Norma Medina volvió a vivir el terremoto del 85
Poco después del simulacro anual, en el que las alertas sísmicas sonaron pero sólo para hacer un ejercicio de evacuación, México volvió a temblar.
Con mirada angustiada y una mano en el pecho, Norma Medina hablaba con sus vecinos fuera del edificio de departamentos del cual es conserje en Ciudad de México. Llevaba el susto tatuado en el rostro, mientras llegaban noticias de edificios colapsados, muertos y gente rescatada con vida entre escombros.
"Todo se movió: las paredes, los muebles, las ventanas. Recordé el terremoto del 85 y justo hoy fue el simulacro", dijo a dpa en referencia al aniversario del terremoto de 8.1 que el 19 de septiembre de 1985 dejó unos 10,000 muertos en la capital mexicana.
Poco después del simulacro anual, en el que las alertas sísmicas sonaron pero sólo para hacer un ejercicio de evacuación, México volvió a temblar. Y mucha gente estaba dentro de sus casas. Las escenas de destrucción volvieron a la capital mexicana y estados vecinos.
El sismo, de magnitud 7.1, se originó al sureste de Axochiapan, estado de Morelos, a 160 kilómetros al sureste de la Ciudad de México y sólo 12 días después de otro terremoto de 8.2 que sacudió el sur del país y que dejó 98 muertos y miles de viviendas destruidas.
A las 13:14 empezó el temblor, primero de forma suave, a lo que ya están acostumbrados los mexicanos, para luego convertirse en una sacudida tan fuerte que exigió a las personas a salir de sus casas y juntarse en las calles.
Niños llorando, perros ladrando y adultos con expresiones de pánico –algunos padecieron crisis nerviosas- llenaron las aceras de las calles capitalinas. Dentro de las casas los artefactos caían al suelo, los cajones se abrían, las lámparas se sacudían. Y fuera, varios edificios se venían abajo.
"Estábamos terminando de hacer el pan para vender hoy y empezó a temblar. Se rompieron los vidrios de las ventanas y los focos. Logramos apagar las estufas antes de que algo peor ocurriera", contó a dpa Pablo Sandoval, trabajador de una panadería en la colonia Nochebuena. Fuera del local se ven los trozos de vidrio en el suelo.
Sin embargo, los daños son mucho mayores en otras zonas de la capital. Imágenes dramáticas mostraban personas quitando escombros de edificios derrumbados en colonias tradicionales como la Roma o la Condesa.
Las escenas se replican en otras partes de la Ciudad de México y las sirenas de los bomberos y las ambulancias se escuchan en las calles al mismo tiempo que el claxon de los vehículos de quienes buscan llegar a sus hogares.
Fuera de sus casas, los capitalinos miran sus celulares y hacen llamadas en un intento de contactar con sus familiares y amigos. Las líneas se cayeron. Un hombre maldice su móvil mientras lleva a su hija en brazos. "Quiero hablar con mi esposa pero no hay señal", dice, mirando a las personas a su alrededor. Todos están en condiciones similares.
Reina García mira la pantalla del televisor de un restaurante con los ojos empañados de lágrimas. "Soy de Oaxaca y no puedo hablar con mi madre. ¿No saben nada de allá?", pregunta a los demás. "Todavía tengo a un tío desaparecido por el terremoto anterior", comenta a dpa.
Oaxaca, en el sur del país, fue uno de los estados más afectados por el sismo del 7 de septiembre. García, de 53 años, llora. "Estaba trabajando pero ahora debo ir a ver a mis hijos. Esto es terrible", se lamenta para luego caminar por las calles, todavía llorando.
Las personas se muestran renuentes a regresar a sus casas, en muchos casos porque los servicios de luz se han suspendido y por el temor a posibles réplicas. Hay reportes de incendios y fugas de gas en diferentes lugares, mientras el temor se apodera de los mexicanos.