MOURIÑO: Testigos de la tragedia

Nacional
/ 5 noviembre 2008

    Diversas personas relatan su experiencia ante el accidente aéreo en el que perdió la vida el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, la tarde-noche del martes 04 de Noviembre.

    Emergencia, no tengo la aeronave a la vista
    A las 18:42 horas en el Centro de Control México del AICM, el controlador de tránsito aéreo a cargo gritó: emergencia, ya no tengo la aernoave a la vista

    Raúl Campilla, secretario general del Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo (SINACTA), aclaró que el piloto del avión Lear Jet 45, en el que viajaba el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, no dio un mensaje de emergencia.

    La comunicación con el piloto desde que salió de San Luis Potosí se dio con normalidad y se le dieron las instrucciones o procedimientos comunes para su aproximación (aterrizaje) al aeropuerto capitalino.

    Explicó que lo que sucedió fue que a las 18:42 horas, en el Centro de Control México (Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México), en el cual trabajaban 28 controladores en ese momento, el controlador de tránsito aéreo a cargo gritó: emergencia, ya no tengo la aeronave a la vista.

    Posteriormente la información del vuelo y las grabaciones le fueron retiradas por las autoridades.

    El controlador fue llevado a declarar ante Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM).

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    Parecía la guerra tras la caída del avión
    A las 18:40 horas, en las oficinas de Reforma a la altura del Periférico, se sintió un temblor. Como si los edificios fueran alzados del suelo y de inmediato soltados en caída libre. La luz falló, el internet se fue. Pero llegó el pánico

    6:40 de la noche.

    A esa hora, en las oficinas del derredor se sintió un temblor. Como si los edificios fueran alzados del suelo y de inmediato soltados en caída libre. La luz falló, el internet (siempre útil, siempre frágil en momentos de crisis) se fue. Pero llegó el pánico. "¡Está temblando!", todos los oficinistas corren a las escaleras. No hay más movimientos de tierra, pero una memoria de muchos temblores y tragedias asociadas a ellos nos persigue, nos hace correr, hace a muchas y muchos entrar en pánico.

    Se ve una gran humareda, la calle de Pedregal, famosa por el banco cercano, por el gimnasio donde las ejecutivas acuden por las tardes a sus clases de pilates, por sus viene viene y por sus puestos de tacos (comedero de los oficinistas de la zona), en menos de un minuto se envuelve en fuego. La gente que camina alrededor no sabe que hacer, voltea, siente el calor en la cara, el calor te hace correr, te hace gritar. Las mujeres caen de sus tacones, el ruido de cables, tanques de gasolina, vidrios rompiéndose inundan el ambiente.

    Parece la guerra. De inmediato, coches, puestos y gente arden en un fuego que, según los primeros testigos, cayó del cielo. `Será un helicóptero' suponen las primeras teorías. La zona es paso de ellos y no sería la primera vez que esto sucede. De los edificios aledaños a la explosión sale a raudal la gente, llorosa, en pánico. Una mujer cuenta entre lágrimas: "Mi oficina da a la calle donde cayó, no lo ví por que le estaba dando la espalda, sólo sentí el golpe y luego el calor, pensé que nos incendiaríamos todos".

    Desde la calle la gente saca sus celulares -siempre útiles, siempre frágiles en momentos de crisis- e intentan marcar, pocos tienen éxito. Pero los celulares de ahora, son más que simples teléfonos, un grupo que poco a poco crece en número, comienza a filmar las llamas, los autos incendiados, los pedazos de metal en el piso. Los curiosos poco a poco se acercan al fuego, más y más restos de metal retorcido aparecen en la calle.

    Luego el terror, el piso se pinta de rojo y no solo eso, restos de carne humana, quemada, yace en el piso. El morbo celular se torna de inmediato, sin quererlo, en nota roja. De entre las llamas sale un hombre, con el rostro, las piernas, la espalda quemada, aún puede caminar, pide ayuda, los del celular dejan sus aparatos, gritan "¡una ambulancia!". Pero esas aún no llegaban. Esta zona es usual que se vuelve un estacionamiento a esta hora, hoy es literalmente un caos.

    De entre los autos calcinados, uno yace semidestruido en la calle de Monte Pelvoux. La cajuela trasera del auto ya no existe, la parte frontal tiene los cristales rotos, la puerta quedó abierta y una marca de sangre sale desde el asiento del conductor. Al parecer la persona que lo manejaba apenas salvó la vida. Un semáforo más, un bache más, o un peatón más en su camino y probablemente hubiera corrido la misma suerte de los autos de atrás suyo.

    Poco a poco llega la policía, poco a poco más gente toma el registro. Muchos huyen de la zona despavoridos, el tráfico ya es imposible, Periférico y Reforma son un caos, la gente en el metro Auditorio no sabe si abordarlo o no. El miedo los invade, los paraliza, los hace preguntar: ¿Qué pasó?, ¿qué pasó?

    Comienza a fluir la noticia. No fue una fuga de gas, no fue un helicóptero, fue un jet, un avión. Pero no fue cualquier avión. El ejército llega, las ambulancias parten con heridos, quemados, gente en crisis nerviosa. La noticia es triste, otro tipo de miedo invade, el miedo nos hace preguntar: ¿Qué pasó?, ¿por qué?

    http://qik.com/video/525421 (video tomado desde el lugar)

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    'El avión llevaba una colita de luz, luego se fue como en picada'
    A la altura del Auditorio Nacional, decenas de personas se congregaron en las banquetas, preguntándose qué había sucedido y volteando hacia donde estaba el fuego

    "El avión llevaba una colita de luz, luego se fue como en picada, como si hiciera un medio círculo y en dos segundos, explotó", describió Adriana Romandía, quien iba circulando en su auto sobre el Periférico a la altura del Paseo de la Reforma cuando ocurrió el accidente.

    Con la ventana abierta de su coche, aludió a que "hasta entró el calor de la explosión a miauto y se vio mucha luz atrás del edificio".

    El tráfico cotidiano de esta hora en el Periférico y el paso a desnivel al Paseo de la Reforma permitió a cientos de automovilistas ver y escuchar desde sus autos la explosión.

    "Conforme fuimos avanzando se vio que ya todo estaba indenciado. Todos los coches se quedaron parados y empezaron a pitar el cláxon", contó Adriana Romandía.

    Posteriormente, afirmó que las ambulancias y bomberos iban rápidoa al lugar del accidente.

    A la altura del Auditorio Nacional, decenas de personas se congregaron en las banquetas preguntándose qué había sucedido y volteando hacia donde estaba el fuego.

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    Fue horrible, se cayó un avión...
    Diana R. Pineda trabaja en una florería ubicada en la calle de Pedregal, en las Lomas, a tan sólo 50 metros del accidente

    "¡Fue horrible! La gente corría desesperada y gritaba: ¡Se cayó un avión, se cayó un avión!".

    Este es el testimonio de Diana R. Pineda, quien trabaja en una florería ubicada en la calle de Pedregal, en las Lomas, a tan sólo 50 metros del lugar donde ocurrió el accidente.

    Visiblemente nerviosa por lo que presenció hace menos de una hora, relató que se encontraba trabajando en su computadora cuando escuchó "un golpe fuertísimo que hasta cimbró el piso; al mismo tiempo se fue la luz y de inmediato salí a la calle. Empecé a gritar porque vi llamas, humo negro, negro y la gente corría y gritaba desesperada".

    Al principio, Diana pensó que había explotado una bomba "o algo así... pero después la gente gritaba ¡Se cayó un avión! ¡Se cayó un avión! Regresé a mi oficina corriendo porque además, los autos se echaban en reversa a gran velocidad, tratando de huir del lugar, pero mucho de esos coches chocaron. ¡Fue horrible! También se escuchaba como si explotaran tanques de gas".

    Ya más tranquila, intentó acercarme al lugar del accidente, pero las llamas crecían, según dijo.

    "Había muchísimo humo negro. Como a los cinco minutos escuché las sirenas de las ambulancias y poco después, ya había patrullas acordonando la zona para que nadie se acercara".

    Diana quiso llamar a sus familiares, pero el servicio de sus dos celulares (Telcel y Nextel) no funcionaba.

    "¿Quién sabe qué pasó? Me espanté más porque no servían mis dos teléfonos".

    Hasta las 20 horas, nuestra entrevistada aún seguía en la zona por el caos vial que había en el lugar.


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    'No aparecen seis de mis compañeros'
    'Salieron de la oficina aproximadamente a las 18:40 horas (momentos antes de que cayera el avión en Reforma) y los andamos buscando', comenta la empleada de una empresa asentada cerca del sitio donde ocurrió el percance

    "Yo pensé que eran bombas, también pensamos que estaba temblando porque se cimbró todo el edificio y se fue la luz", declaró para EL UNIVERSAL Erika Marrufo.

    La testigo labora en uno de los edificios que rodean a la zona del accidente aéreo en el que murió el ex secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño.

    "No aparecen seis de mis compañeros, se encuentran desaparecidos, ellos salieron de la oficina aproximadamente a las 18:40 horas y los andamos buscando y ya vimos que una de mis compañeras está en la lista de los trasladados por la Cruz Roja, pero seis faltan por aparecer, no los encuentran", relató.

    La empresa "Iniciative" en la que labora se encuentra en Montes Urales y las primeras órdenes que recibieron los empleados fue que no evacuaran pues existía total confusión de los hechos.

    "Nos dijeron que no nos saliéramos del edificio, pues de hecho ya para muchos era salida laboral, pero como no sabíamos qué había pasado, nos dijeron que eran bombas, luego que había sucedido una balacera, por eso nos quedamos adentro".

    "Nos empezaron a evacuar a las 19:15 horas aproximadamente de nuestro edificio, había humo, llamas, la gente estaba espantada y yo también, y las calles estaban ya cerradas por lo que tuvimos que irnos caminando, todas las empresas cercanas las evacuaron", mencionó.

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