¿Una nueva ciudad?

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Saltillo es el motivo y el tema constante de esta columna. Escribir de sus cosas, sus gentes, sus calles, sus edificios, personajes, acontecimientos, y en general, del devenir pasado y presente de nuestra capital, resulta por demás interesante. Cuando se ama a la ciudad a la que perteneces y te pertenece, no hay medias tintas, se le ama de verdad, con las implicaciones que conlleva: interés y preocupación.

En ese tenor, resulta imposible no percibir los resultados que a escasos dos meses y medio va logrando la nueva administración municipal encabezada por el alcalde Jericó Abramo. Y en verdad sorprenden. Parece que realmente sabe interpretar el sentir de la población, y en tal virtud, su dinámica de trabajo se ha enfocado primordialmente a solucionar la problemática de la diaria convivencia que atañe al bienestar de los saltillenses, no sólo en los aspectos puramente de desarrollo y crecimiento urbano, económico, ecológico, de infraestructura y demás, sino también en los procesos sociales y culturales que forjan el espíritu y fortalecen su identidad. Después de todo ¿qué es la ciudad sino la diaria convivencia? ¿Qué es la ciudad sino la forja que de ella hacen quienes la viven?

Muchas veces hemos alzado la voz ante el abandono del centro de la ciudad, que cada día se deteriora más y más, y de cuya responsabilidad no estamos exentos los habitantes de esta ciudad. Se implementó primero el programa de reparación de banquetas, aunque todavía no llega al primer cuadro. La obligación del mantenimiento de las mismas reside en los propietarios de los inmuebles, pero a su indolencia se suma la cantidad de casas viejas abandonadas ya por varias generaciones de dueños y las dificultades que para arreglar esos inmuebles opone la reglamentación del Centro Histórico.

Ante tal panorama, el Gobierno municipal se está haciendo cargo de la reparación de las aceras, pero afortunadamente también de intentar solucionar el problema de raíz y ya puso en revisión los ordenamientos del Centro Histórico.

¿Una Alameda como era antes, sin puestos ni fritangas? Muchos lo pensábamos imposible después del paso de una y otra administración municipal que cada día aumentaban los permisos a comerciantes informales para establecerse en el máximo paseo saltillense, en vez de reducirlos o cancelarlos, o que simplemente se hacían de la vista gorda ante la infracción de la ley. Ante la complacencia de las autoridades municipales, a los comerciantes y a sus "líderes" nadie los sacaba de los pasillos y corredores de ese paseo público. Llegaron a ser 146 puestos semifijos los que invadían la Alameda.

El viernes pasado, plazo máximo otorgado por el Ayuntamiento para retirar sus puestos, muy temprano en la mañana tuvieron que irse los últimos comerciantes, los que esperaban una "recompensa" a cambio de moverse al mercado Madero, el lugar que les ofrecieron las autoridades municipales para establecerse.

Ahora sólo falta que la policía realice muy seriamente su labor en el interior y el exterior de la Alameda Zaragoza para erradicar los problemas de inseguridad y de otras clases que la aquejan, para que podamos, ahora sí, sentirnos orgullosos de nuestro jardín, igual que debieron sentirse los saltillenses de la década de 1880, cuando se le agregó y construyó la parte que va de Victoria a Ramos Arizpe y que vino a doblar su extensión original, que abarcaba sólo la manzana de Victoria a Aldama.

Ahora sí, las familias podrán vivir de nuevo su Alameda, y los niños de hoy quizás la recuerden como la recordamos los niños de ayer y de anteayer.

edsota@yahoo.com.mx

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