En México también hay un programa que lleva migrantes lejos de la frontera
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El programa de transporte en autobús de migrantes expone el abismo entre la retórica del gobierno mexicano que promueve un enfoque humanitario a la migración, y su papel como un ejecutor de mano dura de los objetivos fronterizos estadounidenses
CIUDAD DE MÉXICO- Los autobuses retumban en el pueblo día y noche y llevan a personas en una ciudad que muchos ni siquiera sabían que existía.
Pero en vez de aterrizar más cerca de la frontera de EE.UU. están siendo llevados unos 1600 kilómetros en la dirección opuesta: hacia el corazón del sur de México, en un programa enigmático destinado a apaciguar al gobierno de Joe Biden y transportar migrantes lejos de Estados Unidos.
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De manera muy inusual, las autoridades mexicanas reconocen en público el programa de transporte en autobús, por lo que es mucho menos polémico que los esfuerzos de los gobernadores republicanos para transportar a migrantes a los estados demócratas que se han convertido en teatro político en Estados Unidos.
Sin embargo, el programa de transporte en autobús expone el abismo entre la retórica del gobierno mexicano que promueve un enfoque humanitario a la migración, y el papel del país como un ejecutor de mano dura de los objetivos fronterizos de EE. UU. dejando a muchas familias migrantes varadas para valerse por sí mismas.
“Pregunté a los agentes: ‘¿Cómo pueden tratarnos como basura?”, dijo Rosa Guamán, de 29 años, de Ecuador. Fue detenida junto a su esposo y dos hijos por agentes migratorios en abril, cerca de la ciudad fronteriza de Piedras Negras. Nadie les dijo que estaban siendo llevados a Villahermosa, un centro petrolero en el sureste de México, hasta que iban a mitad de camino.
En un refugio abarrotado en Villahermosa, describió el viaje como la parte más desalentadora de un viaje de un mes que incluyó caminar a través de franjas de selva, amenazas de agresión sexual y sobornos a funcionarios mexicanos con la esperanza de llegar a Nueva Jersey.
“Estamos empezando desde cero”, dijo Guamán.
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El Instituto Nacional de Migración de México se negó a hacer comentarios. Los funcionarios allí a veces enmarcan la detención y los traslados de migrantes en jerga humanitaria como “rescate” o “disuasión” destinados a aliviar las condiciones en áreas peligrosas y abarrotadas, o usan el término técnico “despresurizar”.
Pero el programa de transporte en autobuses es cualquier cosa menos humanitario, según abogados migratorios, grupos proderechos migrantes y administradores de refugios en México. Las reglas para transportar a los migrantes al sur de la frontera a menudo están camufladas en lo desconocido, o son públicamente ignoradas por las autoridades en un momento en que la migración no es un tema tan polarizador en las elecciones en México como lo es en Estados Unidos.
Ernesto Vasconcelo, un abogado venezolano que ofrece asesoría legal a migrantes en Ciudad Juárez, al otro lado de la frontera con El Paso, dijo que no hay una base de datos pública para abogados o familiares para ver dónde se llevan a los migrantes y su estado actual.
Las autoridades mexicanas de migración, dijo, “no dan ninguna información de ningún tipo, INM es hermético en no dar información a nadie, no permiten la representación legal jurídica, lo cual es ilegal”.
En diciembre, los encuentros de migrantes en la frontera entre México y Estados Unidos alcanzaron su nivel más alto registrado. Antony Blinken, secretario de Estado de EE. UU., voló a Ciudad de México para conversaciones de emergencia pensadas para presionar al gobierno de México para que haga más para frenar la migración.
Casi inmediatamente después, los vuelos chárter y los autobuses comenzaron a dejar un gran número de personas en Villahermosa.
LA TÁCTICA FUE EFECTIVA
En los primeros cuatro meses de 2024, las detenciones fronterizas de EE. UU. se hundieron en una de las caídas más pronunciadas en décadas, dando al gobierno de Biden algún alivio a medida que la migración persiste como una de las principales preocupaciones de los votantes en las elecciones de este año.
Un alto funcionario de la Casa Blanca que no estaba autorizado a hablar públicamente dijo que Estados Unidos no dicta qué medidas debe tomar México para frenar la migración. El funcionario agregó que aunque los números están bajando, los coyoteros son sofisticados y ambos gobiernos necesitan vigilar de cerca lo que pase en el futuro.
Las autoridades mexicanas han utilizado autobuses en ocasiones durante años, pero su expansión en los últimos meses pone de relieve el endurecimiento de las políticas migratorias del país. Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante, una coalición de grupos de activistas mexicanos, dijo que el transporte en autobuses es una “práctica que tiene la intención de cansar a los migrantes, de desgastarlos”.
El traslado de migrantes al sur, lejos de su destino previsto, impone no solo un costo emocional y físico, dijo Rendón, sino también una carga financiera, ya que deben gastar dinero en transporte, alojamiento y sobornos cada vez que hacen el viaje al norte.
Sin embargo, el transporte en autobús es parte de una estrategia que ha permitido al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, centrar las relaciones de su país con EE. UU. en torno a la migración, rechazando críticas estadounidenses muy explícitas en otras áreas como política comercial, gestión de los recursos energéticos o su tratamiento de los oponentes políticos.
Existen dudas sobre si los esfuerzos de México son sostenibles.
El país reportó alrededor de 240,000 arrestos de migrantes en enero y febrero, pero menos de 7,000 deportaciones en los mismos dos meses, lo que da a entender que la mayoría de los detenidos permanecen en México con la oportunidad de dirigirse nuevamente al norte.
Y el flujo de migrantes que llegan a México desde Sudamérica persiste. Panamá dijo que aproximadamente 109,000 personas cruzaron el Tapón del Darién en los primeros tres meses de 2024, un aumento del 14 por ciento en comparación con el mismo período del año pasado.
Villahermosa es uno de los principales destinos a los que los migrantes son transportados. Los migrantes duermen en la calle fuera de las estaciones de autobuses y tiendas de conveniencia. Familias enteras ruegan por monedas en intersecciones muy transitadas.
Cerca, la gente se sienta en la acera hablando idiomas como hindi y ruso.
Karina del Carmen Vidal, administradora de un refugio de migrantes local, dijo que sus instalaciones tienen espacio para unas 160 personas, y ha estado en o por encima de la capacidad durante meses. Cientos de otras familias alquilan habitaciones en los alrededores.
“Los migrantes llegan aquí en un estado de shock completo”, dijo Vidal. En algunos casos, dijo, habían sido trasladados varias veces a Villahermosa.
Los migrantes en la ciudad describieron haber sido forzados por agentes mexicanos a tomar los autobuses, y privados de información sobre a dónde iban y por qué.
Un hombre ruso en el refugio relató haber sido detenido en marzo por funcionarios de migración en Ciudad de México poco antes de abordar un vuelo a Tijuana. Incapaz de hablar español o mucho inglés, tuvo dificultades para entender lo que estaba sucediendo.
“Nadie me explicó nada”, dijo el hombre, de 34 años, quien pidió no ser identificado. Usando Google Translate, dijo que había desertado del ejército ruso con la idea de llegar a California, y temía que sus parientes en Rusia pudieran ser atacados si él era identificado.
Con los funcionarios mexicanos negándose a proporcionar detalles, no está claro cuántas personas han sido trasladadas en autobuses al sur.
Pero al menos miles de migrantes extranjeros han sido enviados a Villahermosa y otra ciudad del sur, Tapachula, según expertos en migración, abogados y líderes religiosos.
Cuando los dejan, algunas personas optan por quedarse y solicitar asilo en México. A otros se les da un aviso de salida oficial, que les da hasta 30 días para salir del país; suficiente tiempo para intentar ir al norte de nuevo.
Otros, sin embargo, dijeron que simplemente los dejaron en la calle, sin ser llevados al centro de procesamiento de migrantes.
Tonatiuh Guillén, quien dirigió el Instituto Nacional de Migración de México al inicio del gobierno de López Obrador, dijo que durante su mandato, la agencia reubicaba a un menor número de migrantes, principalmente de Centroamérica. Dijo que se consideraba más fácil procesar a los migrantes y prepararlos para la deportación en ciudades del sur de México.
Pero Guillén describió la actual política de transporte en autobuses como una especie de “carrusel” en el que la gente se ve obligada a intentar varias veces cruzar la frontera entre Estados Unidos y México, pagando sobornos una y otra vez a los funcionarios de migración y la policía durante cada intento.
“Es un escenario realmente perverso para la gente migrante”, dijo Guillén.
Las críticas de las autoridades locales en Villahermosa al programa de traslado en autobuses han sido poco intensas, tal vez algo que no sorprende porque Tabasco es el estado natal de López Obrador y un bastión de apoyo.
Tanto la alcaldesa interina de Villahermosa como la exalcaldesa, que se postula para la reelección, no respondieron a las solicitudes de comentarios. El gobernador del estado de Tabasco se negó a comentar. Todos ellos son miembros del partido gobernante del presidente, Morena.
Sin embargo, los medios locales han tratado de vincular la afluencia de migrantes a los temores sobre delincuencia, prestando atención generalizada a los casos de un hombre senegalés acusado de robar teléfonos celulares, y al de otro migrante de quien se dijo que subió a un autobús para mendigar y luego agredió al conductor.
Roberto Valencia Aguirre, un sacerdote católico, dijo que tuvo que abandonar un plan para albergar a migrantes en una iglesia en una parte rica de la ciudad después de que los feligreses expresaron objeciones.
“Tuve una reacción muy desagradable de gente que decía: ‘No, padre, no queremos que haya migrantes aquí’”, dijo.
Hamed Aleaziz colaboró con reportería desde Washington.
Simon Romero es corresponsal en Ciudad de México, y cubre México, Centroamérica y el Caribe. Se ha desempeñado como jefe del buró del Times en Brasil, jefe del buró andino y corresponsal internacional de energía.
Por Simón Romero, Paulina Villegas y Luis Antonio Rojas, The New York Times.