Es un asunto de decencia, Gabino

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Acabo de leer el fascinante arranque de La Fiesta del Oso, novela de Jordi Soler sobre la guerra civil española. Contiene una reflexión sobre la decencia, así, decencia, que lleva a Oriol, un pianista mortalmente herido, a tratar de salvar a otro soldado republicano que iba arrastrando montaña arriba. Pretextos no le habrían faltado a Oriol para dejarlo tirado. Pero siguió jalando hasta que la nieve de los Pirineos se los tragó.
Gabino Cué es un hombre de bien. Candidato de Convergencia, fue un buen presidente municipal de Oaxaca y un buen candidato de ese partido, el PRD, PT y PAN al Gobierno del estado en 2004. Perdió por dos puntos en unas elecciones indecentes. Jalado por el fenómeno López Obrador, regresó en 2006, sin el PAN, para arrasar por 22 puntos al PRI en la elección para senador.
Ha sido desde entonces fiel a la causa del tabasqueño, a quien acompañó en una infinidad de recorridos por Oaxaca. Gabino no adjetiva con la furia de Andrés Manuel, pero nadie podía acreditarle una deslealtad, siquiera una inconsistencia. Hasta hace dos noches, cuando le dijo en entrevista a Yuli García que, por supuesto, reconoce al presidente Felipe Calderón y que tendría con él "una comunicación de respeto, de trabajo, de colaboración".
Gabino, para quien no lo sepa, busca otra vez ser candidato de una alianza PRD, PT, Convergencia y PAN. Pero el Gobierno de Oaxaca no puede ser recompensa para patear el principio político esencial del movimiento lopezobradorista: la ilegitimidad de Calderón. Gabino no puede hacer eso.
Muchas cosas puede tener de criticable el lopezobradorismo. No su claridad, coherencia, tozudez. Gabino no puede salir a estas alturas a romper el canon. Es un asunto de decencia.