‘Ni perdón ni impunidad por los desaparecidos’: Enriqueta Estela Barnes
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CDMX.- La argentina Enriqueta Estela Barnes viuda de Carlotto es una enciclopedia del drama humanitario sufrido durante más de 45 años por centenares de miles de familias de América Latina y el Caribe por la desaparición de sus hijas, hijos, esposas, esposos, madres, padres, hermanas, hermanos, nietas y nietos como víctimas de la represión política ejecutada por dictaduras militares y de las venganzas en conspiraciones criminales.
En una entrevista exclusiva, esta mujer conocida simplemente como Estela confió por teléfono desde la ciudad de Mar del Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, que “sigo de cerca lo que ocurre con los desaparecidos de Ayotzinapa y las violaciones a los derechos humanos. Son hermanos míos los que han sufrido y siguen sufriendo en México”.
“Yo estaba en 2014 en México cuando desaparecieron los 43”, recordó, al referirse a los hechos ocurridos a partir de la noche del 26 de septiembre de 2014 en el estado de Guerrero con la desaparición de los alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en un caso que involucró a militares, criminales, políticos, estudiantes, deportistas, civiles y autoridades federales, estatales y municipales mexicanas.
Como presidenta de Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela, de 91 años, ofreció un consejo a las familias mexicanas con parientes entre los más de 94 mil desaparecidos en México desde 1964: “No dejen de exigir justicia”, pero “nada de impunidad ni de perdón”, sino de reclamar “memoria, verdad y justicia”.
Fundada en 1977 en la capital argentina, Abuelas de la Plaza de Mayo es una institución (no estatal) de derechos humanos formada por mujeres que buscan a sus hijas e hijos que desaparecieron de 1976 a 1983 en la dictadura militar de Argentina y también a sus nietas y nietos que fueron robados para ser vendidos, regalados o negociados en adopciones ilícitas por el régimen castrense.
Las abuelas desfilaron cada jueves en esa plaza desde 1977 en resistencia pacífica ante una dictadura que, vía golpe de Estado, gobernó de 1976 a 1983.
Con una práctica de detención y desaparición forzada que se aplicó en Argentina en ese periodo, el aparato represivo de seguridad en complicidad con redes judiciales activó un plan de adopciones ilegales por el que centenares de hijos e hijas de mujeres y hombres desaparecidos y asesinados fueron cedidos a familias. De 1978 a 2019, las abuelas localizaron a 130 nietas y nietos de sus hijas e hijos desaparecidos en dictadura. Uno de ellos fue Ignacio Montoya Carlotto, hijo de Laura Estela Carlotto —asesinada en 1978— y de Walmir Oscar Montoya —asesinado en 1977— y nieto de Estela.
“Hemos sido en mayoría mujeres. Para los represores, los hombres eran los peligrosos y debían desaparecer. A las mujeres nos llamaban... tontas. ‘Déjenlas que se van a cansar de caminar’, decían. Caminamos, caminamos y seguimos caminando, aun sabiendo que podíamos morir. Era imposible quedarnos quietas en casa esperando noticias que nunca iban a llegar”, rememoró.
Al cumplirse el octavo aniversario de los sucesos de Ayotzinapa, Estela habló sobre el fenómeno interamericano de desaparecidos.
¿Qué sensación le produce que las heridas de Ayotzinapa todavía están abiertas?
—Yo estaba en México en 2014. Los familiares de los 43 se comunicaron conmigo. Personas muy humildes que no sabían qué hacer y lloraban. Y hoy los veo muy bien organizados. Les dije esos días: ‘No lloren. Lloren en casa. Pero afuera den miedo al gobierno, que es sordo, ciego y mudo. Ustedes exijan al gobierno. Únanse con otros que quieran ayudarlos. No formen un grupo chiquito y de llantos. Pónganse exigiendo y abracen a los que vienen a ayudarlos’. Luego vinieron a Argentina y les dije: ‘No aflojen. Exijan al gobierno, que es el que tiene que disponer la búsqueda de esos 43 jóvenes, niños prácticamente que se los tragó la tierra. Alguien los mató y algunos sabrán donde están y hay que exigir que les digan para, por lo menos, abrazar los restos mortales’.
Una abuela cuando recibe los restos, los huesitos, los besa y dice: ‘¡Por fin estás conmigo de nuevo!’. Porque es lo humano lo que se necesita, no la incertidumbre de la nada. Por eso siempre hablo de fuerzas en paz, sin violencia, sin venganza, con mucho amor, pero con fuerza de exigir lo que nos corresponde del Estado.
¿Qué pueden esperar las familias del Estado?
—Si el Estado es democrático y, por voto popular, el presidente de un país ocupa esa misión, hay que dialogar con ese presidente. Y no dejar pasar el tiempo, sino con una permanencia y una insistencia hasta que cumpla con el cometido que uno desea que es saber dónde están [los desaparecidos], qué pasó [con ellos] y quiénes [los desaparecieron]. Y luego exigir la justicia correspondiente para esos asesinos. Nada de impunidad ni de perdón. No, no, no, no, no, no. Acá no se trata de perdonar. Acá se trata, no de odio ni rencor, simplemente memoria, verdad y justicia. Y eso es lo que tienen que dialogar con el presidente, por ejemplo, de México [Andrés Manuel López Obrador], al que lo eligió el pueblo. Y el pueblo somos todos.
¿Qué piensa al ver a madres buscadoras mexicanas que cavan con palas y picos en muchos sitios buscando a sus familiares?
—Eso es tremendo. Eso no lo tendrían que hacer ellas. Lo tendría que hacer gente especializada en exhumación de cadáveres. Tenemos el [no estatal] Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que diseñamos al crear un banco de datos genéticos. ¡Pero no las mujeres, que son las que sufren el dolor, que tengan que estar con una pica y una pala buscando en lugares donde se les dice que pueden estar [los restos]! Eso es un martirio. Es una barbaridad que un gobierno diga a una madre: ‘Siga usted, busque usted’. No: busque usted señor, porque usted no era, pero era otro igual que usted que estuvo en ese momento y no hizo nada. Hágalo. Hay que obligar al Estado cada vez que viene un nuevo presidente a que cumpla con el pueblo que lo votó.
¿Cree que sigue en rojo la factura de derechos humanos en América Latina y el Caribe? La segunda mitad del siglo XX se saldó con más de 100 mil desaparecidos en México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Haití, Colombia, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Bolivia, Brasil y Ecuador.
— Sí claro, claro. Todavía en Chile hay que encontrar los restos [mortales] porque sabemos que los han matado y quiénes han asesinado. En Argentina hay muchos desaparecidos, jóvenes, arrojados al Mar [del Plata] y al Río [de la Plata] y a esos no va a ser posible encontrarlos... El Mar y el Río de la Plata están con muchos cadáveres de jóvenes tirados con vida al agua desde los aviones.
Enriqueta Estela
Es una enciclopedia del drama humanitario sufrido durante más de 45 años por centenares de miles de familias de América Latina y el Caribe por la desaparición de sus hijas, hijos, esposas, esposos, madres, padres, hermanas, hermanos, nietas y nietos como víctimas de la represión política ejecutada por dictaduras militares y de las venganzas en conspiraciones criminales.
“Nada de impunidad ni de perdón. No, no, no, no, no, no. Acá no se trata de perdonar. Acá se trata, no de odio ni rencor, simplemente memoria, verdad y justicia. Y eso es lo que tienen que dialogar con el presidente”.