‘La masacre en Waco’... un falso mesías, errores del FBI y 82 muertos entre ellos 23 niños; la historia de la misteriosa secta de ‘Los davidianos’ (videos)

Noticias
/ 24 marzo 2023

Entre febrero y abril de 1993, una secta de Texas, liderada por David Koresh, llamó la atención del FBI y de otros organismos de seguridad, terminando en masacre

Hace 30 años, el 28 de febrero de 1993, agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) de Estados Unidos intentaron ejecutar una “entrada dinámica” en la casa de una comunidad religiosa en Mount Carmel, una propiedad a 16 kilómetros al este de Waco, Texas.

Un falso profeta, cientos de armas de alto poder, fe ciega y el peor fiasco en la historia de las agencias de seguridad estadounidenses, derivaron un verdadero apocalipsis. El fin de los “Davidianos de la Rama” en Waco, Texas, una de las páginas más oscuras en la historia de los Estados Unidos.

El 28 de febrero de 1993 la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), irrumpió en un rancho de Monte Carmelo, una localidad marginada en el centro de Texas. Ahí residía David Koresch, un líder religioso que aseguraba ser el hijo de Dios, junto a cientos de seguidores. Las autoridades habían detectado acumulación y transformación de armamento que violaba flagrantemente las leyes de posesión y armamento vigentes.

TE PUEDE INTERESAR: Así fue la masacre de Columbine hace 21 años... inspiración para otras tragedias

Lo que comenzó como un asalto sorpresa, terminó en una estrujante balacera que dejó cuatro oficiales de la ATF muertos e inició un conflicto de 51 días que fue televisado en cadena nacional y terminó en la peor tragedia.

La redada provocó un tiroteo que se saldó con la muerte de cuatro agentes de la ATF y seis miembros de la Rama Davidiana. Poco tiempo después, el enfrentamiento se agudizó y provocó un final inesperado.

Cómo fue el asedio a la secta de David Koresh

Para el 1 de marzo de 1993, la ATF preparó el asalto a Monte Carmelo con el mayor de los sigilos, pero avisó a un periodista para que cubriera los hechos. En su camino al rancho, el comunicador se perdió y pidió ayuda a un cartero que pertenecía a la secta. Ni tardo, ni perezoso, éste último avisó a Koresch.

El falso mesías de la secta aseguraba que el mundo se iba a acabar y que él tendría que librar una guerra contra el gobierno estadounidense, por eso se alistó con un verdadero arsenal. Cuando Koresch supo del asalto, gritó nervioso: “¡Llegó la hora!”.

Koresch, en ese entonces de 33 años, se había quedado al frente de la secta luego de mantener una relación sentimental con Lois Roden, la profetisa y líder de la secta cuando ella tenía 76 años y él 23. La disputa por el mandato con el hijo de Roden, involucró una pelea con armas de fuego dentro del rancho y su posterior arresto, sin embargo no se le pudieron fincar cargos y salió libre.

El fallido intento de hacerse de Monte Carmelo, por parte de la ATF finalizó con una humillante derrota y cuatro bajas, además de 15 heridos graves. El FBI tomó cartas en el asunto de inmediato, pero los resultados no fueron mejores, pues los davidianos se atrincheraron casi dos meses.

Los negociadores lograron algunos avances con Koresch, quien liberó a algunos niños con el paso de los días, siempre bajo la condición de poder emitir sus mensajes religiosos a través de los medios de comunicación. La prensa jugó un papel esencial en esta historia, pues transmitió prácticamente las 24 horas los hechos y el interés del caso fue mundial.

A la propiedad arribó un grupo de rescate que tenía una posición diametralmente opuesta al de negociación. Llevaron tanques Abrams, colocaron francotiradores y tensaron el ambiente hasta que estalló.

La Fiscal General Janet Reno avaló el uso de gases lacrimógeno para sacar a Koresch y sus seguidores del rancho después de 51 días. El 19 de abril comenzó el asedio, un tanque comenzó a destruir la propiedad con la intención de que los rebeldes salieran de la propiedad, pero sucedió lo peor.

Un incendio comenzó a consumir la propiedad ante el azoro de toda la nación. Las autoridades no permitieron el ingreso de los bomberos por temores de seguridad. Sólo tres personas abandonaron a Koresch, el resto decidió morir junto con él entre las llamas y sacrificar a sus hijos. El saldo fue de 82 sectarios muertos, incluidos 23 niños.

“Prefirieron morir entre las llamas que dejarlo, eso es compromiso”, reflexionó uno de los integrantes del grupo de rescate, que presenció los hechos.

“Asumo toda la responsabilidad”, aceptó Reno después del fracaso. El propio Clinton dio una conferencia de prensa en la Casa Blanca, en uno de los momentos más bochornosos de su presidencia.

La historia marcó a todo un país que preferiría olvidarla, pero que por el contrario ha tenido que lidiar con otros personajes fatídicos que también se han autonombrado hijos de Dios.

Quién fue David Koresh, el líder religioso con 15 esposas que provocó la Masacre de Waco

Ya en 1983 David Koresh afirmaba ante la gente que empezaba a rodearlo que él había recibido el don de la profecía. Nacido en 1959, a los 24 años la palabra del muchacho de Houston ya tallaba profundo entre los fieles de la Iglesia Davidiana de la Rama. A muchos de esos que lo miraban mesiánicamente los convenció de morir a su lado. Fue en un rancho de Waco, Texas, una década después.

La masacre de Waco, así fue considerado ese suicidio colectivo inducido, fue televisada en vivo y se transformó en una de las mayores tragedias civiles de los Estados Unidos que aún hoy tiene más oscuros que claros por la polémica intervención que tuvo el FBI.

David Koresh no era su nombre real. Se llamaba Vernon Wayne Howell, era hijo de una chica de 15 años, Bonnie Sue Clark, y un joven irascible de 20, Bobby Howell, quien dos meses después de su nacimiento ya se había ido con otra mujer y nunca más volvería a ver a su hijo. Fue un chico solitario, alumno ordinario y de bajo relieve. Sus estudios primarios se caracterizaron por las dificultades de aprendizaje por su poca capacidad de atención y su dislexia.

Sin embargo, luego de que su mamá le cambiara el nombre por el que lo haría tristemente famoso, empezaría a sorprender a todos con algo: a los 11 ya recitaba casi de memoria el Nuevo Testamento, manejando los tiempos y la expresividad con maestría actoral. Al cumplir los 19 dejó embrazada a una niña de 15 años con la que tuvo un hijo. Ese hito en su vida hizo que “naciera de nuevo” y se volcara al cristianismo que profesaban los cultores de la Iglesia Adventistas del Séptimo Día, feligresía de donde fue expulsado tiempo después cuando intentó, enamorado, quedarse con la hija del pastor principal de su orden. Corría el año 1981.

Entonces tomó otra decisión. Había llegado el momento de buscar su camino de inmensidad. Primer paso, mudarse a Waco, Texas, una zona de campos y cultivos dominada por las praderas, equidistante de Houston, Austin y Dallas, las grandes urbes de ese estado sureño. Allí se unió a los Davidianos, un hermético grupo religioso originado como un desprendimiento de los adventistas del séptimo día.

El conjunto se había instalado en esa zona en 1955, y su centro de operaciones era un rancho estilo texano en las afueras de la ciudad. Lo llamaron Mount Carmel, en homenaje al Monte Carmelo bíblico. Los orígenes de la congregación, a la que muchos pobladores ya empezaban a llamar “secta” poco tiempo después de haberse afincado en la región, se remontaban a 1934.

Los “davidianos de Waco” eran ex miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo día y seguidores ciegos de su fundador, Victor Houteff, un inmigrante búlgaro también echado de la parroquia original, había sido expulsado de la misma tras ser acusado de disidente por los jerarcas de dicho culto. El hombre, de carácter fuerte y dominante, tenía su propia ley, con Corte Suprema incluida. Allí iban a parar aquellos que cuestionaban su palabra, entregada en cuerpo y alma a la difusión de su particular interpretación del libro de las revelaciones del Apocalipsis.

El mesías y sus abusos

Hacia 1988 Koresh, ya dominaba por completo al cada vez más pequeño grupo de adoradores. El éxodo de fieles se venía produciendo lentamente desde tiempo atrás. El “mesías” se hallaba al frente de la secta desde 1984, tras un tiroteo con el hijo del anterior dirigente de la secta, George Roden. Koresh estaba convencido de ser la reencarnación de Jesucristo.

Aprovechando su autoproclamación de nuevo Dios, subyugaba a sus discípulos con su profundo conocimiento de la Biblia, y lograba seducir a las mujeres convenciéndolas para que mantuviesen relaciones sexuales con él porque “esa era la voluntad de Dios”. A los 33 años, su teoría de la poligamia le permitía tener 15 esposas.

Los años fueron transcurriendo a la par del hermetismo. Los rumores eran cada vez más fuertes y como en todo pueblo chico, el infierno era grande. ¿Qué ocurría intramuros en el Mount Carmel? Esa era la gran pregunta de todos en Texas.

Un periódico local estaba a punto de desvelar su brutales conductas: fue acusado de haber convertido el rancho de Monte Carmelo en un harén y de abusar de niños.

Eso fue el principio del fin. Algunos desencantados habían dejado la secta y denunciado sus irregularidades a fines de 1992. El FBI ya había sido alertado de la situación compleja que se vivía puertas adentro, y de lo dificultoso que sería convencer a un centenar de fanáticos religiosos que lo mejor era abandonar esa cruzada.

Muchos empezaron a escaparse en enero y febrero de 1993. Ya no daba para más. Adentro no había TV ni radio. Estaban prohibidas por Koresh, que también impedía la salida y la entrada de todos, desoyendo los ruegos de las autoridades del gobierno del presidente Bill Clinton. Hacia marzo, el Dios texano había logrado retener a sus 76 fieles más radicalizados.

Agentes federales ya rodeaban la enorme estructura del Mount Carmel. Empezaría el asedio final, que arrancó siendo dialoguista y terminó de la peor manera.

El trágico 19 de abril

“Si el FBI trata de penetrar en el rancho del Apocalipsis sus agentes serán consumidos por el fuego”, amenazaba Koresh, que ya llevaba 50 días atrincherado, con muchas armas en su poder. ¿Ya tenía todo planeado y sabía que incendiaría esas vidas en caso de la irrupción de las fuerzas federales? Los davidianos se habían atrincherado después de que el 28 de febrero el Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) de Estados Unidos llevara a cabo una redada en sus instalaciones alertados por la presunta presencia ilegal de armas, precisamente. Por lo tanto, Koresh ya tenía un destino de cárcel totalmente asegurado.

El 19 de abril de 1993, la cuerda se estiró a su punto límite. Presionado por todo un país que seguía en vivo lo que iba pasando en el rancho, el FBI dio el ultimátum: todos salían pacíficamente o ellos entrarían a liberar el área. Pero antes de que eso ocurriera, el infierno se encendió.

De un segundo a otro, el rancho Mount Carmel, en el centro del inmenso verde de Texas, fue noticia mundial al verlo arder provocando la muerte de los miembros de la secta -19 hombres, 30 mujeres y 23 niños-, a los que se sumaron cuatro policías durante un tiroteo con los últimos rebeldes armados. Mientras, la nación entera veía la operación policial de desalojo por televisión.

“Sentaos y esperad sencillamente hasta ver a Dios”, decía Koresh a sus seguidores mientras las llamas devoraban la estancia. La tragedia se inició a las 5:30 de la mañana, tras la notificación telefónica por parte del FBI al líder del inminente asalto del complejo, exigiendo su rendición inmediata. Media hora después, al no recibir respuesta, se movilizó un tanque M-728 hacia el extremo oeste del complejo y perforó las paredes lanzando gases lacrimógenos en su interior.

Solo siete hombres y una mujer lograron sobrevivir. El gobierno de Clinton pagó un altísimo costo social por las deficiencias del operativo, y más luego de que se filtrara que fue el mismísimo presidente el que dio la orden del asalto final al rancho. Como suele ocurrir en esos casos, los folios de cada uno de los archivos oficiales se fueron cerrando rápidamente. Cuanto menos se supiera, mejor.

Cuando los peritos identificaron los cuerpos calcinados determinaron que el de David Koresh había recibido un disparo de arma corta en su cráneo. Nunca, hasta hoy, quedó claro si se había suicidado o fue ejecutado por alguno de sus fieles en una rara mezcla de locura y raciocinio tardío.

Pero algo le faltaba a la tragedia. Dos años después, también un 19 de abril, Timothy McVeigh, un veterano del ejército estadounidense, armó un camión-bomba y lo estrelló en la entrada del edificio de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas (ATF) en la ciudad de b, matando a 168 personas, en lo que fue el atentado más sangriento hasta entonces de la historia de Estados Unidos.

Su intención fue conmemorar aquel horror vivido en Waco y expresar su sentimiento de venganza en honor a ese chico que a los 11 años sabía casi de memoria el Nuevo Testamento.

COMENTARIOS

Selección de los editores