Trompetilla a don Chucho

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¡Mañana! Sí, mañana aparecerá aquí, sin censura ni camuflaje alguno, el tremendo chascarrillo conocido en los anales de la sicalipsis como "La pe muda". Doña Tebaida Tridua dijo de ese cuento que es "un atentado contra la moral de las buenas costumbres" (sic). De moral y costumbres buenas sé muy poco. Entonces me limitaré a transcribir el tal relato en la misma manera en que lo oí. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Mal, muy mal se vio Jesús Ortega, dirigente nacional del PRD, cuando tachó a Humberto Moreira Valdés y a Manlio Fabio Beltrones de hablar "como piporros". Con esa frase faltó a la memoria de Eulalio González, "El Piporro", uno de los más queridos personajes del norte mexicano, y lastimó a los norteños, que en el inolvidable artista ven representados sus modos de ser y de hablar. Hace mucho tiempo que esta columneja no fustigaba a nadie con una trompetilla o pedorreta, manera popular de mostrar desdén o burla a quien ha dicho con aire de suficiencia una sandez. Con respeto a la persona de don Chucho, y únicamente en relación con sus palabras, reciba él hoy esa sonora onomatopeya, que constituye la mejor respuesta a su errada descalificación: ¡Ptrrrrrrrrrrrrr!... Los recién casados llegaron a la suite nupcial donde pasarían su noche de bodas. Ahí la novia le informó a su maridito que no quería quedar embarazada tan pronto. Por tanto le pedía que usara alguna precaución. Él respondió que no había pensado en eso. Tendría que ir a alguna farmacia a comprar preservativos. "Ve -le dijo la muchacha-. Cuando regreses yo ya estaré dispuesta para la ocasión". Salió, pues, el desposado, y mientras tanto ella se preparó. A fin de disipar su nerviosismo se bebió cuatro o cinco botellitas de licor del minibar, tras de lo cual apagó la luz, dejando sólo encendida una pequeña lámpara, y se tendió en el lecho con sensual actitud de Cleopatra, cubierta únicamente por unas cuantas gotas de fragancia de la línea "Come with me to the Kasbah". Esperaría a su amado en ese ambiente de voluptuosidad. Se abrió de pronto la puerta de la habitación. Era el botones -muchacho de color, por cierto- que llevaba la botella de champaña que el hotel ofrecía como regalo de bienvenida a los recién casados. Pensó la chica que quien había entrado era su galán. Sin decir palabra estiró por un brazo al sorprendido bell boy, lo metió en la cama, y con apasionada prontitud procedió a hacerle el amor en volcánica manera. Terminado aquel insólito connubio el botones salió en silencio, para no delatarse, y ella quedó dormida entre las revueltas sábanas, parte por el agotamiento, y parte por el alcohol que había bebido. En el ínterin el novio había hallado por fin una farmacia. Ahí se dio cuenta de que traía sólo 20 pesos. Le preguntó al encargado cuánto costaban los condones. Le informó el farmacéutico: "Los blancos, de inferior calidad, cuestan 15 pesos. Los negros, de calidad mediana, valen 20. Y los de color morado, de calidad superior, cuestan 25 pesos". "Me da uno de 20 pesos", pidió el muchacho. Ansiosamente regresó al hotel, pues ardía ya en deseos de abrazar a su flamante mujercita para refocilarse con ella en los deliquios de himeneo. Así lo hizo: tan pronto se vio en la habitación procedió con rápidos movimientos a aligerar su ropa; saltó luego con agilidad de tigre de Bengala al tálamo nupcial, y con ardor ignífero tomó en los brazos a su dulcinea y empezó a cumplir con ella el rito natural. Ella se despertó, sobresaltada, al sentir que su marido asegundaba con igual ímpetu y enjundia lo antes hecho, y volvió a gozar cumplidamente aquel deleite fruitivo. La continuación de esta historia sucede diez años después. Una mañana de domingo el novio de nuestro cuento, ahora padre de familia, se hallaba leyendo el periódico en la cama cuando un negrito entró en la alcoba. "Papi -le preguntó el pequeño-. ¿Por qué si tú y mi mami son blancos, y mis hermanitos son blancos también, yo nací negro?". "¡Anda! -le contesta el señor-. ¡Y agradece que aquella noche no traía yo 5 pesos más, pues entonces habrías salido de color morado!". FIN.