2026: La rutina como antídoto contra un montaje épico
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La motivación está bien... hasta cierto punto, pero es un recurso que se agota pronto. Lo único que nos puede llevar hasta la culminación de nuestros objetivos es la rutina, la tediosa, aburrida y para nada excitante rutina
En edición cinematográfica se conoce como “montage” o montaje a una secuencia de planos cortos que resumen un proceso largo o un pasaje extenso de la historia.
Aunque esta forma narrativa se remonta a los pioneros del cine (Méliès, Griffith, Eisenstein), el ejemplo perfecto y el que mejor lo ilustra es la secuencia de entrenamiento de “Rocky”.
En cada entrega de la saga, sin excepción, vemos cómo, antes de la gran pelea, el Semental Italiano tiene que ponerse en forma y ganar la confianza necesaria para subirse al ring.
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Como un entrenamiento en la vida real requiere semanas e incluso meses, el editor lo condensa con breves tomas aparentemente inconexas, en las que poco a poco vemos su progreso, todo acompañado del épico tema de Bill Conti, “Gonna Fly Now”, o alguna “power ballad” ochentera.
El director de “Rocky” (1976), John G. Avildsen, volvería a echar mano del “montage” en su trabajo para “Karate Kid” y “Karate Kid II”, consagrándose como un auténtico maestro de este recurso que, a base de su sobreexplotación en películas de menor importancia y presupuesto, se convirtió en un cliché de risa.
No obstante, es una técnica muy efectiva, pues no sólo cumple una función narrativa (nos cuenta lo que va pasando), tiene además una fuerte carga emotiva, pues nos crea un vínculo de empatía con el personaje, ya que casi podemos experimentar junto con él todo el esfuerzo de su preparación.
Es conmovedor, es bonito, es inspirador ver ese “montage” obligado en cada película del género. Sin embargo, creo que estos montajes o “secuencias de entrenamiento” nos han hecho un mal mayor que cualquier posible bien en la vida real.
Desde luego que ver a Balboa echándole todos los kilos a la prensa, sacando el “fua” en cada serie de abdominales, puede motivarnos a dar el primer paso en la construcción de esa mejor persona en la que sabemos podemos convertirnos, sin que nos hayamos decidido.
Pero es que precisamente la motivación es engañosa, pues como arrancador es excelente, pero no es de ninguna manera el combustible que nos llevará hasta la culminación de nuestra meta, cualesquiera que ésta sea.
La reflexión no es mía, sino del otro gran fortachón de la pantalla, Mr. Arnold Schwarzenegger.
El casi octogenario ícono del cine de acción será lo que usted guste y mande, un político conservador, un actor con un rango limitado, un mal marido (aunque eso estrictamente no es asunto nuestro), un millonario más de Hollywood... Pero no es ningún tonto, y en lo concerniente a objetivos claros en la vida y cómo conseguirlos, Arnold le da lecciones al que me mencione.
Si nunca ha reflexionado sobre el arco de vida de Schwarzenegger, quizás porque lo considera un ídolo menor de la “cultura pop”, debería considerar lo que significa el éxito y multiplicarlo por tres, ya que “El Terminator” triunfó y llegó tan alto como se podía en ámbitos tan diversos como el fisicoculturismo, la industria del cine y la política.
A todo ello, sólo se le pueden agregar todos los factores en contra con los que a Arnold le tocó jugar: nacer en otro continente, lejos del único lugar posible donde podía materializar sus sueños como “bodybuilder” y estrella de la pantalla, los Estados Unidos, con los que ni siquiera compartía el idioma.
Sería ocioso reseñar su trayectoria, pero es necesario mencionar que como fisicoconstructivista ganó en 1970 el mayor título del mundo, Mr. Olympia, siendo en su momento además el más joven en conseguirlo (23 años) y lo refrendó en siete ocasiones.
Como actor nunca habrá ganado un Oscar o convencido a la crítica, pero fue el más taquillero de Hollywood y el mejor pagado del mundo, con contratos de 30 millones de dólares en los años 90 (equivale a que un actor recibiera hoy 75 millones por una sola película).
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Y en la política no contendió para la Presidencia de EU sólo porque la Constitución lo impide por ser naturalizado, pero no me queda ninguna duda de que, de no ser austriaco de nacimiento, lo habría conseguido. Así que se tuvo que conformar con el cargo más alto al que podía aspirar y fue “El Governator” de California, el estado más rico de la Unión.
En fin, que ya le digo que no es esto una semblanza, sólo destacar el hecho de que cualquiera de los tres grandes logros de Arnold habría bastado para hacer de su vida algo extraordinario. Y que, lejos de conformarse, materializó el sueño americano... tres veces.
Hay mucha literatura sobre su visión y filosofía de vida, pero hace poco publicó en su cuenta oficial algo que me pareció especialmente acertado y es lo que comentábamos al inicio de este texto: La motivación está bien... hasta cierto punto, pero es un recurso que se agota pronto. Lo único que nos puede llevar hasta la culminación de nuestros objetivos es la rutina, la tediosa, aburrida y para nada excitante rutina.
Uno puede comenzar muy motivado el año con un renovado plan de ejercicios y alimentación, pero esta motivación no va a ser suficiente para levantarnos del sillón al cabo de algunos días.
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Sin embargo, hacer las cosas en piloto automático, en modo zombi, casi sin recordar por qué las hacemos, y nomás porque ya son parte de nuestro día con día, es lo que nos llevará hasta el final del camino.
Este año, para comenzar el 2026, qué tal si dejamos la emoción de lado, junto con las triunfales fanfarrias de trompetas, y eliminamos de nuestra mente la secuencia de entrenamiento, ese bonito, pero pernicioso “montage” que con música épica conduce al personaje hacia la victoria... en cosa de dos minutos.
En vez de ello, quizás nos convenga escuchar al hombre detrás del héroe de acción:
“Mi mejor consejo es que dejes de depender de la motivación como único combustible. Sé que se siente increíble estar encendido, pero dura poco. Es por eso que la mayoría de quienes inician algo –dieta, entrenamiento, proyectos nuevos– nunca terminan. Se les acaba el gas. El único combustible duradero es la rutina. Y sólo te haces de una rutina obligándote los días que no tienes ninguna motivación... una y otra vez. Sé que no es la respuesta que nadie quiere oír. Me gustaría tener una píldora mágica para ti, pero lo único que funciona a largo plazo es plantarte, aun cuando no tienes nada de ganas. Pura fuerza bruta”.- Arnold Schwarzenegger.