Hillary

Opinión
/ 2 octubre 2015

Como general al frente de su ejército, la mujer más poderosa del mundo, Hillary Clinton, regresa a México para una cumbre de seguridad. Casi puede uno imaginársela, con su sonrisa discreta, sus ojos vivos, y los finos modales que engañan a quien no la conoce. Casi puede uno imaginársela en privado, con el metodismo bien arraigado en su cultura, sus aires de superioridad moral, y el maniqueísmo que la ha acompañado toda su vida. Pero al mismo tiempo, la canciller estadounidense no parece tener escrúpulos.

Es una mujer pragmática que resuelve problemas y se monta en las coyunturas. Es inteligente, audaz y, en algunos momentos ha dado muestras de temeridad. No siempre ha ganado, pero aún cuando ha perdido, en buena parte por esa habilidad política innata en ella, ha logrado revertir las pérdidas.

Hillary Clinton nació hace 63 años en Chicago, y aunque fue educada por una familia conservadora que la había empujado hacia los republicanos, el ministro de su iglesia, el reverendo Donald Jones, le dejó impresa desde los 14 años una marca liberal, a veces radical, que le perduró toda la vida. Esta visión la llevó a dar su primer golpe político. Fue en Wellesley College, donde cursó su licenciatura, y fue la alumna escogida para hablar durante la graduación.

El orador invitado era el senador Edward Brooke, un republicano liberal de Masachussetts, quien era el primer negro que se había sentado en la Cámara Alta desde la Reconstrucción tras la guerra civil. Brooke era una figura altamente respetada, y su discurso, en aquellos años de guerra en Vietnam, convencional, como Hillary diría años después. La respuesta que le dio la joven estudiante fue demoledora. Un texto duro y agresivo, cuestionando el mensaje del senador. Cuando Hillary llegó a estudiar Leyes a la Universidad de Yale, iba precedida de esa fama entre el estudiantado.

Hillary ya se había hecho un nombre antes que su futuro esposo Bill, a quien conoció en Yale, y cuya personalidad ranchera -iba de la rural Arkansas- y nostálgica, contrastaban con lo cosmopolita de Hillary, que ya había participado en las manifestaciones contra Vietnam, se había convertido al Partido Demócrata tras el asesinado de Robert F. Kennedy, y había trabajado en la campaña de Eugene McCarthy, en Nueva Hampshire. Hillary, no Bill, es quien fue coeditora de la Revista de Leyes de Yale, junto con Robert Reich y Mickey Kantor, quienes fueron secretario de Trabajo y negociador comercial durante el primer cuatrienio de Clinton en la Casa Blanca.

Una activista legal, fue parte del equipo de investigadores del Comité Judicial de la Cámara de Diputados que volteó de cabeza la Casa Blanca de Richard Nixon durante el caso Watergate, y que finalmente provocó su renuncia a la Presidencia. De ahí formó un despacho de abogados, especializándose en propiedad industrial, que la llevó en dos ocasiones a ser considerada entre los 100 abogados más importantes del país. Bill estaba más encaminado a la vida pública, y Hillary lo ayudó siempre hasta llegar a Washington por la avenida Pennsilvania.

Los primeros años fueron muy duros. Hillary, que se asumió como una co-presidenta, tomó una nueva ley de salud como su cruzada personal, y fue aplastada en forma contundente. Tan serio fue el revés, que tuvo que bajar su perfil dentro de la Casa Blanca. Pero no dejó la estrategia. Cuando buscaban la reelección de Bill y las encuestas no lo beneficiaban, Hillary deslizó a un periodista que como deseaban un segundo hijo -sólo tenían a Chelsea-, estaban pensando adoptar uno. Al salir publicado, la imagen de dura y fundamentalista de Hillary cambió por la de una persona sensible, y cuando los números comenzaron a mejorar para Bill, ya no hubo necesidad de seguir adelante con ninguna adopción.

Hillary ya había mostrado una enorme entereza, animada quizás por la ambición política. En los primeros cuatro años del gobierno de Clinton, ambos se vieron involucrados en un fraude inmobiliario, llamado Whitewater, por lo que ella fue llamada a testificar a un Gran Jurado. La libraron, pero como consecuencia de las presiones del caso, el consejero legal adjunto de la Casa Blanca, Vincent Foster, amigo íntimo de ella, se suicidó. Ese sólo fue uno de tantos escándalos dentro de la Casa Blanca, donde por alguna razón la mayoría tenía la huella de Hillary. Aún así, Bill se reeligió.

El segundo periodo de Bill fue la pesadilla de Hillary, por la cadena de revelaciones públicas sobre la promiscuidad del Presidente. Hillary le aguantó todo, a Mónica Lewinsky y a varias más. Soportó a su lado un proceso de destitución de Clinton por haber mentido en el caso Lewinsky, y públicamente le perdonó todo. Nadie dudaba que estaba despegando su carrera política. Así fue. Nueva York el destino, y el Senado el objetivo.

Su campaña fue duramente atacada por los republicanos, que en una jugada certera, sacaron a la luz que cuando presidió la World Foundation, se le dio una aportación a una ONG vinculada a la Organización para la Liberación de Palestina. Parecía un golpe definitivo, pero Hillary sacó del baúl de los escombros a su abuelo, que era judío, con lo que se congració con la comunidad. Viajó también a Israel, a Italia y a Irlanda, cuyos migrantes representan las comunidades más fuertes, política y económicamente, en Nueva York. En efecto, ganó el Senado.

Hillary buscó rápidamente colocarse en los comités que pudieran tener un peso en la política exterior, como el de las Fuerzas Armadas, y se convirtió en una voz a ser escuchada en el Capitolio. Cuando vino la campaña presidencial en 2006, ella se convirtió en la candidata del stablishment demócrata. En la recta final peleó con todo contra Barack Obama y nunca se dio por vencida, hasta que perdió. Al llegar a la Casa Blanca, Obama la invitó a ser su secretaria de Estado.

La sorpresa en Estados Unidos es cómo, después de como se enfrentaron en la campaña, ambospudieran establecer una relación profesional tan sólida. No hay que sorprenderse tanto. Hillary es una profesional. Al ver siempre por su futuro, atiende el presente. No se equivoca en los tiempos. Tampoco en sus metas. Bienvenida a México.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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