Mercados y mercaderías

Opinión
/ 16 agosto 2010

Muchos buenos lugares hay en Oaxaca para comer bien. A mí me gustan dos: "La Casa de la Abuela" y "El Biche Pobre". El nombre del primer restorán es conocido; el del segundo requiere explicación. En Oaxaca el calificativo "biche" se aplica a quien es rubio y de ojos claros.
El término, perteneciente al habla popular, equivale a nuestra voz "borrado". Pues bien: había dos hermanos gemelos, biches los dos. Uno fue a la Universidad y se hizo abogado. El otro, poco afecto al estudio, puso una taquería. El licenciado comenzó a medrar con su carrera. El otro seguía vendiendo tacos. La gente llamó entonces al abogado "El biche rico", y al taquero lo apodó "El biche pobre". Mas vino a suceder que la buena sociedad empezó a gustar de los guisos del vendedor de tacos, y éste, como suele decirse, se fue para arriba. Puso un restaurancito, y después un restauransote con el cual se hizo rico, más rico aun que el abogado. Con orgullo el fortunoso taquero bautizó a su establecimiento con el nombre que el pueblo le aplicó: "El Biche Pobre".
En ambos sitios, "El Biche Pobre" y "La Casa de la Abuela", se come muy bien. Pero a mí me gusta más ir al mercado. Ahí puedes degustar gusanos y chapulines; hay cecina y tasajo, y gallina en cualquiera de los siete moles que a Oaxaca han dado fama. También, obvio es decirlo, se expenden ahí tamales de todos los colores y sabores, y hay empanadas, y tlayudas, y chalupitas, y memelas, y tostadas, y la gran variedad de quesos oaxaqueños, y la profusa panadería lugareña, pues cada región tiene su propio pan, y todos llegan a este mercado, y puedes sopear los deliciosos panes en el ardiente chocolate hecho en agua o en leche que ahí se sirve muy temprano por la mañana, o para la merienda de la tarde. En Oaxaca, bendito sea Dios, se pasa uno la mitad del tiempo comiendo. Y la otra mitad desayunando y cenando.
Las frutas que se venden en el mercado de Oaxaca decuplican las que en otras partes se consiguen. Aquí encuentras ciruelas que son ciruelas y ciruelas que no son ciruelas, sino otro fruto que sólo aquí he comido, de agradable gusto ácido. También hay esa fruta con nombre y sabor de paraíso que es el maracuyá. Y están el mamey y la guanábana, la chirimoya y el nanche, el zapote y el chicozapote, y otras diversas frutas más con las cuales se confeccionan las nieves sabrosísimas que se hallan junto a la iglesia de la Soledad. Yo me pregunto si la gente va al templo a visitar la doliente imagen de la Virgen o a comer la exquisita nieve del lugar. A las dos cosas va, seguramente, que buen arte es saber armonizar las cosas del espíritu con las que al cuerpo atañen.
He ido una vez más al mercado de Oaxaca y me he llenado todo con sus sabor y sus aromas, con el color de sus flores, el lujo de sus atuendos y el arte de sus artistas artesanos. Mi estancia en la ciudad duró tres días, y sin embargo ahora me parece que duró un instante. En lengua zapoteca la palabra "colibrí" se dice "biulú", que significa algo así como "lo que se va y se queda". Se fueron esos días, pero queda su memoria como un regalo que el viajero, ya en su casa, desenvuelve morosamente para mejor gozarlo.

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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