abierta o encubiertamente.

Colapso económico regional: Las dos economías ya frágiles sufrirían un golpe devastador. Las rutas comerciales mundiales, incluidas las del petróleo y las materias primas, se verían gravemente afectadas.

Nunca antes la comunidad internacional ha tenido tanta responsabilidad de actuar con decisión.

India y Pakistán no son simplemente dos Estados en conflicto: son dos naciones nucleares en un contexto de desestabilización múltiple, atravesado por nacionalismos, terrorismo, pobreza y rivalidades regionales.

Esta crisis no comenzó en 2025, sino que es el legado de un siglo de errores, desde el colonialismo británico hasta el fracaso en la resolución de las disputas territoriales.

Pero si hoy estallara una guerra, no sólo sería el fruto del pasado: sería el fracaso del presente.

Se necesita inmediatamente un mecanismo de desescalada creíble. Se necesita diplomacia multilateral.

Y, sobre todo, necesitamos la voluntad política para evitar una tragedia de la que nadie sería perdonado.

Temas


A20

Localizaciones



Especialista en temas de geopolítica internacional. Ha trabajado en medios de Europa y nacionales por más de 10 años.

COMENTARIOS

Selección de los editores