¿Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, en realidad planea un ataque esta vez?
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Desde hace décadas, un elemento central de la postura de Corea del Norte ha sido causar provocación con movimientos militares bien calculados y cronometrados
SEÚL- Corea del Norte disparó cientos de proyectiles de artillería en aguas cercanas a las islas fronterizas con Corea del Sur el 5 de enero. La semana pasada, declaró que ya no considera que Corea del Sur esté habitada por “compatriotas”, sino que la ve como un “Estado hostil” que planea dominar con una guerra nuclear. El viernes, anunció que había probado un dron nuclear submarino para ayudar a ahuyentar las flotas de la fuerza naval estadounidense.
Este nuevo redoble de amenazas, en un periodo de preocupación para Estados Unidos y sus aliados por la guerra en Ucrania y el Medio Oriente, ha hecho que los funcionarios y analistas extranjeros se pregunten si el dirigente de Corea del Norte, Kim Jong-un, ya no solo quiere parecer amenazador, sino que planea utilizar más sus fuerzas militares.
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Desde hace décadas, un elemento central de la postura de Corea del Norte ha sido causar provocación con movimientos militares bien calculados y cronometrados, algunos con la intención de reforzar la disciplina al interior del país y otros para llamar la atención de sus vecinos y Estados Unidos, y algunos más con todos esos objetivos.
Pero quienes siguen de cerca las acciones de Corea del Norte perciben algo distinto en la ronda más reciente de señales de Kim. A algunos les parece una pista de que Corea del Norte ya perdió todo interés en buscar negociaciones diplomáticas con Occidente, mientras que unos cuantos han sugerido que es posible que ese país esté planeando un ataque repentino contra Corea del Sur.
Dos analistas veteranos de Corea del Norte (el exfuncionario del Departamento de Estado Robert Carlin y el científico nuclear Siegfried Hecker) sonaron la alarma la semana pasada en un artículo para el sitio web 38 North, mantenido en Estados Unidos, en el que afirman que Kim ya pasó de las simples amenazas. “Kim Jong-un ya tomó la decisión estratégica de ir a guerra”, escribieron.
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Hay consenso general entre los analistas en cuanto al cambio de postura de Corea del Norte en años recientes, obligada por un cúmulo de problemas internos, desde su economía moribunda hasta la escasez de alimentos y petróleo, y frustraciones en su diplomacia exterior, como el fallido intento de Kim de ponerles fin a las sanciones internacionales mediante acciones de diplomacia directa con el expresidente Donald Trump. Además, la mayoría concuerda en que la cercanía reciente de Corea del Norte con Rusia, evidente en acciones como el suministro de proyectiles de artillería y misiles para su uso en la guerra rusa en Ucrania, en cierta forma marcará un punto de inflexión.
No obstante, sigue habiendo un gran desacuerdo en cuanto al nuevo rumbo que Kim pretende tomar.
Muchos creen que la meta final de Kim no ha cambiado: en vez de una guerra con Corea del Sur, aliada de Estados Unidos por tratado, busca que Washington proponga pláticas de reducción de armas y así acepte que su país es una potencia nuclear.
“Corea del Norte no declarará ninguna guerra a menos que decida volverse suicida; sabe muy bien que no puede ganar la guerra”, comentó Park Won-gon, experto en Corea del Norte de la Universidad Ewha para mujeres en Seúl. “Pero le encantaría que sus enemigos crean que puede ganarla, porque así podría tener su atención y quizá logre algunas concesiones, como la flexibilización de las sanciones”.
Algunos analistas de China, el aliado más vital de Corea del Norte, también dudan mucho que Kim decida declarar la guerra sin un ataque previo contra Corea del Norte. El profesor Shi Yinhong, de la Universidad Renmin en Pekín, afirmó que la dirigencia de Corea del Norte no actúa de manera irracional, sino que su motivación fundamental es la supervivencia, e iniciar una guerra iría en contra de esa meta.
Otros resaltaron que Corea del Norte podría demostrar su fuerza militar incluso con ataques convencionales más reducidos y con pruebas de armas más atrevidas, sin arriesgarse a provocar una respuesta mortífera.
“Hay muchos peldaños en la escalera que Corea del Norte puede seguir subiendo sin llegar a una guerra franca”, opinó Victor Cha, experto en Corea del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales con sede en Washington. “Kim no está tan seguro de que pueda detener la respuesta estadounidense si sus acciones son muy precipitadas”.
Si Kim quiere subir esa escalera, la historia reciente sugiere que ahora podría ser el momento.
Corea del Norte ha optado por perturbar a sus enemigos en los momentos de mayor tensión política, y este año habrá elecciones tanto en Estados Unidos como en Corea del Sur. Corea del Norte lanzó un cohete de largo alcance a finales de 2012, en el periodo entre las elecciones presidenciales de Estados Unidos y las de Corea del Sur. Realizó una prueba nuclear poco antes de la toma de posesión de un dirigente de Corea del Sur en 2013. En 2016, realizó otra prueba nuclear dos meses antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Corea del Norte también podría optar por acciones de provocación en las próximas semanas para intentar ayudar a los liberales que apoyan las negociaciones intercoreanas a ganar las elecciones parlamentarias de abril en Corea del Sur, en opinión del analista Ko Jae-hong del Instituto de Estrategia de Seguridad Nacional con sede en Seúl. Con provocaciones, Corea del Norte espera generar entre los electores de Corea del Sur el temor de que ejercer mayor presión sobre Corea del Norte, la estrategia que ha intentado aplicar la administración actual del presidente Yoon Suk Yeol, podría “provocar una guerra nuclear”, aseveró.
Corea del Norte “seguirá escalando las tensiones hasta que pasen las elecciones de Estados Unidos”, indicó Thomas Schäfer, antiguo diplomático alemán que fungió dos veces como embajador en Corea del Norte. Pero “en el punto más álgido de las tensiones, terminará por entablar pláticas de nuevo con una administración republicana esperando que se reduzcan las sanciones, haya alguna especie de aceptación de su programa nuclear y, su principal objetivo, se reduzcan o incluso retiren por completo las tropas estadounidenses de la península de Corea”, señaló Schäfer en un escrito para refutar el análisis de Carlin y Hecker.
Desde que Kim ascendió al poder en 2011, se ha dedicado a reforzar la capacidad nuclear de Corea del Norte y la ha aprovechado como herramienta de negociación y disuasión para obtener concesiones de Washington, como el retiro de las sanciones de las Naciones Unidas, con el propósito de lograr crecimiento económico.
Lo intentó cuando se reunió con Trump en 2018 y de nuevo en 2019. Fue un rotundo fracaso y Kim regresó a casa con las manos vacías y humillado.
Entonces, se comprometió a encontrar un “nuevo camino” para su país.
Desde entonces, Corea del Norte ha rechazado varias convocatorias de Washington a sostener pláticas. Tampoco ha querido sostener diálogos con Corea del Sur, y ha indicado desde 2022 que estaría dispuesta a utilizar armas nucleares contra Corea del Sur en una guerra, además de que ha dejado de insistir, como lo hizo muchísimo tiempo, en que las armas serían un medio de disuasión para garantizar la paz en la península de Corea. Ha probado opciones más diversas y difíciles de interceptar para lanzar sus ojivas nucleares.
No se sabe si Corea del Norte ya logró construir un misil balístico intercontinental confiable capaz de atacar a Estados Unidos. Eso sí, dos de los principales enemigos de Corea del Norte, Corea del Sur y Japón, están mucho más próximos a lograrlo.
En el frente diplomático, Kim ha hecho todo lo posible para hacer notar que ya no considera a Estados Unidos un socio negociador vital y más bien espera una “neo-Guerra Fría” en la que Estados Unidos vaya en retirada a nivel global. Ha adoptado medidas firmes para mejorar los lazos militares con Rusia y, a cambio, lo más seguro es que Rusia le haya prometido ayuda tecnológica para sus programas armamentistas y ayuda con alimentos, según algunos funcionarios.
Por su parte, con todo y que ha adoptado una postura militar más agresiva en años recientes, China podría ayudar a moderar cualquier acción militar temeraria de Corea del Norte.
China y Corea del Norte firmaron un tratado en 1961 por el que ambos países se comprometieron a darle ayuda militar al otro en caso de que sea blanco de un ataque. Pero China no tiene muchos incentivos para dejarse arrastrar a una guerra en Corea por ahora.
“Una guerra en la península de Corea sería desastrosa para Pekín. Podría ponerle fin de tajo a medio siglo de paz en el oriente de Asia, un periodo de crecimiento sin precedentes para la RPC”, explicó John Delury, profesor de Estudios Chinos en la Universidad Yonsei de Seúl, sobre la República Popular de China. c.2024 The New York Times Company.
Por Choe Sang-Hun, The New York Times.